Llama la atención hasta dónde el fanatismo ideológico puede llevar a personas aparentemente inteligentes y con largos estudios a actuar en forma extremadamente torpe. Esto puede ser penoso cuando quien así procede es un particular, que no compromete más que su propio prestigio e intereses. Pero cuando el fanático habla no por él, sino representando supuestamente a una Nación, el tema es grave.
En un acto de profunda deslealtad hacia un pueblo hermano, en los momentos que más apoyo necesitaba, el canciller chileno, Alejandro Foxley, obnubilado por su fanatismo neoliberal, se dio el lujo de atacar la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos decretada por el Presidente Evo Morales. En efecto, casi más rápido que los representantes de los países cuyas trasnacionales eran afectadas por la decisión boliviana, Foxley declaró amenazante, que la decisión boliviana “afectaba los procesos de integración en Latinoamérica”. Habló al día siguiente del anuncio boliviano, demostrando que decía sólo lo que salía de su mercantilista alma y que ni siquiera había habido un mínimo análisis político de la situación. Con esto, Foxley clavaba un puñal por la espalda a un país que está haciendo esfuerzos para terminar con el saqueo que históricamente ha sufrido de sus riquezas, saqueo que ha sido un común denominador de nuestra América Latina.
Las torpes declaraciones de Foxley no sólo demostraron la falta del más mínimo sentido latinoamericanista, sino que también, la carencia del tino político básico que debe poseer un ministro de relaciones exteriores, sea cual sea su ideología. Al parecer, Foxley no pudo esconder la ira que le provoca el que un pueblo decida escribir la historia por su propia mano y que no siga sumisamente los dictados del mercado global. Cómo no adivinar en sus palabras, el desprecio que le causa a él, doctorado en economía en una Universidad del Imperio, como tantos fraudes de economistas que han sido funcionales al saqueo, el atrevimiento boliviano. El atrevimiento de una nación que desafía los supuestos de la doctrina que él bebió ávida y sumisamente en el manantial del norte. Cómo no adivinar también, detrás de las apresuradas bravatas del ministro carapálida, el desprecio racista por el líder indígena, que decide ser la voz de su pueblo y no un servidor de los poderosos.
Nos preguntamos, ¿atacó a Bolivia la decisión legítima del pueblo chileno de nacionalizar su cobre en 1971?. Por supuesto que no. Lo que recibió Chile de Latinoamérica cuando el Congreso Nacional aprobó por unanimidad la nacionalización de nuestra principal riqueza, fue respeto. Bolivia y todos nuestros vecinos, respetaron. En muchos casos recibimos cariño, un profundo apoyo e incluso admiración, pues los pueblos sabían que la lucha de Chile era la de todo el continente.
Es cierto que la nacionalización del cobre chileno es un tema de interés más bien histórico, pues la dictadura de Pinochet y luego los gobiernos concertacionistas, han vuelto a entregar el cobre a las transnacionales. Hoy la empresa estatal, CODELCO, extrae sólo el 30%, y el 70% se lo llevan transnacionales de origen fundamentalmente norteamericano, dejando en Chile sólo migajas y claro, una gran devastación ecológica. Pero el paso histórico dado por Bolivia debiera demostrarle a Foxley que los vientos de la historia comienzan a soplar en otra dirección, distinta de la que aprendió en sus manuales gringos.
La falta de criterio demostrada por Foxley queda expuesta en toda su desnudez, cuando leemos las declaraciones de los presidentes de Argentina, Venezuela y Brasil, que deciden apoyar la decisión boliviana. Explícitamente, el gobierno de Brasil señala '…la decisión del gobierno boliviano de nacionalizar las riquezas de su subsuelo y controlar su industrialización, transporte y comercialización, es reconocida por Brasil como inherente a su soberanía”. Lógicamente, Brasil, cuya empresa Petrobras fue afectada por la nacionalización, buscará un acuerdo que preserve razonablemente sus intereses, pero en el marco del respeto a la decisión boliviana. El secretario de estado para asuntos exteriores de España, Bernardino León, se manifestó también en términos de respeto a la decisión boliviana, al llegar a La Paz para negociar los términos en que la resolución boliviana se llevará a cabo. Es decir, como decimos en Chile, vergonzosamente, Foxley fue “más papista que el Papa”. Tanto, que debió aparecer la Presidenta relativizando sus declaraciones.
El paso dado por Bolivia debiese alegrar a todo latinoamericano bien nacido. Que su riqueza en hidrocarburos, un don de la Tierra esencialmente agotable, empiece a beneficiar principalmente a los bolivianos, es una gran noticia. El bienestar de Bolivia es el bienestar de Latinoamérica. Eso es una verdad del tamaño de la cordillera de los Andes. Los pueblos del continente son solidarios y son, verdaderamente uno. Esto no es una declaración de buenas intenciones, sino una realidad que los fenómenos de migración al interior del continente se encargan de demostrar.
Como dijo un trovador en una ocasión, es una gran responsabilidad hablar a nombre de un pueblo, pero creo que no me equivoco si a nombre de la gran mayoría de los chilenos, pido disculpas al Presidente Morales y al pueblo boliviano por la torpeza del Canciller chileno. |
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