El caso de Ingrid Betancourt: Cómo vivir tras un secuestro
Sábado 5 de julio de 2008 Trastorno y estrés post traumático aparecen en el horizonte de quien ha sufrido la experiencia de un cautiverio." De ahí la importancia de un seguimiento hecho por la familia y profesionales especializados", advierte el psiquiatra del Centro Médico DarSalud, Rolando Aubert.
La liberación de la ex candidata presidencial de Colombia, Ingrid Betancourt - luego de 6 años de cautiverio-, y otros 14 rehenes que mantenían las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), alegró a millones de personas en el mundo. Pero la catástrofe familiar que involucra un secuestro no finaliza una vez que el sujeto es liberado.
Esto, porque durante el cautiverio las personas desarrollan diversos síntomas como “culpa, respuestas exageradas frente a estímulos estresantes, comportamientos impulsivos y autodestructivos, apartamiento social, cambios en las características de la personalidad y disminución del mecanismo de defensa inmunitario, entre otras consecuencias”, asegura el psiquiatra del Centro Médico DarSalud, Rolando Aubert.
Eso sin contar con los síntomas que aparecen una vez obtenida la libertad. Ahí aparece el famoso trastorno de estrés postraumático que hace a la víctima revivir el suceso en flashbacks y que aparezcan conductas de evitación de las circunstancias asociadas al factor estresante.
“Además de amnesia parcial o completa de la exposición al factor estresante, problemas del dormir, irritabilidad o accesos de cólera o rabia, escasa concentración, hipervigilancia (demasiado alerta o perseguidos), respuestas exageradas ante el mínimo susto, entre otras situaciones”, dice el experto.
Una nueva familia y organización
Los familiares no escapan a los problemas sicológicos derivados del secuestro. Además de cargar con la agonía de carecer de una pieza trascendental del grupo familiar, deben reorganizar y, en muchos casos, disolverse como grupo humano.
“Los familiares pueden presentar cuadros depresivo-ansiosos, incluso, puede haber episodios de psicosis con pérdida de la capacidad de juicio”, sostiene.
Para el secuestrado, en tanto, encontrarse con un nuevo ordenamiento genera incomodidad y desadaptación, y en algunos casos -si eventos importantes acontecieron en su ausencia- la pena puede desencadenar una depresión e incluso un suicidio. “Es una posibilidad. De ahí la importancia de un seguimiento hecho por la familia y profesionales especializados” comenta Aubert.
Pese a los problemas que acarrea un hecho tan drástico como un secuestro, el psiquiatra asegura que la mayoría de las personas que pasan por estas experiencias límite pueden recuperarse. “La mayoría lo hace, pero con secuelas como el trastorno de estrés postraumático. En el caso de Ingrid Betancourt podría ser la amenaza a su vida e integridad corporal” concluye.
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