Estudiantes: ¿el despertar de un largo letargo?
PLANTEAMIENTOS
Una sociedad está enferma si deja de cuestionarse e interrogarse a sí misma. Gracias a los jóvenes secundarios podemos ahora de nuevo percibir que quizás estemos vivos como sociedad. Lo cual no es poco.
Pablo Salvat
Filósofo de la U. Alberto Hurtado
Es más que eso... Mirando las imágenes, siguiendo las palabras de los jóvenes secundarios, es como si la esperanza volviera a alzar su vuelo. Corre un cierto escalofrío, en muchos de nosotros, cuando los ve correr alegres y desenvueltos creyendo que sí, que también pueden ser actores de la marcha y el destino del país, de su propio país. Con su accionar, sorpresivo para la mayoría, muestran que no comparten el leit motiv de que se hace todo para ellos pero -claro- sin ellos. Cuando las elites de poder y económicas creían que ya buena parte de la sociedad y sus expresiones estaban adormecidas y aletargadas en la forzada aprobación del modelo de sociedad, este renacido movimiento estudiantil -que emerge cuando menos se esperaba-, tiene la capacidad de poner sobre la mesa educacional una discusión sobre la legitimidad de decisiones y leyes adoptadas, unas, en las postrimerías del régimen militar, otras, después.
La interrogación deliberante sobre la legitimidad normativa no afecta sólo lo sucedido con la educación. Por primera vez, podemos comenzar a interrogar la marcha de la previsión, la salud o el medio ambiente, las riquezas básicas, entre otros. Muchos años han tenido que pasar para poder confrontar el modelo con algún ideario de igualdad, justicia o solidaridad -aunque sea poco claro o elaborado conceptualmente- y no sólo con su eventual eficacia o eficiencia.
El disciplinamiento y control social vía necesidad de sobrevivencia en el mercado -además, por cierto, de la ausencia de voluntad de las elites-, aparentaban que todo se hacía acorde con la naturaleza de las cosas. Que no se podía ir contra ella. Hemos vivido todo este tiempo bajo una naturalización de lo económico y lo social, del mismo orden de la sociedad. Esa naturalización lo hace aparecer como ineluctable, inamovible, so pena de sufrir las penas del infierno a quienes lo intentaren. ¡Qué visión más alejada del significado y sentido de la política y la democracia misma! ¡No basta con la representación al estilo clásico, con probidad, rendición de cuentas y transparencia!
Parte de la crisis actual de la política, no sólo en este lugar del mundo, está ligada con la crisis de representación. ¿Acaso no nos percatamos del cuestionamiento constante a la labor de las elites políticas? ¿De que se percibe un desfase entre las demandas ciudadanas y las que están dispuestas a admitir y procesar la elite politica? ¿De que muchas veces ellas aparecen más inquietas en no desagradar a los llamados poderes fácticos que en hacerse eco de manera cabal de las necesidades y anhelos ciudadanos? Entonces, no basta con atenerse al actual modelo de representación. Lo ocurrido ahora con los secundarios pone de manifiesto los problemas de funcionamiento de nuestra propia política democrática. Por esto, aparece como errada la reacción gubernamental que ve estos sucesos como expresión de un mero “gallito” de fuerzas.
La representación es muy relevante, pero hoy insuficiente. Los ciudadanos demandan ser escuchados, que su palabra pública tenga cabida en las decisiones de sus elegidos. Piden trascender una democracia delegativa y encaminarse hacia una más ciudadana. Los técnicos y expertos están para viabilizar sueños, esperanzas y necesidades del soberano autoorganizado; éste fija las finalidades mediante procesos de argumentación y deliberación abiertos, participados y en igualdad de condiciones.
Una democracia requiere de una sociedad viva y activa para asentarse. Porque la democracia (no hay que olvidarlo), fue una creación, desde los griegos, basada en la idea de que una colectividad es capaz de autoinstituirse y autogobernarse. Como sostenía Cornelius Castoriadis, una sociedad está enferma si deja de cuestionarse e interrogarse a sí misma, no sólo en sus expresiones parciales, sino a nivel de sus fundamentos y finalidades. Gracias a los jóvenes secundarios podemos de nuevo percibir que quizás estemos vivos como sociedad. Lo cual no es poco.
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