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Centros Chilenos en el Exterior

PINOCHET ERA UN AYUDANTE DE PELUQUERIA

Enviado por: "PATTY ARDILLA PARGA" patty.ardilla.parga@gmail.com   ardillaparga

Impactante opinión del escritor mexicano sobre el ex dictador chileno

Carlos Fuentes: Pinochet era un ayudante de peluquería

De: Primera plana / Agencias / Santiago

El autor de Gringo Viejo y otras novelas y artículos revela conversaciones que sostuvo con Orlando Letelier, ex ministro de Allende, para analizar la personalidad del fallecido Augusto Pinochet.

El escritor mexicano Carlos Fuentes, quien sin embargo nació en Panamá, en 1928, debido a los cargos que desempeñó su padre en el servicio diplomático, pasó parte de su infancia y su adolescencia en Estados Unidos, Argentina y Chile, país sobre el cual siempre ha tenido una muy buena opinión con la sola excepción del período del gobierno militar, pero estableciendo la diferencia entre lo que quería el dictador y sus colaboradores y lo que sentían los subyugados.

Autor de una vasta obra que incluye novelas como "La muerte de Artemio Cruz", "Cambio de piel", "Zona sagrada", "Terra nostra", "La cabeza de la hidra", "Gringo viejo", "Cristóbal nonato", escribió también guiones cinematográficos, obras de teatro y ensayos como "El espejo enterrado". En 1993 publicó "El naranjo", un texto con el que cierra el ciclo narrativo que llamó "La edad del tiempo", y en 1995 conocimos "La frontera de cristal", una novela en nueve cuentos, que analiza la separación entre México y Estados Unidos a lo largo de 200 años.

Lo siguiente es parte de una extensa entrevista realizada por Radio El Espectador de Uruguay, pero aún muy vigente.

¿Dónde pasa la mayor parte de su tiempo: en México o en los aviones?

- No, en México y en Londres. Paso la mitad del año en Londres porque allí escribo mucho: me levanto a las cinco de la mañana, escribo de seis a 12; tengo un día muy pleno para leer y escribir sin interrupciones. .. Miro hacia fuera y el clima es tan malo que no dan ganas de salir; la comida es muy mediocre y tampoco da ganas de salir; la gente es muy fría, ... Es perfecto para escribir. Llego a México, donde paso la mitad del año, y entonces me meto en las amistades, la política, las entrevistas, las conferencias ante el p€  úblico, el contacto con los jóvenes... Son dos vidas distintas, aunque una es tan productiva como la otra.

Y en México vive en el antiguo barrio de San Gerónimo, en los suburbios de Ciudad de México.

- Sí, si es que se puede hablar de suburbios en esa gran mancha en que se ha convertido la Ciudad de México.

Vivió también en París, cuando fue embajador. Usted dijo alguna vez que aceptó ese cargo como homenaje a su padre. ¿No volvería a hacerlo?

- No, no lo volvería a hacer.

Usted alguna vez definió el papel del escritor latinoamericano, recordando incluso los dichos de Pablo Neruda (con quien sale en una antigua fotografía) sobre la obligación del escritor latinoamericano.

- Sí: él decía que el escritor latinoamericano carga a su pueblo sobre su espalda. Creo que esto, en cierta manera, es menos cierto hoy en el sentido de que, hace 40 años, un escritor hablaba en nombre de los que no tenían voz y la sociedad civil era sumamente débil; hubo todos los regímenes represivos en América latina, entonces la responsabilidad del escritor era muy clara. Creo que hoy, a medida en que la sociedad civil va ganando espacios en América latina y se manifiesta con una voz propia, el escritor tiene menos representatividad que en el pasado. Pero le queda una enorme responsabilidad que es la de ser un buen ciudadano, la de ejercer su ciudadanía.

¿Fuera de lo que escribe?

- Creo que un escritor cumple con su obligación social mediante la imaginación y el lenguaje. Una sociedad sin lenguaje, sin imaginación, es una sociedad que perece presa de las peores catástrofes. Por algo Hitler y Stalin mandaban quemar libros, encarcelar escritores. Hay una función ahí que incluso el escritor más "apolítico" está cumpliendo al escribir bien. Ahora, aparte de eso, podemos tener (como lo tengo yo, como lo tiene García Márquez, como lo tiene Vargas Llosa, una inclinación ciudadana de acción política, de acción ciudadana; eso es otra cosa.

Usted ha mencionado alguna vez novelas que cumplían la doble función: "Cien años de soledad", "Conversación en la catedral", "Rayuela"...

- Yo creo que toda gran novela cumple esa doble función. Indudablemente refleja la realidad, pero funda una realidad nueva. Esto no hay que olvidarlo nunca: una novela es creadora de realidad y no sólo reflejo de ella.

De todas maneras, la política es una de sus pasiones.

- Sí, sí; absolutamente. Más en un país como el mío, que está pasando de 70 años de monopartidismo con el Partido Revolucionario Institucional a una nueva realidad democrática, pluripartidista, que podemos decir que está bien asentada, porque ya el 53 por ciento de los mexicanos están gobernados por partidos de oposición al PRI.

Chile

Usted ha dicho que la vive con pasión también como periodista.

- Sí: escribo mucho. Me encanta el periodismo, escribo dos columnas al mes para el periódico Reforma, en México, para el sindicato de Los Ángeles Times que las distribuye por varios países de habla española, en El País de Madrid... Me gusta estar muy cerca de la realidad cotidiana, de la política cotidiana en el mundo, porque creo que estamos en una €  época de una gran transición, de un siglo a otro, de un milenio a otro, con interrogantes terribles acerca del futuro. Tenemos que pensar muy seriamente en lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir.

¿Y no tuvo tentaciones políticas, no las tiene?

- No. A veces hay grupos de estudiantes que me lanzan a Presidente, pero yo les contesto como contestó García Márquez, una vez que le dijeron "Bueno, Vargas Llosa se lanzó de presidente del Perú. Usted  ¿por qué no hace lo mismo?". Y García Márquez respondió: "No, porque yo sí gano" (risas). Ese es el problema: ser escritor, ganar, convertirse en presidente y luego resultar que no es uno tan buen político.

¿Prefiere leer la política desde su tribuna de escritor?

- No: participar como ciudadano. Prefiero escribir, hablar y actuar, pero como ciudadano.

Su relación con Chile, usted la define como "intensa, entrañable e inevitable". Porque vivió en Chile...

- Crecí en Chile entre los 10 y los 15 años, de manera que estoy muy ligado a ese país. Lo quiero muchísimo; es el país que me enseñó a leer, a escribir y a pensar en español.

No es poca cosa para usted.

- No es poca cosa.

Pinochet

Y el caso Pinochet le movió a otras reflexiones en otro artículo, donde habla sobre una de las víctimas en particular, Orlando Letelier, asesinado en 1976 en Washington. Lo conoció personalmente.

- Mucho, mucho. Lo conocí en Chile, lo traté mucho en Washington, y él me dio descripciones inolvidables del carácter del general Pinochet, de su sumisión, de su manía de halagar día y noche al presidente Allende y a los miembros de su gabinete para introducirse en las cenas del gabinete del Presidente, de cómo le pedía al ministro Letelier el derecho de cargarle su maletín, de cepillarle las espaldas... "Me daba la impresión", me dijo Letelier, "de que Pinochet era un ayudante de peluquería pidiendo eternamente una propina".

Era un hombre totalmente torcido: la mañana misma del golpe se presentó ante Letelier, ministro de la Defensa, a jurar la lealtad del Ejército a las instituciones, y esa noche, cuando entró Letelier a su oficina, los soldados lo agarraron a golpes, lo metieron a la cárcel, y ahí acabó la fidelidad proclamada del general Pinochet, el gran traidor a la democracia chilena.

 

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