Libro narra la audacia de abogados que pusieron entre las cuerdas a Pinochet
Dice Héctor Salazar, abogado y coautor de “Historia para no olvidar”, junto a la periodista Nancy Guzmán. La publicación desempolva el documento que los magistrados presentaron en la Sexta Asamblea General de la OEA de 1976 y las negaciones descaradas de civiles como Jaime Guzmán, Ricardo Claro y el actual presidente de RN, Carlos Larraín.
Viernes 25 de diciembre de 2009
Es junio de 1976 y mientras la junta militar, los cancilleres de todos los países americanos y el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, levantan sus copas por la embrionaria democracia, chilenos son secuestrados en autos sin patente y luego arrojados muertos a la Cuesta Barriga.
Se está celebrando en el país la Sexta Asamblea General de la OEA y del éxito de esta cumbre depende la legitimidad global del gobierno de facto. El lavado de imagen es perentorio en un momento en que los foros internacionales hablan de violaciones de los derechos humanos. Pero ni el ojo biónico de Pinochet, ni el despliegue de un grupo de agentes de la brigada femenina de la DINA -elegido cuidadosamente por Manuel Contreras para que pulularan por los hoteles e informaran sobre todas las conversaciones que escucharan entre sábanas y pasillos- logró detectar la misión que habían emprendido cinco abogados: infiltrar en la carpeta de todos los asistentes un documento que por primera vez hacía público los asesinatos, torturas y hostigamientos de los que era víctima el pueblo chileno, así como la negación y la pasividad absoluta de los Tribunales de Justicia y del Colegio de Abogados.
Acerca de esta gesta épica que protagonizaron Eugenio Velasco, Fernando Guzmán, Jaime Castillo, Héctor Valenzuela y Andrés Aylwin y sus consecuencias (los protagonistas recibieron golpizas y pagaron el atrevimiento con el exilio) habla el libro “Historia para no olvidar” de Héctor Salazar y Nancy Guzmán. Publicado por Catalonia, es también una radiografía de cómo operaba la derecha hace treinta años. Hasta la publicación de este libro no existió registro de ese bochorno en ningún medio de comunicación. Polvorientos en la Vicaría de la Solidaridad, sino es por el abogado y coautor de la obra, se deshacen con el tiempo. “Este libro no sólo es el registro histórico de la valentía de un grupo de abogados, sino que a la vez funciona como una síntesis de lo que después denominamos el Informe Rettig. Por otro lado, allí se recopila información bastante acabada sobre la participación de civiles en la dictadura, lo cual deja sin validez a los desmemoriados que hoy alegan que no sabían lo que estaba pasando”, afirma Salazar.
JUSTICIA TARDÍA
Ganadora del Premio Planeta de Periodismo Investigativo con el libro “Romo. Confesiones de un torturador”, para Nancy Guzmán la importancia de esta publicación radica además en la serie de nombres que van apareciendo y mostrando sus verdaderas caras. “Cuando los abogados presentaron la denuncia, los denostaron y acusaron de infames sin que los ciudadanos supieran el porqué. Hombres como Jaime Guzmán, Ricardo Claro (“están perfectamente individualizados estos traidores”, dijo a La Tercera) o Carlos Larraín que hasta ahora han pasado como sin tacha, se suman a la tarea represiva. Lo increíble es que son los mismos que hoy hablan de derechos humanos y se golpean el pecho, que son muy católicos y aparecen muy simpáticos en la televisión”.
Salazar acota: “Carlos Larraín es uno de los ejemplos claros de muchos civiles que blanquearon su pasado y hoy pululan legitimados en el ámbito político” y entonces recuerda una anécdota que vivió mientras participaba de la Mesa de Diálogo. “Recuerdo que estábamos redactando el documento junto a representantes de las Fuerzas Armadas y que el proceso suponía ser muy cuidadosos con las palabras. En ese momento un general manifestó que no le parecía que llamáramos al período de 1973-1989 como gobierno de Pinochet y menos como dictadura o gobierno militar, sino como el gobierno que precedió al de Aylwin. ‘La responsabilidad también le cabe a los civiles’, recalcó y creo que tiene razón”.
-¿Qué les parece que la derecha pueda llegar al poder?
-N.G.: La llegada de Piñera representa un retroceso en la democratización del país. Sobre todo en la lucha de expandir más derechos o en avances sociales. Pero no me sorprende, teniendo en cuenta que no hay más prensa que dos monopolios, Copesa y El Mercurio. A través de ellos la gente se forma una opinión. Y ambos tienen parentesco con el sector social y político con el candidato que ganó el 13 de diciembre. Yo sé que éstos jamás le van a dar una página al libro por ejemplo, porque obviamente deja al rey desnudo. Me refiero a la derecha. A ese rey que antes fue Pinochet, luego Büchi, después Lavín y ahora Piñera.
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