Augusto Pinochet ha Muerto
Por Andrés Bianque
Diciembre 4, Ginebra Suiza
Chilenos en Australia chilenosenaustralia@yahoo.es
"Cuando diciembre se mezcla de Frustración y Dolor"
El tambor anclado en su pecho, ese que tañía el son de la muerte, ese que era diana militar de aviso de fusilamientos y torturas ha cesado de cantar la canción de la muerte.
Desde el fondo del mar se levantan cientos de seres humanos devorados por la brutalidad.
Desde el fondo de la tierra, de los ríos, de los lagos, caminan por las avenidas del dolor cientos de Hombres con un destino certero, largas filas caminan a paso lento al encuentro de Pinochet.
Desde el fondo del mar emergen los detenidos desaparecidos.
Tiemblan las raíces de árboles jóvenes que han sido la tumba de hombres y mujeres muertos.
Por entre las piedras, la tierra y las raíces se levantan miles de manos elevándose hacia aquellos caminos olvidados.
Uno a uno, caminan a paso lento hacia un domicilio conocido.
Sindicatos de Obreros de brazos desmembrados caminan hacia el encuentro anhelado.
Maestros y Estudiantes. Hombres y Mujeres. Niños y Pájaros.
Pobladores, mineros, doctores, campesinos, indios, músicos, poetas y trabajadores.
Miles de muertos cruzan las calles de Chile, miles de muertos van tiñendo de huesos el desierto, miles de muertos van respirando envueltos en el viento.
Tiemblan los andes, tiemblan los bosques y las selvas.
Los perros lloran, los pájaros callan expectantes.
Y es que este Horroroso Hematoma de la Historia tendrá su propio horrible infierno.
Y es que las nubes rojas entintadas de riñón reventado vuelan hacia una sola dirección.
En esta hora en que las lágrimas van orillando las poblaciones pobres, en este minuto inmenso en su esencia de muertes innecesarias, todo un pueblo llora viendo tu partida.
Y es que tu muerte no representa sino otro tipo de muerte, porque hasta tu muerte nos taladra las entrañas.
¿Cuánto de nosotros mismos te llevas a la tumba? ¿Cuánto de aquello que fue nuestro llevas envuelto entre tus colmillos?
¿Cuánta piel de torturado te llevas bajo las uñas?
¿Cuántas veces tendrías que morir, cuántas veces tendríamos que matarte para que nos alivies la carga de dolor atada y tatuada a nuestras espaldas?
Un mitin de fantasmas, un escarzo de aparecidos en esta hora recorre todos los caminos de Chile
Tu muerte será fiesta nacional, pero no habrá música que nos haga cantar a coro con nuestros seres queridos.
El puñal de tus dedos fue lacerando seres indefensos, desarmados, ingenuos de bestias gubernamentales.
En esta hora en que aquellos que tu bota militar hundió en el páramo de la incertidumbre, en el pantano de la duda y los miedos.
Algo de mi también se va contigo, algo de todos nosotros se va contigo.
Y es que ni siquiera fuimos capaces de encerrarte y no exclusivamente en la cárcel, sino que en un manicomio donde hubieses sido el favorito de cien de doctores.
Y es que aún, esta aldea llamada Chile descansa sobre las fundaciones de huesos de desaparecidos.
Y es que aún esa columna vertebral doblada, arqueada y azotada llamada Chile, vive bajo tus enseñanzas, hombres, discípulos, alumnos y seguidores.
Y es que tu muerte es y será ejemplo para el verdugo encapsulado que se anida en los alrededores.
Después de tanto daño, de tanta muerte, de tanto saqueo, de tanto salvajismo, de tantas torturas, de tantas torturas, de tantas violaciones...
Los gobiernos democráticos de Chile no fueron capaces de enjuiciar a uno de los seres más abyectos y abominables de la historia de la humanidad.
Morirá ungido por la Iglesia, esmerado por un Hospital Militar subvencionado con el hambre de todo un pueblo, acompañado de la otra parte de la jauría y tiernamente recordado por los medios de comunicación.
¿A cuántos de aquellos que hiciste rico, te dirán adiós enternecidos desde sus casas para no levantar sospechas?
¿A cuántos seres humanos asesinaste?
¿Cuántos seres humanos se suicidaron sin esperanzas de nada bajo tu reinado de miseria?
¿Cuántas tazas de té a modo de almuerzo tuvimos que bebernos?
¿Cuántos kilómetros caminamos sin ni siquiera dinero para el micro?
¿Cuántas peleas, cuántas riñas, separaciones, divorcios, asesinatos y robos?
¿Cuántos inviernos con los mismos zapatos, con la misma chaqueta?
¿Cuántas humillaciones pasamos? ¿Cuántas frustraciones?
¿Cuántos fracasados, cuántos humillados caminan muertos de cuerpo por las calles de Chile?
¿Cuántas cicatrices adornan el semblante de miles?
Van las lágrimas arando el surco fraguado de años sobre el rostro de millones aquí en Chile.
Y es que las lágrimas son más fuertes que la trinchera petrificada del aguante.
Y es que tu cabeza tenía que haber colgado una semana por lo menos en la plaza de armas de Santiago.
Y allí los niños harían rondas, allí las mujeres te escupirían la frente.
Y allí los hombres se sentarían a llorar.
Allí donde ni siquiera las moscas te hubiesen querido, donde el árbol que sostendría tu testa se secaría de oprobio y de rabia.
Allí donde las palomas te hubiesen arrancado los ojos.
Pero ya es tarde, te irás cómodamente acostado en un cortejo de sables, billeteras, sangre, y celulares.
A pesar que el martillo de juez azotó su cabeza incontables veces con la palabra, culpable.
A pesar de sus muertes, a pesar de sus robos, a pesar de sus desfalcos.
Vergüenza Mundial. Pinochet ha Muerto Libre e inmaculado
Vergüenza Internacional.
Un murmullo recorre los labios australes de este Chile pisoteado...
Esta vez, si otra vez pasa lo que tú nos hiciste pasar no habrá primera sin segunda, ni segunda sin tercera hasta que cumpla la obligación.
Hazle saber a tus discípulos que está vez no habrá día en que la sangre no los llame a sus puertas.
Mientras tanto, sabemos que algunos no ven a Chile más que como a un simple colgador de armario fracasado y que sobre esa percha han colgado una chaqueta civil por sobre el otro abrigo militar ensangrentado.
Algo de nosotros también se va contigo.
Y es que en esta hora amarga en que el silencio de tu partida va trizando los semblantes.
Una astilla de tus huesos de cuchillo va punzando el lado de izquierdo de los corazones.
Que insignificantes se vuelven las palabras en este momento de amargura.
Que insignificantes se vuelven las palabras ante tanta muerte.
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