DEMOCRACIA AUTORITARIA
Columna de Wilson Tapia
Para explicar la “democracia autoritaria”, se refieren, por ejemplo, a los gobiernos de los rusos Boris Yeltsin y Vladimir Putin. Agregan otros regímenes de la misma zona en que antes estuvo la Unión Soviética. En general, dirigentes con un pasado comunista, aunque ahora sus relaciones y pensamientos sean otros. Un factor adicional común es que no tienen demasiada simpatía por la política norteamericana en general, ni por la que hoy impulsa el presidente George Bush, en particular.
Por Wilson Tapia Villalobos
Publicado el 09 Ene 2007
El diccionario político está procesando un nuevo término. Democracia autoritaria puede parecer una contradicción esencial, pero politólogos con cierto sesgo han comenzado a propalarlo para explicar un fenómeno que, dentro de su concepción, no estaba considerado: que los electores designen al gobernante que se les antoje. O, más claramente, que tal designación recaiga en alguien ajeno al establishment. Un personaje que, valiéndose de las herramientas legales establecidas, llegue al poder para tratar de cambiar el horizonte de lo políticamente correcto.
Para explicar la “democracia autoritaria”, se refieren, por ejemplo, a los gobiernos de los rusos Boris Yeltsin y Vladimir Putin. Agregan otros regímenes de la misma zona en que antes estuvo la Unión Soviética. En general, dirigentes con un pasado comunista, aunque ahora sus relaciones y pensamientos sean otros. Un factor adicional común es que no tienen demasiada simpatía por la política norteamericana en general, ni por la que hoy impulsa el presidente George Bush, en particular.
Y, claro, hollando este sendero, en América Latina llegan a Hugo Chávez, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Sí, el mismo que acaba de llamar “pendejo” a nuestro carismático José Miguel Insulza, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). (Antes de seguir, digamos que los venezolanos utilizan el término como sinónimo de cobarde, pusilánime, calzonazos, infeliz, desgraciado. Nada que ver con el vello púbico. Hago la aclaración para que no se ofendan las púdicas miradas de nuestros dirigentes políticos y evitar también malos entendidos que, cuando se trata de Chávez, brotan como los hongos después de la lluvia).
Lleguemos, pues, a la conclusión de que la posmodernidad nos ha traído, junto con el neoliberalismo y la globalización, la democracia autoritaria. Y que, obviamente, es una práctica desestalibilizadora. Que los pueblos, con esa cortedad de vista que los caracteriza, la asumen y después tendrán que pagar las consecuencias. Existen casos emblemáticos en el subcontinente. El más cercano es el del presidente Salvador Allende. A él no lo acusaron de practicar la democracia autoritaria, porque el término aún no se acuñaba. Pero dijeron cosas peores. Que llevaba al país al comunismo, fue lo más recurrente, aunque hasta el final respetó de manera irrestricta las reglas del juego democrático. Sabemos que la salvación vino a través de un golpe militar del que aún el país no se repone, pese a que las florituras de los éxitos económicos de unos pocos a veces no dejan ver el dolor de muchos.
Por eso es que a nadie puede extrañar que el presidente venezolano desestabilice a la región. Ahora se le ocurrió anunciar que el consorcio comunicacional Radio Caracas Televisión (RCTV) no obtendrá la renovación de la frecuencia televisiva, cuya concesión termina en 2007. Las acusaciones han menudeado. Chávez está atentando contra “la libertad de información”, se afirma. Radio Caracas TV, que pertenece al conservador Marcel Granier, mantiene una línea opositora vociferante contra la administración chavista. Y como Chávez es un demócrata autoritario, le aplicará los preceptos legales vigentes y no renovará la concesión. A todas luces, un atentado mayor a las reglas de lo políticamente correcto.
Como el despropósito es tan evidente, el secretario general de la OEA se sintió tocado. Reaccionó con ira democrática a secas. Como buen diplomático, envió una nota al gobierno de Caracas, en la que pedía mesura y manifestaba la preocupación del organismo que dirige. Insulza olvidó, sin embargo, algunos detalles, menores por cierto. La soberanía de Venezuela faculta a su gobierno a aplicar el estado de derecho vigente en el país. RCTV, es uno de los varios canales opositores que existen en Venezuela, aparte de numerosos diarios y radioemisoras. Hay que recordar, por ejemplo, que ha sido la propia OEA la que ha validado las 12 elecciones que Chávez ha ganado en los últimos años. Y si no hubiera existido al menos igualdad informativa difícilmente hubiera dado aquel visto bueno.
Siempre es molesto ver confabulaciones cuando se trata de temas de alcance internacional. Pero con la globalización, de repente se pierde la compostura. En este caso, creo que con Insulza uno puede preguntarse por qué se metió en este brete. No hay razón aparente. Es más, su cargo lo inhabilita. Pero si se mira el escenario internacional, resulta evidente el desbalance de poder. Chávez es un personaje molesto para la actual administración norteamericana. Y quitarle validez internacional puede ser el primer paso a acciones mayores.
El papel de nuestro José Miguel ha sido complejo. Por lo menos, unilateral. Que yo recuerde, ni siquiera cuando era ministro del Interior en Chile denunció el desbalance informativo que aquí sí existe. Jamás se preocupó de alertar en contra de los atentados a la libertad de expresión que vivimos a diario. Porque recibir a través de los medios masivos de comunicación una sola versión ideológica de los hechos no habla de amplitud democrática precisamente. Y eso es lo que se vive en el país del secretario general de la OEA.
En definitiva, Chávez desestabiliza. O, dicho de otro modo, la estabilidad sólo se mira con la óptica de quienes manejan el poder económico. Lo que intente hacer el resto para resolver sus carencias o defender sus intereses, es un atentado a la estabilidad. Y tienen razón ¿Cómo se les puede ocurrir querer terminar con el sistema de reparto de la riqueza actual? Hay unos pocos que lo están pasando muy bien. Que muchos lo pasen mal, es un detalle que mientras se ignore no desestabiliza a nadie.
0 comentarios