Península coreana, un mortal juego de guerra estadounidense
Escrito por Pedro Blas García *
05 de abril de 2013, 16:31
La Habana (PL) Casi a 60 años de concluir la Guerra de Corea, Estados Unidos intensifica hasta límites insostenibles "juegos" bélicos destinados a aniquilar a la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Esta vez y aunque reproduce una campaña mediática internacional similar, Washington amenaza con armas nucleares y emplea, en las continuas maniobras bélicas, equipos militares como nunca antes.
En las áreas cercanas al norte de la Península vuelan los estratégicos B-52, los "invisibles" Stealth B-2 y ensayan maniobras los F-22 Raptors de última generación, además de submarinos atómicos y destructores de avanzada técnica.
El abrumador despliegue ordenado por el Pentágono incluye la puesta en operaciones de radares antimisiles y un reforzamiento del número en sus tropas acantonadas en Corea del Sur, Guam y otras áreas de la región.
Casi simultáneamente, Washington orquestó una campaña mediática y de presiones internacionales, avaladas de una u otra forma en el seno de Naciones Unidas, de las cuales forman parte sanciones de orden económico, aún mayores que las establecidas en el bloqueo existente desde 1953 contra la RPDC.
Para la dirección política y militar de Corea del Norte, esas acciones no tienen precedentes como provocación e intento de humillar al país y poner en alarmante tensión a la Península y a toda la región del noreste asiático.
Pyongyang argumenta que los objetivos son la destrucción de la nación, desmantelar el régimen socialista e impedir el desarrollo económico y tecnológico, cuyos avances se reflejan en el lanzamiento de un satélite, y las pruebas de cohetes de mediano y largo alcance.
La posición de la RPDC demuestra que está en condiciones de responder a una agresión externa, incluso con la utilización de sus armas nucleares, cuya especialización es esencialmente fruto de sus propias experiencias.
APELAR A LA MEMORIA HISTÃ"RICA
Entre los años 100-300 antes de nuestra era y hasta 1910, Corea mantuvo a toda costa la independencia hasta la última dinastía Joseon y su fundador, Yi Seong-gye, el llamado rey Taejo, derrotada por la invasión del Japón Imperial.
La ocupación japonesa degradó todos los indicadores sociales, económicos y humanos de los coreanos, masacró a miles de pobladores y violó derechos ciudadanos, cuyas indemnizaciones han sido ignoradas hasta la actualidad.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Japón cedió posiciones ante los Aliados. Estados Unidos mantuvo tropas en el sur y en 1948 propició la división del país a partir del Paralelo 38.
Ese mismo año, las guerrillas antijaponesas, lideradas por Kim Il Sung, establecieron una gobierno en el Norte y crearon la República Popular Democrática de Corea.
De inmediato y en medio de la agudización de la Guerra Fría, Washington apoyó al régimen de Syngmon Rhee y en 1950 estalló un conflicto bélico que causó más de dos millones 500 mil víctimas civiles y la destrucción de miles de pueblos y aldeas.
Contra Corea del Norte se lanzaron tropas estadounidenses y de sus principales aliados de entonces y de hoy como Australia, Taiwán, Filipinas, Tailandia, Nueva Zelanda y, por supuesto, Corea del Sur.
Una y otra vez, incluso sin cesar combates, hubo negociaciones auspiciadas por las partes en conflicto como la entonces Unión Soviética, China y Estados Unidos, entre otros.
Las situaciones, cambiantes en cada momento, implicaban a más de un millón de combatientes de los dos bandos y los cruentos bombardeos aéreos de los B-29 contra localidades como Uiju, Wonsan y la propia capital norteña, Pyongyang.
Tras la destitución del general Douglas MacArhur, quien propuso arbitrariamente bombardeos atómicos, la paz, a través de un armisticio, se logró el 27 de julio de 1953.
Aquella guerra no debe repetirse, opinan hoy los más avezados analistas y dirigentes políticos de todo el mundo, quienes reconocen, sin dudas, que la presente situación no tiene precedentes y es la más grave amenaza a la paz de este convulso mundo.
*Jefe de la redacción Asia y Oceanía de Prensa Latina.
arb/pgh
0 comentarios