Chile en erupción
La Nación Domingo
Domingo 11 de mayo de 2008
Por Alejandra Carmona y Beatriz Michell
Los imprevistos en un país volcánico
En el país existen más de dos mil volcanes y doscientos de ellos pueden entrar en erupción en cualquier momento. Sólo seis son monitoreados por científicos. La sorpresa del Chaitén destapó el verdadero peligro que sobresale en nuestro territorio sin que exista una red con suficientes recursos y especialistas. La lava puede caer en cualquier momento y no sabemos dónde ni cuándo.
El volcán Chaitén era el número 40, pero estalló antes que ninguno. Ese era su lugar en la lista de prioridades de monitoreo del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) antes del 2 de mayo, día en que comenzó a soltar humo y escupir piedras. La trágica sorpresa no sólo cayó sobre los chaiteninos, el Gobierno y las autoridades locales. También dejó con la boca abierta a los pocos científicos que estudian estos fenómenos en Chile.
"Cualquier volcán de la lista de los geológicamente activos puede entrar en erupción en cualquier momento", dice Luis Lara, vulcanólogo del Sernageomin. Desde el límite con Perú hasta Punta Arenas hay 200 cráteres que representan un riesgo para la población; sin embargo, el Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur (Ovdas) es el único organismo estatal encargado de monitorear los cambios que puedan sufrir estas montañas. Y, por supuesto, con menos recursos de los que necesita un país que concentra el 10% de los volcanes activos del mundo y dos de los cuatro más activos de Sudamérica.
Antes de que despertara la furia del Chaitén, otros episodios similares se vivieron con el Llaima (enero de 2008), Láscar (1993), Hudson (1991) y Lonquimay (1989). Sin embargo, hay una diferencia: el Chaitén no estaba ni en el mapa, al menos para la población. De hecho, cuando comenzó su actividad, las primeras versiones de las autoridades señalaban que era el Michimahuida el que había entrado en erupción. "Nosotros informamos, pero en la medida de nuestras posibilidades dice Lara . Normalmente lo hacemos en los lugares donde estamos haciendo los estudios, y éste no estaba entre nuestras prioridades". Osorno, Lonquimay, Llaima, Villarrica, Choshuenco y Calbuco son los volcanes privilegiados, un ranking determinado por criterios internacionales que toman en cuenta los peligros propios del volcán y la exposición de los territorios cercanos. "Nos encantaría monitorear más, pero no se puede. Estamos lejos de lo ideal, al menos deberíamos monitorear continuamente los primeros 20 y los 10 siguientes en márgenes de cinco a diez años", agrega Lara.
Sólo un ejemplo: 130 volcanes han estado activos en los últimos dos mil años en Alaska, pero en ese estado hay 22 científicos trabajando a tiempo completo y ahora monitorean más de 20 volcanes con satélites. Chile tiene sólo tres geólogos en esta tarea, y están lejos de utilizar este tipo de instrumentos.
"Estamos en un país altamente sísmico y volcánico y, a pesar que todos los expertos lo saben, hay una mala gestión de parte de los gobiernos. Cómo es posible que en un país donde existen 200 volcanes activos no tengamos una red de monitoreo. Es casi impresentable", dice Paola Vasconi, geofísica y coordinadora del Programa de Medio Ambiente de la Fundación Terram.
HUELE A PELIGRO
Si en Chile tuviéramos la mejor tecnología que existe en vulcanología, ¿se podría haber anunciado la erupción del Chaitén?
En algunos casos se puede anunciar la erupción de un volcán. Hay volcanes que son más predecibles y que con una buena cobertura instrumental se puede hacer un pronóstico. Hay que tener un conocimiento previo muy acabado, una estadística de las erupciones pasadas muy completa y una red de instrumentos muy poderosos que permitan detectar todas las señales con tiempo contesta Lara, seguro de que una de las piedras de toque para la investigación en Chile serán siempre los recursos económicos.
Uno de los volcanes monitoreados constantemente es el Osorno en prioridad número uno de monitoreo y está proyectado que en un futuro emita coladas de lava de hasta 12 kilómetros de longitud, que afectarían especialmente al lago Todos los Santos, Petrohué, el curso superior de este río y el lago Llanquihue, al norte de Ensenada. Sólo si se toma en cuenta la ciudad de Osorno, el hecho implicaría un desastre natural en una zona habitada por 132.245 personas, según el último censo de 2002.
En esta ciudad hay una labor conjunta de expertos, municipalidad y ciudadanía. Existe un trabajo de prevención e información a la población y directrices sobre la forma de actuar en caso de emergencia, y en un futuro está programado un plan de evacuación y medidas de planificación, como obras de ingeniería y caminos. Es decir, en caso de que este volcán entre en erupción y amenace a la población, la reacción será más ágil, coordinada y con mejores resultados que en aquellos sectores donde la gente desconoce la existencia de actividad volcánica.
En Santiago, por ejemplo, existen tres volcanes que podrían significar un riesgo para quienes habitan la Región Metropolitana: Maipo, Tupungatito y San José. Ninguno de ellos está siendo monitoreado, debido a la falta de recursos.
Chaitén fue el pueblo que tuvo que arrancar sorpresivamente esta vez, pero lo mismo puede ocurrir en cualquiera de las regiones del Chile cordillerano, salvo en las de Atacama y Coquimbo, que son las únicas libres de volcanes activos.
Mientras, los chaiteninos esperan ansiosos en medio de la incertidumbre de si podrán volver a sus hogares o tendrán que emigrar definitivamente de su pueblo. Estimaciones hay muchas. Algunos auguran cien años para que la tierra se recupere, mientras otros dicen que Chaitén podrá volver a cobijar a su gente cuando el volcán se calme, y que el azufre enriquecerá las tierras. Lo único certero es que no se podrá hacer una evaluación real y fidedigna del estado en que quedó la localidad hasta que el volcán termine con su actividad. "Estos volcanes pasan por un período de calma y luego vuelven a reactivarse. Esto puede durar meses, incluso años. No es posible predecirlo con exactitud", concluye Lara. LND
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