Familia del compañero Carlos Ayress agradece las condolencias:
HASTA SIEMPRE, COMPAÑERO CARLOS AYRESS SOTO
En el recorrido de sus 86 años de edad, nuestro querido padre, amigo y compañero Carlos Ayress Soto, dejó de existir en la ciudad de La Habana.
La infancia de Carlos transcurrió en las oficinas salitreras del norte de Chile. Su padre Alejandro, un mexicano güero especialista en motores diessel, llegó a hacerse cargo de la maestanza de la oficina Chacabuco. Allí Carlos realizó sus primeros estudios en la escuelita primaria, jugó en la Plaza de Armas con sus amigos y desfiló en las retretas como boy scout. Preocupada por su futuro, su madre Rufina lo envió a continuar estudios al Colegio San Luís de Antofagasta pero la clerical disciplina lo inquieta y se escapa regresando al polvoriento desierto del salitre. Siendo joven interpretó el sentimiento de explotación y desamparo de los trabajadores mineros incorporándose a la organización y luchas del Partido Socialista. Ante la crisis del salitre, Carlos se trasladó a Santiago, donde continuó su compromiso social con Virginia Moreno, su compañera de vida, con quien formaría su familia socialista de seis hijos. En la capital, logró formar una pequeña empresa de fabricación de artefactos metálicos para hospitales y laboratorios, a la vez que su afición al teatro y al tango le animó a realizar presentaciones con otros amigos de la escena.
Allendista de convicción, trabajó comprometidamente en sus campañas hasta llevarlo al gobierno junto a los millares de hombres y mujeres que en Chile anidaban esperanzas de un futuro de dignidad para la clase trabajadora. Tras el golpe militar, fue detenido junto a su hija Luz de las Nieves y su hijo Carlos de apenas 16 años. Sufren secuestro, permanentes torturas y desaparición. El resto de su familia se disemina, son perseguidos y pueden por fin salir al exilio. Su esposa Virginia se queda en Chile denunciando las atrocidades de violación de los derechos e integridad física de su esposo e hijos, lo que permite rescatarlos de su condición de desaparecidos y ser reconocidos como prisioneros políticos. Durante casi tres años deambulan por los campos de prisión y tortura como Londres 38, Tejas Verdes, Puchuncaví, Estadio Chile, Chacabuco y Tres Alamos. Carlos Ayress nunca imaginó, que a la mitad de su vida, regresaría en calidad de “prisionero de guerra” al Chacabuco de su infancia, transformada en “campo de concentración” con rejas electrificadas, torres de vigilancia y terrenos minados, instalaciones del atronador terror fascista.
Durante su prisión desarrolló destrezas en la fabricación de joyas, aprendió a hacer telares y tejidos con los presos de Colchagua, trabajó con habilidad el cuero y la madera, estudió alemán y matemáticas en la Universidad de Chacabuco y se especializó en escondrijos y barretines para resguardar la información de importancia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.
Junto a Tato parten exiliados a Europa, esperando la excarcelación de su hija Nieves, participan en jornadas de denuncia contra la dictadura militar. Con esperanza y alegría viaja a la Cuba revolucionaria donde reside por unos años hasta que el llamado del internacionalismo lo lleva a entregar su compromiso profesional con la revolución sandinista de Nicaragua.
Años más tarde regresó con su esposa a Chile incorporándose a la campaña por el plebiscito para alejar de alguna manera a los militares fascistas del poder. Desde el desencanto concertacionista, regresan a La Habana donde se dedica creativamente, en la restricción del bloqueo, a resolver disímiles soluciones para la vida cotidiana en Cuba. Carlos fue un creador, inventor e investigador, lector e interesado conversador, solidario y entusiasta amigo, amante de su familia y tanguero de confesión. Como vecino de Alamar atravesó por ultima vez la avenida cubierta de anaranjados flamboyanes recibiendo en su despedida el primer aguacero de este mayo del 2006 que lavó el rostro de su Habana, la ciudad que lo acogió en toda su belleza solidaria, domicilio de sus últimos años de vida junto a Virginia, su compañera de alegrías y luchas por la vida.
CANTO A “CHACABUCO”
A la memoria de mi padre Carlos Ayress
Chacabuco sus noches frías,
oscuras con angustias cercanas,
saltamos de los camiones
con nuestro único equipaje
de conciencias traicionadas,
ahí estábamos con rostros
de miradas transitoriasal
límite de alambradas
que marcaban los pasos
desde torres vigiladas,
las noches con reflectores
de luces crucificadas,
proyectaban la soledad desértica
que abrazaba noches lejanas,
ahí estaban las casas abandonadas
fantasmales de estrellas nostálgicas,
resurgiendo las voces del teatro,
el coro, la iglesia,
los martillos de la maestranza
con sus metales de memorias oxidadas,
ahí estábamos con los ecos del tiempo
y susurros del viento,con el sol del medio día
abrazando las fatigadas voces
de sedientos pirquineros,
obrero mineral escultor de sueños
de pampa purael viento de la noche minera
escondió en rincones de ciegos, el cansancio
de tantos sujetos atados al miedo,
reconocimos rostros y nuevos rostros,
intercambiamos palabras y mensajes de resurrección,
mi padre señaló entre el polvo y la piedra
su primera escuela, la de niño,
con sus recuerdos a cuesta recorría la pampa
con su barba de expedicionario sin rumbo,
así el reloj detuvo su tiempo,
por momentos su espaldacargó
el nostálgico embrujo del recuerdo,
y su espada flaqueo con el peso de la memoria,
su puño venoso de fatigadas batallas,
se encontró con la primera piedra que fundara,
así Chacabuco se nos revivía, mi padre me hizo grande,
así la historia, para ser historia nuevamente,
pero esta vez con alambradas,
pabellones repletos, corriendo
a buscar la primera cama,
con torres de control, incansables
marchas militares, himnos…
Cuantas veces subiendo
a los techos de las casas,
te vi mirando nostálgico el desértico horizonte,
el tren, el autobús que pasaban tan lejanos de nosotros,
sintiendo como del lado de allá existía algo llamado libertad,
la nostalgia de saber de mis hermanos, mi madre, cada uno pensándonos,
cada uno en sus puestos, cada uno en sus platos de comida,
en sus amores, cada uno.ahí en medio de la pampa, transplantados,
recogiendo la semilla de nuestras manos,
ahí con la piedra y el polvo,con el sol y la luna,
reviviendo la historia,
escribiendo los nombressobre los muros caídos de la noche,
con el apellido eterno del próximo amanecer.
3 comentarios
Johanna Ayress Beaton -
Desde aqui de ahora y siempre mi recuerdo en lo que fue en vida que de a poco me he ido informando porque le conoci cuando tenia 10 años le recordaré como un abuelo tierno, preocupado, conciente , amoroso, sensible y muy intelignete y fuerte.
Siento que nos ve y ayuda desde el cielo encaminando nuestras vidas hacia algo mejor cada día espiritualmente
Le quiero mucho abuelito
Su nieta
Johanna
Aldo Valencia Minguez -
Su amigo del alma.
Aldo Valencia Minguez
aldovalenciam@hotmail.com
Carlos Fonseca -