La TV está en deuda con la cultura y el debate
“La TV está en deuda con la cultura y el debate”
Jorge Navarrete, presidente del Consejo Nacional de Televisión
Con amplia experiencia en la industria, el nuevo mandamás del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) señala que el periodismo en este medio es menos inquisitivo que antes. También justifica la naturaleza política en la designación de los consejeros del organismo que dirige y pone en duda lo democrático que pueda ser el consumo de televisión.
Por Mirko Macari
www.lanacion.cl / Domingo 24/09/06
–Usted apareció fotografiado poniendo la mesa, para graficar el nuevo rol de los consortes de las ministras.
–La verdad es que ésa no es una de las cosas que hago, realizo otras para ayudar, como empujar el carrito en el Almac.
–¿Era sólo para la foto, entonces?
–Es que no fui el primer entrevistado, y como otros maridos o parejas habían escogido alguna escena doméstica tuve que hacerlo. Yo sólo voy con la Patricia los sábados al supermercado y empujo el carrito, ni siquiera me dan la lista de las compras, la vez que lo hice fue un desastre, gasté de más y llevé de menos.
–¡Y eso que usted es economista!
–Eso no garantiza nada en materia doméstica.
–En materia de karma, parece que el suyo es la televisión.
–Mi karma, efectivamente.
–¿Y cómo explica este organismo de control, que representa a la elite política, en medio de un Gobierno que se declara ciudadano y participativo?
–Creo que todos los organismos del sistema estatal son en alguna medida de control social. Pero éste, la función menos importante que tiene es la del control, entendida como facultad de sancionar. Ahora, yo creo que esta discusión sobre lo ciudadano y lo político ha sido más abundante que esclarecedora.
–En su composición, el CNTV sólo representa a los grupos políticos, que no son de lo más representativo.
–Este organismo replantea una cosa que el país tuvo que preguntarse en materia de televisión el ’70 y de nuevo el ’90, que es de qué otra parte podrían venir los miembros para que fueran representativos. Las fórmulas que se ensayaron antes del ’70, como por ejemplo señores de los colegios de abogados, de los sicólogos o de periodistas, no garantizaban más profesionalismo.
–Mmm.
–En una nación que no tiene mucho tejido social, es difícil que la forma final en que se elija la expresión ciudadana no pase por el sistema político: tenemos organizaciones de consumidores muy débiles, movimientos de padres relativamente débiles; para qué decir los televidentes. El método actual es muy criticado, porque no garantiza que sean necesariamente los mejores, y produce un cierto nivel de cuoteo; pero hasta el momento no he escuchado una mejor idea factible.
–¿La lógica del mal menor?
–No estoy diciendo que la canalización que hacen los partidos políticos sea buena, pero como dijo en un mal momento la ministra de Educación, por lo menos van cada cierto tiempo al electorado y hacen puerta a puerta, lo que no pasa con una serie de gente que se autocalifica como representante de la mayoría silenciosa y todas esas cosas.
–¿No tiene pensado replantear la orgánica y composición del consejo?
–No tengo ninguna presunción a favor de cambiar la composición del consejo ni sus atribuciones.
–La industria de la televisión es hoy un espacio más democrático que otros espacios sociales, en el sentido de que sus contenidos los determinan las audiencias masivas. Y ante eso hay una elite que arisca la nariz por el mal gusto imperante.
–No me siento parte de esa forma de mirar las cosas, tengo una buena opinión del chileno de a pie porque desconfío por instinto, experiencia e ideología de los despotismos ilustrados y las vanguardias que saben lo que el pueblo necesita. Lo cual no quiere decir que crea que lo que deba hacer la televisión sea lo que es la demanda efectiva en cada momento. También plantearía algunas dudas acerca de calificar como democrática la televisión.
–A propósito de democracia, en este consejo se sienta un señor abogado, dueño de un importantísimo bufete de la plaza. ¿Por qué no podría estar también la señora Juanita?
–Ése es exactamente mi argumento. Este tipo de organismos no necesita especialistas en televisión, necesita gente que interprete dentro de los marcos de la institucionalidad que tenemos, que dé una valoración.
–Algo de sentido común, digamos.
–La valoración pública colectiva, digamos. Ahora, no hay ninguna razón para que la señora Juanita no pueda estar aquí o en el directorio de Televisión Nacional; sí podrá haber razones para que no esté en la gerencia de TVN, o en el departamento especializado nuestro.
–¡No podemos estar más de acuerdo!
–Pero si no está la señora Juanita y está otra persona, es porque me dirás “es menos probable que los partidos designen a la señora Juanita”; bueno, pero volvamos al punto: quién designa y veamos alternativas.
–Mírelo así. Le preguntamos a Francisco Vidal como presidente del directorio de TVN si preferiría a Maura Rivera o Yamna Lobos, y no conocía a ninguna de las dos…
–Yo tampoco.
–Le cuento que una porción abrumadora de la audiencia televisiva vespertina ha hecho su preferencia por una u otra, probablemente conociendo aspectos biográficos de sus vidas, también obtenidos por televisión.
–Pero eso sería importante si yo tuviera que tomar una decisión sobre eso y no estuviera informado. La verdad es que no hay ningún chileno que vea la cantidad de televisión necesaria para esta profesión, no hay que confundir el rol de uno mismo como televidente y el rol de uno como autoridad.
–¿Puede el señor abogado que no ve la televisión que ve el común de los chilenos, definir los contenidos óptimos a los que éstos deben exponerse?
–El CNTV no hace eso por lo menos.
–Pero por la vía de la sanción establece criterios.
–El consejo tiene dos tipos de atribuciones, una que tiene que ver con aquellas cosas a las cuales se propende: pluralismo, paz, rechazo al racismo, etc. Por otro lado, hay ciertas conductas que han sido definidas por los poderes públicos como indebidas, son pocas y además bastante genéricas; después, el consejo ha tenido que interpretarlas.
–Por ejemplo, lesionar la dignidad de las personas es una de las cosas que sanciona el consejo. Chilevisión ha recibido multas por esta causal, pero los programas donde han ocurrido siguen en el aire porque la gente los ve.
–Espérate un poquito, no hay ninguna norma que prohíba programas de farándula, de copuchas y de comentarios. Segundo, nadie que yo haya escuchado ha sostenido que esos programas son imposibles de hacer sin ofender la dignidad de las personas. Ahora, cuán amplio es el concepto de dignidad de las personas es otra cosa. El consejo no anda preocupado de la farándula, aunque a algunos consejeros les debe preocupar más que a otros.
–La presidencia interina de Herman Chadwick estuvo centrada en ese punto.
–Todos tenemos derecho a esas opiniones. Cuando yo no era autoridad, escribí una carta al diario reclamando por el tratamiento a Paulina Nin en un programa de farándula del 13. Como telespectador me molestaron muchísimo algunas cosas y decidí escribir. De ahí a que yo crea que si hubiera sido autoridad lo hubiera sancionado, no sé, tendría que haber visto si eso transgredió o no alguna norma. La gente no tiene que tener la idea de que uno sanciona los gustos, un juez sanciona conductas que estén tipificadas y siempre hay un margen de interpretación.
TELEVISIÓN ENGAÑOSA
–Usted, que entró a TVN el año ’90, ¿no siente que hay un retroceso en el periodismo de investigación en TV?
–El ’90 lo que hubo fue una gran ampliación de la libertad de expresión, en ese sentido creo que efectivamente los medios en general, particularmente la televisión, son hoy día menos inquisitivos.
–A usted le tocaron los coletazos del “Informe especial” que entrevistó a Michael Townley.
–Hicimos lo de Townley, también el primer programa en que se trató la tortura y los desaparecidos. No tengo ninguna duda que cualquiera que hubiera sido el costo en TVN no podíamos dejar de tratar esos temas y de ser los primeros en hacerlo. Esto lo comprobamos para los 30 años del 11 de septiembre del 73. Lo que hizo la televisión esos meses, antes y después del aniversario, fue que cambió la percepción histórica de una enorme cantidad de gente.
–¿Cree usted que la televisión está en deuda con la cultura y con el debate en temas de interés público?
–Sí, sí, toda la televisión.
–¿Por qué?
–Porque la televisión en Chile es una industria y los canales son empresas, pero por alguna razón la ley no las trata exactamente igual que a otras, no existe un Consejo Nacional de la Prensa en la Constitución. Le impone o espera de la televisión en general cierto tono, modalidad o énfasis en el servicio público que no exige de otros. Si bien se tiende a exagerar el poder de la televisión, es más o menos aterrorizante cuando el 70% de los chilenos dice que se informa exclusivamente por la televisión.
–Es un tremendo poder.
–No existe la posibilidad de una empresa de no tomar en cuenta la sociedad en que viven, no estoy hablando de la responsabilidad social, estoy hablando cosas bastante más complejas. La televisión en Chile tiene que saber que la sociedad y la ley le piden cosas distintas y le imponen ciertas obligaciones. Y dentro de eso, en un régimen democrático la televisión no puede excluirse del debate público, no va a reemplazar a otras fuentes de información.
–¿En qué sentido?
–En el sentido de que esto no sólo tiene que ver con los programas de debate, tiene que ver con que uno ve situaciones en que dice “oye, quién será el que está decidiendo el orden en que aparecen las noticias, cuál será su concepto de importancia intrínseco”. Algún día la llegada del hombre a Marte va a quedar después de qué futbolista salió con qué modelo a qué discoteque. Todas las investigaciones que se han hecho dicen que el público interpreta el orden y la extensión que se le da a cada noticia en los medios audiovisuales como una señal de la importancia que el medio le concede a esas cosas. Desde ese punto de vista, las críticas que uno pueda hacer son críticas a algo que debería ser profesionalmente más exigente.
–¿Le falta responsabilidad a los profesionales de la TV?
–No. Yo creo que hay que evitar que los programas periodísticos pasen a ser un show más, y esto tiene que ver con el respeto a los géneros.
–¿Se está borrando la frontera entre información y show?
–Así es, y sobre todo en el caso de la información, los medios deben ser más cuidadosos en distinguir cuándo están informando de cuándo están opinando o dramatizando.
–Un político comentaba que veía con espanto como en las noticias se hacían recreaciones de hechos, que eso en Europa no se podía hacer.
–Eso es lo peor. Ya es bastante malo cuando son recreaciones, pero además es peor cuando no les ponen que son recreaciones, porque hay veces que la falta de imágenes podría justificarlo, pero entonces es mejor hacerlo con un formato distinto del cine para engañar menos. Se podría incluso hacer con animaciones o con diagramas. En cualquier medio serio del mundo, es obligación que la imagen corresponda a lo que se está hablando o se haga la salvedad correspondiente, que es perfectamente lícita. LND
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