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Centros Chilenos en el Exterior

La innombrable

La innombrable

EL FANTASMA DE LA ENERGÍA ATÓMICA ACECHA A CHILE

Bajo la apuesta de Endesa con las centrales hidroeléctricas en Aysén, ha asomado la posibilidad nuclear. La empresa española instaló la disyuntiva: represas o energía nuclear. Eduardo Frei y Bruno Philippi piden iniciar un plan de desarrollo nuclear, una alternativa que no está incluida en el programa de Bachelet.

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Carla Alonso y José Miguel Jaque

En diciembre pasado, ejecutivos de Endesa se reunieron con dirigentes ambientalistas, principales detractores del proyecto Aysén que contempla construir cuatro grandes represas en plena patagonia de la XI Región. Mientras avanzaban el power point, el representante de Endesa dijo: “Si ustedes se siguen oponiendo a las represas, vamos a tener que optar por la ‘innombrable’”, cuenta una destacada líder medioambiental. “Decían una y otra vez ‘la innombrable’, hasta que les dije: ‘Oye, ¡basta! Todos hemos visto Harry Potter. Sabemos perfectamente que están hablando de la energía nuclear y no nos da miedo’”.

Desde ahí, el tema “innombrable” ha sido condimento del debate sobre los kilowatts que necesita Chile, aunque subterráneamente. La posibilidad de instalar centrales nucleares, como contrapartida a las represas, no sólo ha sido sugerida por Endesa. Personajes como el ex Presidente Eduardo Frei y el presidente de la Sofofa, Bruno Philippi, la han deslizado como una vía-digna-de-estudio para hacer frente al incierto escenario energético. Incluso el ex Presidente Ricardo Lagos dio el sí a la energía nuclear en su última cuenta pública del 21 de mayo pasado. La idea quedó flotando en el aire. O al menos eso pareció.

PRIMERAS PIEDRAS

Esta semana, en pleno homenaje del Colegio de Ingenieros, el senador Frei criticó los altos costos que está exhibiendo el precio de la energía. “Es un escándalo, estamos pagando el doble de lo que cancelábamos hace tres o cuatro años”, dijo. Y agregó que esto sucede porque aún no se toma la decisión de construir centrales hidroeléctricas que, según explicó, es el único recurso que tiene Chile y el menos contaminante de todos. Si no, amenazó Frei, “digámosle al país que en los próximos años tendremos que recurrir a la energía atómica. Lo demás es engañarnos”.

Poco antes, coincidencias de la vida tal vez, Bruno Philippi, presidente de la Sofofa, sugerió algo similar pero más sutilmente. La cita fue un seminario sobre “Eficiencia energética en Chile”, que se realizó en el edificio de la Industria, corazón del “Sanhattan” chilensis. Ahí, Philippi introdujo la idea comentando que existían otras energías que el país iba a tener que considerar. “Se ha hablado desde hace tiempo de la energía nuclear. Hay gente que simplemente por la palabra dice que eso no tiene ningún sentido. Es de las pocas alternativas que existen, por las dificultades que esto tiene por el procesamiento de los residuos. Pero pensar que uno se va a cerrar a esas opciones, al final uno termina en un mundo peor”, dijo el presidente de la Sofofa.

Sara Larraín, también invitada al seminario, recibió el comentario de Philippi con cara de rechazo. Y es que para ella, la energía nuclear no es una opción sustentable ambientalmente. Cree que va en retirada a nivel mundial. Además, sabe que Bachelet descartó ese tipo de energía en un acuerdo que suscribió con los ambientalistas el 21 de noviembre pasado en el Jardín Botánico Chagual. El punto número siete del “Decálogo ambiental” lo dice clarito.

LOBBY NUCLEAR

Al parecer, Philippi -sin querer queriendo- introducía al debate una idea que tiene cada vez más adherentes en el mundo desarrollado. Francia depende de la alternativa nuclear para tres cuartos de su energía eléctrica. Finlandia está instalando un reactor importante y el Reino Unido estudia nuevamente desarrollar su potencia nuclear. Para algunos analistas como Carlos Martínez, el panorama es claro: en un mundo de altos costos de energía, esta opción es cada vez más atractiva.

Pero este no es cuento nuevo. En el último mensaje del 21 de mayo pasado, el ex Presidente Ricardo Lagos resaltó la incorporación del estudio de otras alternativas energéticas para el país. “Si queremos energía segura y limpia para el futuro estamos obligados a pensar en otras fuentes no convencionales de generación de energía, necesitamos repensar los nuevos procesamientos tecnológicos del carbón que no contamina y también necesitamos pensar en la energía nuclear. Sí, la energía nuclear”.

Lagos no hablaba de más. En Chile existen dos reactores nucleares experimentales con fines científicos donde expertos llevan más de 40 años de investigaciones. “Tenemos conocimiento del tema”, asegura José Miguel Serrano, economista y consultor en infraestructura energética. “Si bien la construcción de una planta nuclear requiere mucha tecnología y seguridad, eso se puede hacer utilizando la experiencia chilena y contratando profesionales extranjeros”, asegura Serrano.

A fines de 2004 y comienzos de 2005, varios lobbystas asociados a la industria nuclear francesa rondaron por Chile. Una destacada ambientalista cuenta que por el lado comercial, las gestiones fueron encabezadas por la empresa Areva, que vino a nuestro país para realizar presentaciones. Invitaron a todos los consultores energéticos. Ofrecían reactores chicos. En términos políticos, el actor que más dio la cara fue la Embajada de Francia.

CUENTAS ALEGRES

Ricardo de Dicco, investigador científico del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, de la Universidad del Salvador, Argentina, cuenta que a lo largo de toda la cordillera existen grandes reservas de uranio. “De acuerdo a los estudios que he visto de sísmica en tercera dimensión, hay grandes indicios de que Chile tiene una porción significativa de reservas uraníferas, que podrían llegar a abastecer a cinco centrales nucleares de baja potencia (100 MW), por una vida útil de 20 años”.

Para tener una idea grosso modo, explica De Dicco, una central de 700 MW puede oscilar entre los 800 y los 1.300 millones de dólares de costo. Comparativamente, cuestan un poco más que las centrales térmicas a gas natural y requieren de personal altamente calificado para casi todos los puestos de trabajo. Según el experto, las centrales nucleares no contaminan y no tienen un problema de agotamiento de las reservas de uranio, como sí ocurre con los hidrocarburos.

La solución, desde su perspectiva, es que Chile acceda a centrales nucleares de baja potencia, que se puedan desarrollar en serie y cuyo proveedor sea un país con una larga tradición de intercambio comercial.

“Argentina tiene dos centrales nucleares en operación y la tercera la están terminando ahora. El Gobierno ya anunció la construcción de varias centrales más. La energía nuclear es crucial para la integración entre Chile y Argentina. Si Eduardo Frei y Carlos Menem, a comienzos de los ’90, en vez de utilizar el gas natural como eje de integración, hubieran usado la tecnología nuclear, Chile tendría solucionado todo lo que tiene que ver con calefacción y suministro eléctrico para el futuro”.

Sin embargo, por el lado de los ambientalistas duros, Douglas Tompkins es totalmente escéptico frente a esta opción. “La energía nuclear realmente no es viable. Se supone que a nivel global nos queda uranio para unos 37 años, y si seguimos con la actual tasa de consumo –que se está acelerando- podría acabarse en 30 años. Esto no nos da tiempo suficiente para amortizar una central si se empieza a construir hoy mismo, lo que en sí sería imposible debido al tiempo de preparación que requiere”.

Su amigo Juan Pablo Orrego tiene la misma visión macro. “Me parece aberrante siquiera considerarlo. Esa tecnología implica unos riesgos enormes porque los desechos son intratables, algunos de ellos pueden tener vida radiactiva por siglos o milenios. Crean un vacío ambiental que en este momento es inmanejable”. El ecólogo explica que hasta hoy no existe manera de tratar los desechos y se silencia el tema porque se están guardando en minas abandonadas de carbón y sal.

Pero los desechos nucleares no serían lo peor. Luis Vargas, magíster en Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de Chile, advierte que el tema de la seguridad -incluso ante ataques terroristas- está pasando colado. “Estas plantas tiene un nivel de seguridad muchísimo mayor que antes por este efecto. Ahora, con redes internacionales como Al Qaeda o las que aparezcan en el futuro, el riesgo no es sólo que la planta estalle sola, ¡si no que alguien la haga explotar!”

AMBIENTALISTAS DIVIDIDOS

A comienzos de semana Patrick Moore, uno de los ecologistas pioneros que fundó Greenpeace en 1971, desató la ira de sus antiguos camaradas verdes. En una suerte de ‘mea culpa’, escribió en “The Washington Post” que la energía nuclear era la única alternativa para evitar el calentamiento global. Según él, se vuelve urgente e imprescindible que los países desarrollados apuesten por ella. Sus ex camaradas lo trataron de mercenario. Pero el reconvertido Moore parece convencido de que la energía nuclear terminará imponiéndose.

“A principio de los setenta, tal como la mayoría de mis compatriotas, creía que energía nuclear era sinónimo de holocausto. Esa convicción inspiró la primera travesía de Greenpeace hacia la espectacular costa rocosa del noroeste para protestar por las pruebas de las bombas estadounidenses de hidrógeno en las islas Aleutian de Alaska. Treinta años después, mis puntos de vista han cambiado, y el resto del movimiento ecologista necesita actualizar sus prejuicios también, ya que la energía nuclear debería ser exactamente el recurso energético que puede salvar nuestro planeta de otro posible desastre: el catastrófico cambio climático”.

Tras haber firmado lo que parece ser su sentencia de muerte para todo buen ecologista, argumenta que más de 600 plantas eléctricas que funcionan con carbón en los Estados Unidos producen el 36% de las emisiones norteamericanas de CO2 -10% de las emisiones globales-, el principal causante del cambio climático. “La nuclear es la única energía de gran escala con buena relación costo-efectividad. Puede reducir esas emisiones mientras sigue satisfaciendo una demanda creciente de energía. Y, al día de hoy, lo puede hacer de forma segura”.

En su artículo, Moore hace un repaso de los problemas de la energía nuclear -la seguridad, el terrorismo, las armas nucleares o los residuos de alta actividad- y los deja reducidos a inconvenientes “asumibles” ante el riesgo del cambio climático. Los denomina simplemente “mitos de la energía nuclear”. Respecto a las armas nucleares, Moore argumenta que el mayor genocidio de las últimas dos décadas ha tenido lugar en África con un millón de asesinados a machetazos y no con bombas atómicas.

Respecto a la proliferación nuclear, propone el “uso de la fuerza” para evitar que terroristas o países -cita los presuntos “planes malvados” de Irán- utilicen las armas nucleares con fines destructivos. Eso sí, reconoce que este aspecto negativo es el más problemático. Más incluso que los residuos del combustible nuclear quemado, para los que propone la reutilización continua en un permanente reciclado del uranio y el plutonio.

Pero Moore no es el primer ecologista converso que adhiere a la energía nuclear. Esta semana simplemente se sumó al equipo de los pronucleares de origen verde, cuya figura más emblemática es el científico británico James Lovelook, creador de la “Teoría Gaia”.

“¿Patrick Moore? Pensé que había muerto... pero aquí está de nuevo –dice sorprendido Tompkins-. Este tipo ha sido totalmente desacreditado en el mundo medioambiental, es un chamullento. Además, él ‘ayudó’ a fundar Greenpeace pero ha sido un publicista pagado de la industria en Canadá durante muchos años y gana su dinero trabajando con grupos antiverde que han socavado la legislación medioambiental. ¡Olviden a este tipo! Es un chiste”.

POCA EFICIENCIA

Como telón de fondo de la discusión nuclear, el Ministerio de Economía lanzó el “Programa País de Seguridad Energética”, una iniciativa del ex ministro Jorge Rodríguez Grossi (también presente en la cita de la Sofofa), que busca poner a Chile al día en un campo que aún está postergado: el de la eficiencia.

La razón: el consumo de energía de los chilenos ha crecido al mismo ritmo que la economía. Peor aún, se ha propagado la idea de que el alto crecimiento de la demanda energética es un indicador de desarrollo. En ambos casos, se trata de dos anomalías que este programa pretende doblegar.

Pero lo que es inaceptable para el Gobierno, es motivo de alegría para el sector eléctrico. Endesa evoca esas mismas cifras de crecimiento de la demanda, para justificar la instalación de las represas. Así lo afirma el power point del proyecto-estrella de la compañía, donde se lanzan cifras astronómicas: “Con la incorporación al Sistema Interconectado Central (SIC) de nuevos proyectos mineros, la taza de crecimiento de la demanda se sitúa en torno al 6,8%”, señala el informe. Según Endesa, durante los próximos diez años la demanda se duplicará y al cabo de veinte, se triplicará.

“Cuando vi que el gráfico apuntaba derecho hacia arriba durante los próximos 20 años, me pregunté a mí mismo y luego a ellos cómo era posible calcular esto y si era deseable -cuenta Tompkins-. Tendría que haber una economía mundial creciendo a este ritmo que permitiera que Chile crezca a este ritmo. Me pareció tan improbable que no lo pude tomar en serio”, comenta en referencia a la presentación que hicieron los ejecutivos de Endesa en Pumalín.

Luego Tompkins, el ecologista puro, agrega que basarse en suposiciones de crecimiento sin pensar en sus consecuencias “es una forma peligrosa de planificar algo tan importante como un plan de energía para el país”.

Juan Pablo Orrego añade que es grotesco que las empresas traten de crear más energía en vez de disminuir la demanda. “Chile está proyectando una infraestructura energética como si fuéramos a quedarnos para siempre atascados en una fase productiva primaria”.

Si en algo hay consenso, es que Chile no es un país eficiente. “Porque es hidrocarburodependiente: el petróleo, gas natural y carbón mineral cubren el 76% de las necesidades energéticas generales; y en el caso del suministro eléctrico, el 58% de la demanda se satisface con generación hidroeléctrica. Entonces, cuando se presentan años secos la evidencia emerge”, explica Ricardo de Dicco.

Además la oferta energética chilena depende en un 63% de la importación. En el caso del petróleo, un 77% se importa de Argentina, 6% de Brasil, 5% de Nigeria y 5% de Perú; y en el caso del gas natural, el 81% del consumido por el aparato productivo chileno proviene de Argentina, único proveedor mundial de Chile.

ALTERNATIVAS

Que Endesa instale la disyuntiva energética entre las centrales hidroeléctricas o la “innombrable”, no sólo responde a una estrategia comunicacional de la eléctrica española. Según los expertos, también se debe al desconocimiento del tema y a la poco o nada investigación.

Luis Vargas estudió el tema de energías renovables en la Asian Pacific Energy Research Center, en Tokio. Con esa experiencia a cuestas, plantea que la opción de las plantas nucleares se toma cuando no queda otra alternativa.

La pregunta es si nos queda otra opción. “Claro que las hay”, responde.

A modo de ejemplo, Vargas indica que la capacidad instalada en Alemania de energía eólica es suficiente para satisfacer toda las necesidades del sector eléctrico de Chile sumados el SIC y el Sistema Interconectado del Norte Grande (SING).

“Hay gente que piensa que no tenemos recursos suficientes porque un aerogenerador produce de 500 kilowatts o un mega. Y una planta como Ralco o Colbún son de 500 megawatts. Entonces, la gente dice ‘es mucho mejor la de 500 mega’. Pero en realidad el cálculo es cuántos aerogeneradores puedo poner en Chile y la respuesta es que casi tenemos para satisfacer toda nuestra demanda de aquí a 20 años si quisiéramos. Es una tecnología absolutamente probada y funciona”.

De hecho, la Comisión Nacional de Energía (CNE), incluyó en el Plan de Obras del Informe Técnico Preliminar del Precio de Nudo del SIC, una central eólica por un total de 40 MW que podría estar activa a fines de 2008.

No es todo. Rolf Fiebig Zarges, presidente de la Asociación Chilena de Energías Renovables Alternativas (Acera), explica que la pequeña generación hidráulica también tiene un potencial enorme. “Podríamos triplicar lo que tenemos actualmente”. Asegura que Endesa está hablando de 2.400 MW. “En cambio nosotros –aclara- estamos hablamos de 20 mil MW, pero de pequeña generación, con un promedio de 4 MW. Demorarían sólo un año y medio a dos en construirse. No ocho o diez años, como lo que propone Endesa”.

Fiebig propone además la alternativa solar, que ha sido probada durante 15 años en el desierto de Mojave, en California. Esta opción consiste en el aprovechamiento de esa energía por medio de espejos en canaletas parabólicas que permitiría generar 50 MW en un kilómetro cuadrado. “Si utilizáramos un quinto de ese norte tan soleado que tenemos podríamos fácilmente generar 250 mil MW y eso es una cosa espectacular”, explica el presidente de Acera. “Si llegáramos a generar 50 ó 100 mil MW en los próximos diez años, ¡le exportaríamos a Evo Morales! ... hasta a Hugo Chávez”.

Como guinda de la torta, un ex ministro explica que las energías alternativas tienen éxito relativo en Europa, gracias a que se les subsidia fuertemente. “Pero Chile no subsidia nada y dejamos que el mercado escoja lo más económico para favorecer al consumidor. En el caso de la energía eólica o solar, el mercado está completamente abierto para que se instalen, pero desde el punto de vista de los costos, todavía no son lo suficientemente económicas para hacerlas masivas”, sentencia.

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