Condoleezza Rice va a Chile con agenda drástica
Viernes 10 de marzo, 12:11 PM
Rice va a Chile con agenda drástica
(AP) - WASHINGTON (AP) _ La secretaria de Estado Condoleezza Rice visitará Chile este fin de semana con motivo de la asunción a la presidencia de la socialista moderada Michelle Bachelet, pero más allá de los cálidos saludos protocolares será también portadora de otros mensajes que no necesariamente pueden contribuir al júbilo del momento.
Hablando con reporteros con motivo de ese viaje, que se extenderá por algunos puntos en el Asia, Rice dijo el jueves por la noche que el inicio de la era Bachelet era un "maravilloso momento" en la historia y que Estados Unidos esperaba seguir disfrutando con ella "las excelentes relaciones" que ha tenido con el presidente saliente Ricardo Lagos.
Lagos consolidó la aspiración chilena de comprar una flotilla de una decena de aviones F-16 a Estados Unidos, una transacción que llevaría modernización y orgullo a la Fuerza Aérea del país, pero que curiosamente puede convertirse en el primer dolor de cabeza de Bachelet.
Bachelet, quien por añadidura es doctora de profesión y una de las gestoras directas de esa transacción como ministra de Defensa del presidente saliente, oirá también de Rice la necesidad de consolidar un frente internacional contra el populismo alentado por el presidente venezolano Hugo Chávez.
Rice ha hecho ya ese acercamiento con países de la Unión Europea e incluso Australia, y en América Latina ha hablado con México y Brasil.
Chávez estará en Chile en el cambio de gobierno, pero pese al pedido de algunos legisladores estadounidenses de dialogar con él no será motivo de interés de Rice. Esta ha confirmado, sin embargo, una reunión con el presidente boliviano Evo Morales, un allegado de Chávez y del presidente cubano Fidel Castro.
El presidente peruano Alejandro Toledo, de visita en Washington, en lo que confirma el interés de la Casa Blanca, ha adelantado que uno de los temas de su encuentro con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca el viernes será "la lucha contra el populismo": su propio país se veía amenazado por el surgimiento de otro líder nacionalista radical en las elecciones presidenciales de abril.
Rice hablará también con Bachelet de la necesidad de fortalecer el trabajo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en el campo de la gobernabilidad democrática insistiendo en que "aquellos que son elegidos democráticamente deben gobernar democráticamente".
Esta será la primera visita de Rice a un país latinoamericano después de anunciar el mes pasado una reforma en el Departamento de Estado para reorientar su trabajo internacional hacia lo que llama la promoción de la "democracia transformacional" y la ayuda exterior que se canaliza a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) hacia "resultados" en ese campo.
Rice ha definido la diplomacia transformacional como "el trabajo con nuestros aliados en el mundo para construir y sostener estados democráticos, de buen gobierno, que respondan a las necesidades de sus pueblos y se conduzcan responsablemente en el sistema internacional".
Dijo el jueves que dedicaba horas al diálogo telefónico con el secretario general de la OEA, el político chileno José Miguel Insulza, para hablar de temas regionales, particularmente Haití, un caso que Rice mencionó como "ejemplo" de lo que puede hacer la organización frente a los problemas panamericanos.
Chile ha sido sostenidamente elogiado por Washington por su apertura económica, democracia y progreso social en las últimas tres décadas. Pero, pese a ese ambiente ha tratado de mantener una política internacional que no siempre ha sido del agrado de Estados Unidos, y Lagos ha soslayado sistemáticamente su facilidad de haber podido hacer visitas más frecuentes a la Casa Blanca.
El más reciente incidente de Chile con Washington fue su oposición a la guerra contra Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que demoró por medio año la entrada en vigencia de un tratado bilateral de comercio que le tomó a Chille más de una década negociar.
Bush, en su visita a Santiago de Chile hace 16 meses ha dicho que el incidente estaba superado, pero parece reavivarse cada vez que se le formulan críticas por los resultados de la guerra, baja su popularidad en las encuestas y ve que en las Américas su política exterior tiene sólo dos aliados fieles: Colombia y El Salvador.
Los problemas más inminentes que acechan ahora a Bachelet están en el campo militar y se derivan de la ratificación que el Congreso de Chille aún tiene en trámite la discusión del tratado que crea la Corte Penal Internacional (CPI).
En ese intento, Chile al parecer dejaría de lado un acuerdo complementario propuesto por el gobierno de Bush para que los ciudadanos estadounidenses que pudieran incurrir en crímenes de lesa humanidad en territorio chileno sean exceptuados.
Si ello ocurre, Estados Unidos tendría que cortar su ayuda militar a Chile, que es muy poca en términos monetarios --menos de 1 millón de dólares--, pero que resulta estratégica para el país sudamericano que pasaría así a pagar un alto costo por el entrenamiento de los pilotos chilenos de los F-16 y otros equipos que sus fuerzas armadas pudieran adquirir en Estados Unidos.
Chile no sería el primero en caer en esa excepción. Actualmente, 12 naciones latinoamericanas están ya en la lista negra, incluidos Brasil, con el cual Estados Unidos desearía entenderse algún día en temas comerciales, y México, su aliado estratégico en temas de seguridad fronteriza.
En cada caso, las sanciones se han impuesto sin un anuncio oficial y han reducido el número del personal militar que llega desde Latinoamérica para entrenamiento táctico, antiterrorismo y antinarcóticos, e incluso para aprender inglés, afectando las tradicionalmente profundas relaciones militares de Estados Unidos con la región.
Colombia, el principal recipiente de la ayuda militar y económica de Estados Unidos en la región, ha tenido una prolongada disputa, todavía irresuelta, con Estados Unidos. Si bien ha ratificado el tratado con la exclusión del llamado Artículo 98, dispuso una salvaguardia por siete años que excluye competencia a la CPI para investigar crímenes de guerra.
Estados Unidos alega que someter a estadounidenses a jurisdicción de la CPI no siempre puede tener argumentos válidos ya que podrían ser sujetos de represalias de política interna de las naciones.
EDITORES: Néstor Ikeda es corresponsal de The Associated Press para América Latina en Washington.
0 comentarios