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Adiós a un verdadero misionero

Adiós a un verdadero misionero

La muerte del padre Juan genera congoja en Río Gallegos

Murió a los 85 años tras sufrir un accidente doméstico. Era uno de los sacerdotes más reconocidos de la Diócesis de Río Gallegos por su labor pastoral en la región desde mediados de la década de los ‘60. Llegó desde España hasta el confín del mundo, donde dejó su legado. Sus restos eran velados desde anoche en la iglesia de San Cayetano y serán sepultados en el cementerio local.

Río Gallegos Martes, 16 Abr 2013  

La Opinion Austral      

Foto:A su llegada a Río Gallegos, el padre Juan (primero de la izquierda) con el padre obispo Mauricio Magliano y el padre Felicísimo Gómez.

El apreciado padre Juan Barrio Herrero murió ayer, a los 85 años, en el Hospital Regional de Río Gallegos. Se encontraba internado luego de sufrir un derrame cerebral, tras haber padecido una caída y golpear su cabeza contra el piso.

Sus restos eran velados desde anoche en la iglesia de San Cayetano (calle Jofré de Loaiza 921), parroquia que terminó de construir, al igual que muchas otras en esta capital. Luego de las exequias, serán sepultados en el cementerio local.

El vicario general de la Diócesis de Río Gallegos, Antonio Rant, destacó la labor del padre Juan, como comúnmente se lo conocía en la ciudad, y recordó que había participado de la misa de Semana Santa, pero luego se “resbaló y se golpeó la nuca contra el piso, lo que le ocasionó un derrame cerebral”, indicó Rant en declaraciones al móvil de LU 12 Radio Río Gallegos.

Se espera que el obispo Miguel D’Annibale arribe desde Buenos Aires a esta capital la mañana de este martes, para que oficie una misa en memoria del sacerdote.

Monseñor remarcó la vida sacerdotal y solidaria que tuvo el padre Juan y aseguró que “nos va a cuidar desde el cielo, como nos cuidó en la Tierra”, aseguró emocionado D’Annibale.

Rant confirmó que tras el velatorio y antes de darle el último adiós, se realizará una caravana con sus restos por todas las parroquias donde el padre Juan dejó su impronta, para que los fieles puedan despedirse.

Su deseo era ser sepultado en el predio de la iglesia San José Obrero. Trascendió que será trasladado al cementerio de forma provisoria, para luego cumplir con su último deseo.

Fueron innumerables los mensajes que llegaron a los medios de comunicación para solicitar que las autoridades resuelvan un decreto de luto ante la muerte del reconocido sacerdote. Pero hasta anoche sólo se enviaron obituarios y el Consejo Provincial de Educación decidió otorgar asueto escolar para las instituciones religiosas (Ver ‘Asueto escolar’).

Al confín del mundo

El padre Juan no perdió nunca su acento

español, ni tampoco su espíritu solidario.

(Foto / Radio San Diego)

Ingresó al seminario a los once años, aunque asistió entonces durante sólo un año, y retomó esa formación a los 27, luego de haber ejercido como maestro en una escuela para gitanos, en España. Durante tres escasos años ejerció el sacerdocio en su provincia natal, pero su espíritu inquieto lo decidió a dedicarse a las misiones, para las que se formó durante un año, luego de ser visitado por monseñor Mauricio Magliano, el primer obispo de una de las dos nuevas diócesis creadas en este confín del mundo. Se le adelantó a monseñor Nevares en Neuquén, por eso el padre Juan Barrio Herrero llegó con Felicísimo Gómez a Río Gallegos, cual conquistador, el 12 de octubre de 1966, y se quedó entre nosotros, siempre preocupado por los más necesitados. Desde entonces, compartió la labor con todos los pastores de la diócesis. Llevó más de 46 años consagrado a las misiones en nuestro medio, a cargo de la primera parroquia, San José Obrero. Y a pesar de su edad avanzada, tenía aún muchos sueños por cumplir.

Entrevista

En una entrevista del suplemento “Habladurías” de La Opinión Austral publicada el 16 de mayo de 2009, el padre Juan recordó cómo fue que llegó al fin del mundo.

“Les escribí a los dos obispos de las nuevas diócesis, estaban en el Concilio Vaticano II, y los dos me contestaron muy atentos que me recibían en sus diócesis, pero monseñor Magliano se adelantó y me escribió enseguida diciendo que en el final de la semana, después del Concilio, estaba decidido a ir hasta España, tomó el avión, y me visitó en la iglesia donde yo estaba, hablamos y nos entendimos muy bien. Tenía que hacer un curso de preparación para venir, en Madrid, por medio de una obra que hay de cooperación sacerdotal a Hispanoamérica. Hicimos el curso, unos 60 sacerdotes salimos aquel año a distintas partes del mundo, después de estar allí casi un año, en preparación para venir a las misiones. Mientras tanto, yo atendía la parroquia, vivía en Madrid durante todo el curso, porque teníamos que asistir a las clases, pero al final de semana me iba a la parroquia en una moto. Luego pensé que ir solo no estaría bien, porque los apóstoles iban de a dos, así que me busqué un sacerdote, que fue el padre Felicísimo Gómez, que estaba en un pueblecito de la provincia de Segovia, como yo”, señaló el padre Juan a pocos días de haber celebrado su cumpleaños 82.

Continuó relatando que “a él le interesó, empezamos a hacernos amigos y nos decidimos a venirnos juntos. Salimos de España un 21 de septiembre, vinimos en barco, para probar, que no lo he vuelto a hacer porque resultó pesadísimo, fueron, creo, unos 20 días en barco, hasta el 4 de octubre, el Día de San Francisco, cuando llegamos a Buenos Aires y salió a recibirnos al puerto monseñor José Eulalio París, que era vicario general entonces aquí, en la diócesis. Allí nos dijeron que teníamos que quedarnos hasta el 12 de octubre, para entrar a Río Gallegos como cuando Cristóbal Colón entró a América, pero eso era porque no había durante la semana mucha gente para recibirnos, y ese día estaba el festejo de la Casa España. Vinimos al aeropuerto de la Marina -era en el predio del Campus universitario-, y estuvimos por acá, donde estaba ya San José Obrero, con un saloncito chiquitito, y asistían a el las hijas de María Auxiliadora: las hermanas Juanita, Antonia, las hermanas Pérez, Elena Aruzi que ahora está en Río Grande, cumpliendo ya 50 años de religiosa”.

Preocupación

Siempre mostró preocupación por los más necesitados. “Por los pobres, naturalmente, me llama la atención porque tienen hambre y tienen frío, esta es la verdad, tenemos hambre y pasamos mucho frío, eso yo lo repito ochenta millones de veces en el barrio San Benito, yo quiero que no tengan hambre y que no pasen frío, y que podamos promocionar un barrio que va a ser el orgullo y la alegría más grande de Río Gallegos, porque está mejor planificado, pero tienen que seguir nuestros pasos, trabajar en conjunto, escuchar nuestras voces, que sea una participación del gobierno y de la población”.

Estaba a cargo de las parroquias de San José Obrero, San Benito y María de Nazareth, y aseguró que la iglesia había llegado a los barrios Náutico, Vial y Juan Pablo II, porque “son muchos los chicos, cientos, miles, que no van a Catequesis y nos atormenta, nos preocupa mucho, porque tienen que estar educados para que el día de mañana sean el intendente, los diputados, el gobernador, los que dirijan el pueblo. Y si los dejamos solos vamos a tener que meterlos en la chacra del Obispado, para recuperación de jóvenes y chicos que andan por malos caminos, y eso no queremos. Queremos que sean los más lindos, que tengan coches nuevos, y que vivan a lo grande y con su familia bien constituida”.

El padre Juan se fue, pero dejó sus obras y un legado que será recordado por todos aquellos que lo conocieron.

Padre Juan Barrio Herrero

Nació el 10 de mayo de 1927 en Segovia (Castilla Vieja), España.

Su ordenación fue el 15 de julio de 1963 y su primera misa la realizó al día siguiente en su pueblo natal.

Ejerció el sacerdocio durante tres años en la localidad española de Cuellar.

Llegó a Río Gallegos el 12 de octubre de 1966, lugar que lo apasionó por 46 años.

 

 

 

 

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