Lecciones de la historia.
El 10 de diciembre pasado, asumió la presidencia de la nación Cristina Fernández de Kirchner. En su campaña electoral dijo que venía a profundizar los cambios que había iniciado allá por el 2003 su esposo. Una parte muy importante de la sociedad le creyó y ganamos en primera vuelta con el 45% de los votos; dejamos veinte puntos atrás a la segunda. A partir de ese momento se sucedieron diversos hechos que pusieron al gobierno nacional en una encrucijada.
Por Humberto Tumini.
Sábado 27 de setiembre del 2008, Capital Federal
El 10 de diciembre pasado, asumió la presidencia de la nación Cristina Fernández de Kirchner. En su campaña electoral dijo que venía a profundizar los cambios que había iniciado allá por el 2003 su esposo. Una parte muy importante de la sociedad le creyó y ganamos en primera vuelta con el 45% de los votos; dejamos veinte puntos atrás a la segunda.
A partir de ese momento se sucedieron diversos hechos que pusieron al gobierno nacional en una encrucijada. En primer lugar comenzó a profundizarse la crisis financiera internacional y fue subiendo, al compás de la misma, la tasa de interés en los mercados mundiales para países como el nuestro; dificultando así el refinanciamiento de la aun importante deuda externa y el de las grandes empresas -nacionales y extranjeras- que operan en la Argentina. En segundo lugar, luego de una fuerte alza motivada por la afluencia de capitales especulativos, comienzan a descender los precios de nuestros principales productos de exportación debido a crecientes procesos recesivos en las principales economías desarrolladas. En tercer lugar, se acelera en los primeros meses de este año la inflación interna, lo que afecta a los sectores de menores recursos y también al tipo de cambio, revalorizando el peso.
A esos acontecimientos en el terreno de la economía debemos sumarle que el intento del gobierno, de apropiarse vía retenciones móviles de una parte de la renta extraordinaria del campo, y en particular de sus sectores mas concentrados, es duramente resistido por la derecha económica, política, social y mediática; arrastrando tras de si a otros sectores sociales. Esta resistencia oligárquica finalmente triunfa y es derrotada la ley que ratificaba la Resolución 125 en el Congreso.
A consecuencia de ello se deteriora la -endeble- alianza política principal en la que se apoyaba el gobierno. Una parte importante de la dirigencia justicialista, que acordaba hasta ese momento con el kirchnerismo, se pasa a la oposición; y otra porción de la misma adquiere mas independencia, juego propio -siempre por derecha- y capacidad de negociación. También se fractura el radicalismo K, con el vicepresidente Cobos a la cabeza.
Puesto el gobierno ante estas nuevas condiciones, se le presenta la disyuntiva respecto de por donde encaminarse para poder mantener la fuerza política necesaria que le permita continuar con el proyecto nacional que puso en pié hace ya mas de cinco años; y que, justo es decirlo, sacó al país del infierno a que lo habían conducido seis lustros de neoliberalismo. Descartado que Cristina Kirchner vaya a conducirse como Raúl Alfonsín, que decidió allá por 1985 abandonar la pulseada con los EEUU, el FMI y los sectores económicos mas poderosos, y pasarse -Plan Austral mediante- de nuevo a las recetas de aquellos, quedaban a la Presidenta dos caminos: redoblar audazmente la apuesta a la trasformaciones en beneficio de los sectores populares, apostando a una mayor redistribución de la riqueza; y reconsiderar al mismo tiempo su estrategia de alianzas, la que ya no debería tener al PJ como columna vertebral, habida cuenta de la debilidad que mostró para enfrentarse a los sectores de poder económico. O ir por un camino mas moderado, de sostener lo que se pudiera del proyecto, mientras que al mismo tiempo se buscaban negociaciones y acuerdos con aquellos. Paralelamente en el terreno político, y para acompañar lo mejor que se pudiera ese rumbo, ver de reagrupar al PJ, incluyendo a los que defeccionaron. Aun a costa de pejotizar en mayor medida al gobierno y poner cada vez mas afuera, objetivamente, a los sectores políticos y sociales consecuentes que acompañaron el proyecto hasta ahora.
Todo indica que Cristina y Néstor Kirchner han optado por esta segunda estrategia. Respecto de lo del PJ pocas dudas caben. Las señales son incontrastables. Tal vez el abrazo de Randazzo con Schiaretti sea la muestra más expresiva de ello. Lejos, por cierto, de ser la única.
En el terreno económico también hay señales muy fuertes: pago de toda la deuda al Club de París, reapertura del canje a los holdouts contrayendo nueva y onerosa deuda, recortes de gastos públicos, particularmente de subsidios al transporte y la energía, y aumento paralelo del superávit fiscal. A lo que cabe agregar el planteo, de que es buena estrategia antinflacionaria ir revaluando el peso.
No vamos a decir que el gobierno ha abandonado el proyecto nacional. Pero evidentemente ante situaciones nuevas, mas adversas, ha optado al menos por no profundizarlo y recostarse -aceptando sus planteos- en los grandes grupos económicos que forman parte del mismo. Aparte de ratificar la alianza con la dirigencia justicialista como el corazón de su construcción política.
Por ende, desde esta visión respecto de donde vamos, y con la autoridad que nos da el haber sido parte activa de este proyecto durante cinco años -amén de haber apoyado decididamente al gobierno en el conflicto con la Mesa de Enlace agraria, sin escatimar esfuerzos de nuestra parte para que se derrotara a la reacción- decimos que no estamos de acuerdo con el rumbo por el que se ha optado. Es un error muy serio que nos puede conducir a una nueva y más dura derrota.
Aunque no es bueno recurrir a la historia como criterio estricto de verdad para analizar el presente y tratar de discernir el futuro. Si es adecuado recoger las enseñanzas que nos deja. En este sentido tenemos una muy buena lección de lo sucedido en el gobierno que más transformó el país en un sentido de progreso en los 200 años de historia nacional: el de Juan Domingo Perón de 1946 hasta 1955.
Luego de casi todo un primer mandato con condiciones políticas y económicas muy favorables, que le permitieron -audacia mediante- llevar a cabo infinidad de medidas absolutamente profundas, en dirección no solo a instalar la justicia y la movilidad social, sino también en camino a cambiar de raíz la argentina agrario-oligárquica por otra industrial, a partir de 1951 comenzaron a aparecer los límites y dificultades de aquel proyecto nacional. La altísima demanda de productos alimenticios de la posguerra comenzó a decrecer y con ello los ingresos que le entraban al Estado a través de IAPI. Al mismo tiempo las necesidades de capital para encarar la sustitución de importaciones, ahora de la industria pesada, crecían. En lo político la oposición se reagrupaba, se sumaba la iglesia a ella, y los militares amigos de los yanquis y de la oligarquía ya se animaron a dar un golpe, que aunque fallido, mostró que levantaban cabeza luego de estar años a la defensiva.
Perón decide entonces dar un viraje económico que, de hecho, lo apartaba en cierta manera de su proyecto original, o al menos de una profundización del mismo. Pone entonces de Ministro de Economía para su segundo mandato a Gómez Morales, mas moderado que Miranda; y la estrategia de obtención de capital ya no pasa esencialmente por la renta de la oligarquía (aunque continúa el IAPI) sino que van a la búsqueda de inversiones extranjeras (el contrato con la petrolera California es el primer gran debate al respecto, luego vendrían las automotrices) y también de aumentar la productividad de los trabajadores (se fijarían salarios y precios en torno a la productividad con el fin de bajar el consumo y aumentar el ahorro). Además se inicia una racionalización del gasto público en obras y sueldos de los empleados estatales.
John William Cooke, un dirigente peronista leal, pero también valiente y de pensamiento propio, ve el riesgo que implica este giro y se manifiesta públicamente en desacuerdo. A punto tal que no renueva su banca de diputado en 1952. Se opone luego a los contratos con la California, y también al intento de modificar el artículo 40 -de inversiones extrajeras- de la Constitución de 1949. Mientras denunciaba la burocratización de las conducciones políticas y gremiales y "el freno al impulso renovador del peronismo". Por la misma causa abandona el gobierno Arturo Jauretche, a quién bueno sería que algunos citen menos y lean mas.
Razón no les faltó, ese giro a la moderación de Perón debilitó objetivamente su base social y política de apoyo, sin por ello impedir que creciera al mismo tiempo la de la oposición. No resolvió la cuestión que la economía siguiera creciendo aceptablemente esos años: el problema terminó siendo político. La reacción finalmente se recuperó y volteó al gobierno peronista en el golpe de Setiembre de 1955, apoyándose en un sector importante de la FFAA y también en el apoyo que le dio una parte significativa de la población; gran parte de ella confundida tanto por la hábil propaganda de la derecha oligárquica y sus aliados -algunos de izquierda, igual que ahora- como por los errores del gobierno.
No se debieran desdeñar las enseñanzas de la historia, aunque esta no se repita igual en las formas.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur
1 comentario
cehaj -
Estamos preparando las 2º Jornadas de Revisionismo Histórico en la ciudad de La Paz, Entre Ríos.
Serán el 9 y 10 de enero de 2009 y habrá 3 cuestiones importantes, a saber:
-La presentación del libro Los Fabulosos Kennedy de Ricardo Lopa,
-Un Panel de intercambio sobre "Estado del Revisionismo en la actualidad",
-Una visita al casco de la estancia Los Algarrobos, escenario natural de la rebelión de los Hermanos Kennedy (1932).
El Panel estará constituido por los historiadores Alfredo Martínez (integrante del Cehaj), Ricardo Lopa (integrante del Centro Cultural Discépolo) y Marco Roselli (Director del Instituto Jauretche e integrante de la Comisión Honoraria del Cehaj).
Los esperamos.