Mina San José: Pirquineros temían que les pasara algo en el socavón
Silvia Segovia, quien tiene a su hermano y dos primos atrapados, contó que el yacimiento estaba “lagrimeando” y que sus familiares estaban temerosos. “Mi hermano tenía claro que no volvería”, dijo. Mientras transcurren las horas, la espera por tener noticias de sus parientes se ha tornado angustiante.
Por Christian Palma/Enviado especial a Copiapó
La magnitud de la tragedia se dibujaba en la cara de los bomberos que abordaron el último vuelo disponible de Lan con destino al Aeropuerto Desierto de Atacama, en Caldera, el pasado viernes por la noche.
Un voluntario, con casco de teniente bajo el brazo, tenía el seño seco, sin gestos. La mirada concentrada -quizás pensando en tareas de rescate anteriores, tal vez tomándole el peso al desastre al cual acudía- no daba pistas de lo que realmente pasaba por su cabeza. A esa misma hora, la Compañía de Bomberos de Chañaral y su Grupo de Rescate Minero -uno de los más especializados del país-, aceleraban su vehículo que corría veloz por la Ruta 5 Norte.
Cinco voluntarios habían sido convocados de urgencia luego que se hiciera pública la tragedia 24 horas antes y mientras la 4 x 4 ganaba millas, los expertos alistaban sus herramientas y se concentraban. A las 6:10 de la mañana del sábado, un equipo de nueve hombres ingresó por una chimenea de ventilación a la mina San José, yacimiento perteneciente a la empresa San Esteban.
A esa hora, la labor de estos bomberos se tornaba crucial dada su experiencia en este tipo de rescates y por las horas transcurridas desde el desastre. Tanto las autoridades como cercanos de los operarios bajo tierra depositaron todas sus esperanzas en su trabajo.
“Que nos digan la verdad”
Cerca de la barrera de entrada a la mina, Silvia Segovia, entre sollozos, señalaba que su hermano, Víctor y sus primos Esteban y Pablo Rojas están atrapados. Utilizando jerga minera, la señora explica que su hermano es perforista y recibe una remuneración mensual de 800 mil pesos, sus primos, uno palero y otro dinamitero, ganan 600 mil por turnos de 12 horas por día.
Agrega que desde el lunes la mina estaba “lagrimeando” y que sus familiares andaban con un mal presentimiento. “Cuando la mina llora no hay que entrar, pero si no trabajan no comen”, remarca Silvia.
La explicación a ese fenómeno está en que muchas veces la roca al presentar fisuras permite que salga agua de entre las grietas y que los “viejos” saben que el “cerro se los puede tragar”. “Mi hermano tenía claro que tal vez no volvería”, añade Silvia.
Pedro de 20 años, junto a su hermano de 14 están desde la tarde del viernes en el lugar. Apenas supieron la noticia partieron al Hospital Regional, ya que las primeras informaciones decían que los mineros llegarían en pocas horas a ese lugar. Por horas espero a su tío que lo crío a él y a su hermano desde que su padre, también minero, falleció años atrás en otro pirquén de la muerte.
“Lo único que quiero es que nos digas si están vivos o muertos. Ya me quiero ir pa la casa”, dice resignado. Como si el dolor y el luto que generan los accidentes mineros fuera parte obligada de su vida, un sino que los pirquineros aceptan sin mucho que reclamar. LN
1 comentario
ruth olate moreno -
estamos preocupados por todos las familiaes de los compañeros en pro blemas afectuosamente
Ruth Olate
Prtesidenta