El terror de la RAF: se cumplen 30 años del "otoño alemán"
Escena del atentado contra Siegfried Buback. (Archivo)
Militantes del Ejército Rojo aterrorizaron al país durante la década de los setenta. La fase más aguda de la guerrilla urbana comenzó hace exactamente 30 años. Fue la etapa conocida como "el otoño alemán".
En la parte céntrica de la ciudad de Karlsruhe se escucharon disparos. Nadie los esperaba. Siegfried Buback iba camino a su trabajo cuando fue asesinado. El Fiscal Federal alemán ocupaba el asiento de copiloto en su vehículo oficial. Junto a él iba su chofer, Wolfgang Göbel, y en la parte trasera, Georg Wurster, jefe de los servicios de transporte de la fiscalía.
El dirigente patronal, Schleyer, fue secuestrado y asesinado. (Archivo)
Hasta la fecha no se sabe quién iba en la motocicleta que se emparejó al auto del fiscal, en uno de los semáforos durante el trayecto. Quien podría dar la respuesta, Christian Klar, guarda silencio hasta la fecha. El auto de Buback recibe quince impactos de bala. Luego, la motocicleta desaparece.
El asesinato de Siegfried Buback marcó el inicio de una etapa de triste fama, que duró un año y que fue conocida como "el otoño alemán". Los miembros del llamado Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion), grupo de extrema izquierda, aterrorizaron al país.
El Ejército Rojo fue fundado en 1970. Siete años más tarde, la mayoría de sus padres y madres (la "primera generación") ya había muerto. Buback, como representante del Estado, era responsable a ojos de la RAF por la muerte de Ulrike Meinhof, Holger Meins y Siegfried Hausner, quienes aún son considerados iconos por la extrema izquierda alemana. Así, el "Comando Ulrike Meinhof" reivindicó aquel atentado.
La primera generación
Ulrike Meinhof es una de las figuras más conocidas entre los terroristas de la RAF. Ella fue quien elaboró la plataforma ideológica del grupo. En sus inicios, el Ejército Rojo fue conocido como "Grupo Baader-Meinhof" en referencia adicional a Andreas Baader, miembro de la resistencia política desde 1968.
El secuestro del Landshut. (Archivo)
Mientras los hippies protestaban en las calles en contra de la guerra de Vietnam, Baader y una atractiva joven llamada Gudrun Ensslin hicieron explotar bombas en dos centros comerciales en Fráncfort del Meno. Él fue atrapado y sentenciado, pero Meinhof logró liberarlo. Esta acción es considerada como genesis del Ejército Rojo.
Los miembros de la RAF querían iniciar una revolución social para lograr "un mundo más justo". Con este fin, escogieron como objetivo a quienes eran representantes de las "estructuras opresoras": hombres poderosos de la política y el ámbito empresarial. Buback no sólo era personero de la injusticia mundial; también había promovido la persecución y captura de Baader, Meinhof y otros.
Baader, Jan-Carl Raspe y Holger Meins fueron capturados luego de los atentados -que causaron muertes- en las bases militares estadounidenses de Fráncfort y Heidelberg. Luego fueron detenidas Meinhof y Ensslin. Meins comenzó una huelga de hambre y murió a consecuencia de ésta en la prisión de Wittlich. El "Comando Ulrike Meinhof" culpó a Buback por el deceso.
La segunda generación
El "Comando Holger Meins se componía de miembros de la segunda generación de la RAF. Para presionar a las autoridades a fin de que liberaran a Meinhof y los demás, tomaron a un grupo de rehenes en la embajada alemana en Estocolmo el 14 de abril de 1975. en esta acción murieron los diplomáticos Heinz Hillegaart y Andreas von Mirbach, además el terrorista Siegfried Hausner.
Un año más tarde, Meinhof fue encontrada ahorcada en su celda. Fue un acontecimiento sorpresivo, y se dijo que había sido en realidad asesinada. La fiscalía determinó que había sido un suicidio, y dio por terminada la investigación en 1976. Estas dos muertes también fueron pasadas por la RAF a la factura de Buback.
Christian Klar y Brigitte Monhaupt. (Archivo)
En otoño alemán, 1977
El de Buback fue el primero en una serie de asesinatos y atentados con los cuales la RAF trató de extorsionar a la justicia alemana para lograr la liberación de los presos. El presidente del Dresdner Bank fue acribillado, y el presidente del gremio patronal, Hanns-Martin Schleyer, secuestrado. La RAF se ganó con ello las simpatías dela izquierda ultrarradical.
La debacle comenzó con el secuestro del avión Lahdshut, de la compañía Lufthansa, en Palma de Mallorca. Los autores fueron terroristas palestinos que con esa acción manifestaban su apoyo a la RAF y sus miembros. Fue ahí donde se produjeron las primeras víctimas civiles, que nada tenía que ver con la política o la vida empresarial.
El canciller socialdemócrata Helmut Schimdt ordenó el desalojo de la aeronave y el sometimiento de los terroristas a manos de una fuerza de tarea especial (el GSG9), en Mogadiscio. Baader, Ensslin y Raspe se suicidaron a raíz de ello.
¿Cómo actúa el Estado alemán hoy frente a los ex terroristas de la RAF?
La RAF aún tiene simpatizantes.
La tercera generación
Christian Klar y Brigitte Monhaupt -recientemente liberada- eran considerados cabecillas de la segunda generación de la RAF, cuando fueron capturados. Les siguió una tercera generación de terroristas, que hacía tiempo había olvidado cualquier tipo de reinvidicación social.
Pero siguieron las muertes, por ejemplo, del ejecutivo de Siemens Kart Heinz Beckurts, y del jefe del Deutsche Bank Alfred Herrhausen, entre otros. La última víctima fue el oficial Michael Newrzella, del GSG9.
En los años noventa, muchos miembros de la RAF se atuvieron al programa de testigos, de tal modo que el número de afiliados decreció de manera notable. "Fue un error el no haber conformado algún tipo de organización política paralela a la lucha armada clandestina. Así, la guerrilla urbana de la RAF es historia a partir de hoy", decía el grupo armado en su manifiesto de autodisolución.
Ulrike Meinhof, al ser presentada luego de su detención. (Archivo)
Luego de la RAF
El Ejército Rojo dejó algunos lastres. La liberación de Brigitte Monhaupt y la petición de amnistía por parte de Christian Klar revivieron la discusión sobre la manera como el Estado debe tratar a antiguos terroristas.
Michael, hijo de Siegfried Buback, no espera arrepentimiento de quienes sobrevivieron a la guerrilla urbana y a la cárcel. Por salud mental, le da lo mismo que estén o no en prisión. Como otros parientes de víctimas, sólo quiere saber quién apretó el gatillo para matar a su padre. Klar y los suyos piden clemencia, pero no dan respuestas.
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