Blogia
Centros Chilenos en el Exterior

Sandro: El huracán y el humo que se va

Sandro: El huracán y el humo que se va
Por Marcos Moraga L. / La Nación

José Alfredo Fuentes, “El Pochito” para Sandro, recuerda su primer encuentro con “El Gitano” y sus pasos por estas tierras. Además, Gloria Simonetti y “los Sandros chilenos” recuerdan su estampa, su humildad y su humor.

Martes 5 de enero de 2010

Primer Festival de la Canción de Buenos Aires, 1967, y algo comenzaba a germinar. Tras bambalinas, Salvatore Adamo, Leonardo Favio y un compatriota, el joven José Alfredo “Pollo” Fuentes, quien había cruzado el cordón de los Andes para medirse con voces titánicas. El “Pollo” se tenía fe. Eso, hasta que vio cómo un recién llegado destrozaba el escenario, sin antecedentes más que un rumor circulando tras bambalinas: ese chico venía fuerte. Era Roberto Sánchez y ese día marcaría su ingreso al panteón de la música sudamericana, cuando se pasó del rock colérico a la balada romántica. El “Pollo” Fuentes calificó tercero. En el primer puesto, Sandro con “Quiero llenarme de ti”.

Más tarde, el “Pollo” y Sandro se hicieron amigos. “Póngame en contacto con el ‘Pochito’”, decía “El Gitano” cuando venía a Chile. Después del ’67, la agenda del “Gitano” se repartía en gran parte hacia este país. Un año después, el argentino actuaba en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar y no sacaba el acelerador de las giras. “Era un locura”, recuerda Gloria Simonetti, quien partió con Roberto Sánchez a una gira hacia el norte de Chile en 1971. Fueron 15 días en bus, que sirvieron para hacerse la idea de un “hombre muy, muy culto”, que gozaba con la conversa y para quien el cigarro no iba acompañado de la juerga.

“Varias veces lo acompañé, arrancando de los lugares donde cantábamos camuflados en algún disfraz. Por supuesto, a mí todas las mujeres me odiaban”, ríe Simonetti, recordando “el frenesí erótico” que se desataba en todas las localidades. “Era una persona increíble. Extraordinariamente inteligente. Tú lo veías con toda esa puesta en escena que tenía, y después conversabas con él sólo para darte cuenta que era muy equilibrado, maduro”.

El avión

En una de esas visitas, Antonio Vodanovic aventuró una talla. Lo encontró en el aeropuerto y le preguntó por el repertorio que haría en Chile. El argentino empezó a enumerar. El canoso le dijo: “Pero esa ya la cantaste”. Sandro lo negó, clarísimo en el repertorio que había hecho en el país. “Sí, la cantaste”, dijo Vodanovic, y le puso play a un video donde aparecía Sandro cantando en el “Festival de la una”. “El Gitano” no daba crédito, pero se rindió a la evidencia.

No era Sandro, era Julio Rivera de Chañaral, con quien Vodanovic estaba coludido para timar al argentino. “El Sandro chileno” tiene el mismo timbre que Roberto Sánchez y fue monarca en todos los concursos de dobles realizados bajo la mirada de Enrique Maluenda: “Dijo que lo único que me faltaba era el acento argentino”, dice Rivera.

Alojaba en el Hotel Carrera, porque ahí le gustaba. Pese al carácter de divo que construyó tras los muros de su fortaleza personal en Banfield, Buenos Aires, Roberto Sánchez no era esquivo en Chile. Hasta su habitación frente a la Plaza de la Constitución llegaban amigos, colegas, sus cercanos. Entre todos había espacio para Luis Soto Riquelme, el tributo chileno al “Gitano”. Soto recuerda veladas junto al cantante y la gente que llegaba a acompañarlo. Noches enteras, donde Sandro recibía la reprenda de sus cercanos por la cantidad de humo que echaba mientras desenvainaba los últimos chistes de su repertorio.

“Debe ser el rasgo que más me viene ahora a la mente”, dice el “Pollo” Fuentes, “el tipo es fanático de los chistes”. “El Gitano” conservó hasta el final ese humor, y una sencillez que en Chile lo hacía pasar desde un completo a una comida de lujo. “Pero era una pesadilla. Es que era una cosa impresionante lo que fumaba, prendía uno con el que se estaba apagando”, dice Simonetti.

En internet, por ejemplo, se transan registros de las presentaciones que sostuvo Sandro en Chile: en el Festival de Viña de 1975, en el programa “Vamos a ver” (1979 y 1980), en el Casino Las Vegas (1979, 1980, 1981), en “Amigos siempre amigos” (1983), “Una vez más (1989), y una presentación en vivo de 1986.

Gloria Simonetti dice que hace unos diez años tuvo su última conversación. Y cantó con Sandro en “Una vez más”: “Le pedían si podía compartir escenario y no se hizo ningún drama. Me enseñó como había que hacer las cosas. Muy llano, muy sencillo”. Después comenzó la reclusión voluntaria de Roberto Sánchez en Banfield, y una década de los noventa que lo tuvo pisando extramuros sólo para sus tandas de shows en los teatros de Buenos Aires.

La última vez que pisó Chile lo hizo en Televisión Nacional. Cantó “Una muchacha y una guitarra” junto al “Pollo” Fuentes. El de “Te perdí” pudo comprobar algo que siempre le llamó la atención en el reino del ego que es la TV: “Sandro primero se preocupaba de los tramoyas, de los camarógrafos, los saludaba a todos, muy atento”.

Después lo vio en una visita a Argentina. Almorzaron juntos y dice que Sánchez almorzaba con el cigarro colgando: “Le pregunté si no le molestaba. Me respondió que después de un tiempo ya no significaba nada, ni lo sentía, fumaba no más”.

José Alfredo Fuentes cumplió 40 años sobre el escenario. Y con motivo de ello, sus contemporáneos argentinos citaron a un asado. De nuevo, 40 años después, el “Pollo” Fuentes sobrevolaba la cordillera para encontrarse con Palito Ortega, Leo Dan y la alta guardia de la música latinoamericana nacida hacia el fin de los años 60. Pero esta vez no habría podio ni chistes. Ni disfraces ni luces. Leonardo Favio estaba enfermo. Y sólo llegó un recado de Sandro, excusándose de asistir a la reunión. Los cigarros, “Pochito”, los cigarros.

 

 

0 comentarios