LOS PREPARATIVOS PARA LA MUERTE DE AUGUSTO PINOCHET
Que o la tumba serás...
Su primer delirio de grandeza fue un mausoleo en el Cementerio General con sus dos apellidos. Doña Lucía le armó un quilombo e hizo cambiar la inscripción a Pinochet-Hiriart. Estando detenido en Londres soñó descansar en una tumba parecida a la de Napoleón. Hoy, su familia habla de cremación.
Miguel Paz |
La Nación |
Hernán Guiloff escuchó atentamente al general Pinochet en su reclusión de Virginia Waters, cuando le confesó que alguna vez pensó en construirse una tumba que emulara la cripta de Napoleón Bonaparte.
El empresario y vicepresidente de la fundación que lleva el nombre del ex dictador no se sorprendió. A Pinochet le fascinaba la figura del emperador francés y era conocida su atracción por la vida y obra de los césares romanos, contó el periodista Jon Lee Anderson en un perfil de Pinochet para la revista “The New Yorker”, publicado en 1998.
Esas obsesiones, explicaba Anderson en 2002, decían “más de la visión sobre sí mismo y sobre la política de Pinochet, que cualquier tratado sobre su personalidad”. En los cuatro encuentros que sostuvo con el general, el periodista descubrió que mucho de lo que había hecho Pinochet, desde la construcción de la carretera austral hasta el bautizo de sus hijos con nombres de césares (Augusto y Marco Antonio), “revelaba una estrecha relación entre el poder absoluto y sus héroes”.
Aunque en Virginia Waters, Pinochet no se lo dijo a Guiloff, aparentemente en su fuero interno albergaba el deseo de ser absuelto por la historia, al igual que Napoleón, y también ansiaba un funeral digno de un Jefe de Estado y que sus restos descansaran en el altar de la patria junto a su otro gran referente político-militar: Bernardo O’Higgins. Hoy, nada de eso será posible.
EL MAUSOLEO
Tampoco podrá ocupar el mausoleo familiar que le encomendó construir, bajo estricto sigilo, a su prima Mónica Madariaga en los albores de la dictadura. Cuando el sepulcro en el Cementerio General estuvo listo, doña Avelina Ugarte, su madre, le dijo: “Póngale afuera Pinochet Ugarte”. “Pero la Lucía le armó el quilombo del siglo y le hizo cambiar la inscripción a Pinochet-Hiriart”. La historia que Madariaga cuenta a LND está también relatada en “La muerte de Pinochet: Crónica de un delirio”, de Fernando Villagrán y Marcelo Mendoza. El libro retrata a cuerpo entero la influencia omnímoda que doña Lucía ha ejercido sobre su marido. También detalla los bombazos que ha sufrido el mausoleo donde están alojados los restos del padre y la madre del general.
En la actualidad, el mausoleo familiar (en la foto), ubicado a 200 metros de la entrada por Recoleta, sufre un olvido oprobioso. Sólo ocasionalmente militares acuden a limpiarlo. “No vienen desde noviembre”, dice una aseadora del camposanto.
EL FUNERAL
Pinochet, al estar procesado por causas de derechos humanos y de enriquecimiento ilícito, en caso de morir difícilmente accedería a honores de Estado. De acuerdo al Reglamento de Ceremonial Público y Protocolo de la Cancillería, la Presidenta Bachelet no está obligada a rendir honores ni decretar duelo oficial.
Aunque el reglamento especifica el tipo de honores –más de tres días de duelo oficial con suspensión de actividades o duelo oficial de tres o menos días sin suspensión de actividades–, su aplicación es facultad de la Mandataria junto al Ministerio del Interior, en relación al mérito de la persona.
En este caso, Bachelet ya se pronunció: “Francamente, a mí me violentaría tremendamente hacer una cosa de esa naturaleza (...) violenta la conciencia de los chilenos rendir honores a una persona que ha estado involucrada no sólo en temas de derechos humanos, sino incluso en temas de uso de dineros fiscales”.
De todas formas, el ex dictador recibirá honores militares por ser ex comandante en jefe del Ejército, consagrados en el Reglamento Administrativo de Servicio de la Guarnición del Ejército. Algo que podría descartarse si es condenado por la justicia. “Pero mientras haya un proceso, la ley presume inocencia”, especificó el general Óscar Izurieta en agosto pasado.
El protocolo fijado por el estatuto castrense establece la instalación de una capilla ardiente en la Escuela Militar, donde se realiza el responso fúnebre. La sección que constituirá la guardia de honor se colocará alrededor del féretro y estará compuesta por cadetes de las escuelas Militar, Naval y de Aviación, más una delegación de militares de todas las unidades por las que pasó Pinochet.
Los cadetes también servirán de escolta al vehículo que trasladará los restos a su lugar de descanso. Éste aún no ha sido definido por la familia, pero el pasado lunes, cuando el general estaba grave en el Hospital Militar, su hijo menor, Marco Antonio, confirmó que su padre será cremado: “Él lo manifestó hace tiempo. Una razón es evitar profanaciones”.
Así, Marco Antonio validó lo que es un secreto a voces en el Gobierno y el mundo militar: la cremación es el único camino posible. Si bien alguna vez se evaluó enterrarlo en el mausoleo familiar o en el institucional o incluso en la Escuela Militar, luego se desechó, pues sería objeto de protestas y manifestaciones.
Lo que la familia no aclaró es qué haría con las cenizas del ex gobernante, un foco de conflicto entre la esposa de Pinochet, Lucía Hirirart, y sus hijos Lucía, Augusto, Jacqueline y Marco Antonio, según un cercano a la familia. “No hay acuerdo, pero sería en un recinto familiar”, asegura.
Ya es claro que la ceremonia de cremación se realizará en uno de los cinerarios de Santiago (Cementerios General, Católico o del Hogar de Cristo). El cortejo fúnebre que marchará desde la Escuela Militar hasta el cinerario será encabezado por la guardia de honor y una banda militar, que al acercarse al lugar entonará una marcha fúnebre. Luego, vendrá la familia, el comandante en jefe del Ejército, el cuerpo de generales y los invitados.
Fuentes del Gobierno indican que el trayecto es el aspecto más problemático del ritual, ya que las manifestaciones a favor y en contra requerirán de un fuerte despliegue de seguridad.
Una vez en el cinerario, la banda ejecutará marchas y el himno del Ejército, “Los viejos estandartes”, o bien el himno institucional de las Fuerzas Armadas, “Yo tenía un camarada”. El féretro de Pinochet será cubierto con la bandera nacional y ésta le será entregada a Lucía Hiriart al final de la ceremonia. Las unidades que rendirán honores lo harán con fusil o carabina, y los estandartes deberán ir enlutados con una cinta negra.
En los minutos previos a la cremación, el comandante en jefe del Ejército pronunciará un discurso, seguido por oradores escogidos por la familia.
A la ceremonia no asistiría Bachelet ni sus ministros. El responso brindado por el Ejército podría contar con la presencia de la ministra Blanlot, aseguran en Defensa, ciñéndose al guión preestablecido en la carpeta que Bachelet recibió de manos de Ricardo Lagos en el traspaso de mando, el 11 de marzo pasado.
LA CARPETA
En lo que va del año, la Mandataria ha revisado en dos ocasiones los documentos del “protocolo Pinochet” legados por el anterior Gobierno: en agosto, cuando, a raíz del fallecimiento del dictador paraguayo Alfredo Stroessner, Izurieta se pronunció sobre los honores que el Ejército rendiría a Pinochet en caso de morir. Y el domingo pasado, en la reunión semanal del comité político en la casa de Bachelet, donde se analizó el estado de Pinochet y se acordó bajar el perfil, ya que es de “mal gusto” hablar de los funerales de una persona viva.
La otra arista del discurso oficialista, expresada por diversos miembros de la Concertación, fue reafirmar que “los honores de Estado” están restringidos a los presidentes elegidos por soberanía popular.
Los aspectos generales de esta doctrina fueron definidos por el Presidente Lagos a poco andar de su Gobierno. Un alto personero que entonces estuvo a cargo de monitorear el “factor Pinochet”, asegura que en la eventualidad de la muerte del ex dictador, “la situación estaba totalmente planificada”. Algo confirmado por el ex subsecretario de Interior Jorge Burgos, quien explica que se hizo un diseño en esa dirección “a partir del año 2001”, y por el ex secretario general de Gobierno Francisco Vidal. Este último dice que al asumir como ministro secretario general de Gobierno, en marzo de 2003, ya existía un “documento de normas protocolares que se preparó ad hoc para la posible muerte de Pinochet”.
Pero no sería hasta fines de 2004, cuando Ricardo Lagos enfrentó la amenaza real de que Pinochet muriera, que se terminó de afinar el rígido protocolo de su funeral. En diciembre, el ex dictador tuvo el accidente vascular más grave de su largo historial médico. Y el Mandatario, junto al general Juan Emilio Cheyre, coordinó los preparativos ante un eventual desenlace fatal. Para ello se le pidió a un experto en protocolo y al general Patricio Cartoni, comandante de la Guarnición de Santiago, que establecieran los pasos a seguir por las autoridades civiles y militares. “Ese documento se mantuvo hasta el 11 de marzo de 2006”, asegura Vidal.
LA INMOLACIÓN
Si bien la “doctrina” Bachelet respecto a Pinochet fue heredada del Gobierno de Lagos, tuvo un tímido precedente en el período de Frei, gatillado por la detención del dictador en Londres el 16 de octubre de 1998.
La prolongada estadía en la capital inglesa y el supuesto deterioro progresivo de su salud, amén del régimen de detención en Virginia Waters, encendieron las alarmas en La Moneda ante un escenario de pesadilla: que Pinochet muriera en suelo extranjero. Esta situación llevó al general Ricardo Izurieta y el ex ministro Raúl Troncoso a diseñar un plan de emergencia ante un hecho cargado de simbolismo, que podría ser usado para vincular indisolublemente su desenlace fatal con el exilio y muerte de Bernardo O’Higgins en Perú.
Algo de eso hubo. Un episodio desconocido de la detención de Pinochet en Londres, protagonizado por Francisco Javier Cuadra, revela la jerarquía mitológica que le conferían al deceso de Augusto en tierras lejanas algunos de sus adherentes. Durante una peregrinación a Virginia Waters, el ex vocero de la dictadura, dado al estudio de los clásicos griegos y la comprensión de los giros de la historia, le sugirió al general que se inmolara en Londres. Que falleciera en el exilio. Como O’Higgins y Napoleón. Al escuchar a su antiguo delfín, Pinochet se desmoronó y le respondió que la única salida viable era regresar a Chile en calidad de enfermo, para así evitar enfrentar a la justicia. Desencajado, por primera vez en su vida, Cuadra sintió que el “primer infante de la patria” no estaba a la altura de las circunstancias.
La salud y eventual muerte de Pinochet en el Reino Unido tuvo un protagonismo permanente en las conversaciones telefónicas entre el Presidente Frei y el Primer Ministro británico, Tony Blair, para buscar una salida política al “caso Pinochet”.
Felipe Gerdtzen y Mónica Pérez, autores de “Augusto Pinochet: 503 días atrapado en Londres”, recuerdan que Frei le preguntaba a Blair si estaba dispuesto a asumir las responsabilidades políticas de que Pinochet muriera allá. Efectivamente, sólo después de la detención del general en Londres, el comité político de Frei se abocó a cotejar las variables en caso de que muriera en el destierro. “Antes no era materia relevante”, confirma un alto personero que participó en dichas reuniones.
“Por eso se empieza a buscar su regreso a Chile por motivos de salud”, explica Gerdtzen, la opción aprobada por el Presidente a instancias de su canciller, José Miguel Insulza, quien levantó la tesis de “defender principios y no personas” para pedirle al Gobierno del Reino Unido la devolución del ex dictador para que fuera juzgado en Chile.
El 3 de marzo de 2000, siguiendo el guión preestablecido de su rol de incapacitado, Pinochet bajó en silla de ruedas del Boeing 707 que lo trajo de regreso. En el aeropuerto lo esperaban la televisión, sus hombres de confianza y sus incondicionales. Algo debió trizarse en La Moneda cuando Pinochet se levantó de la silla y saludó a sus adherentes con el bastón en ristre.
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