Las disputas en relación con los recursos naturales y por la preservación de los ecosistemas
Horizonte Sur - Editorial del día 04/02/2006
Grupo de Reflexión Rural *
Horizonte Sur
No obstante, son muchos y en especial desde la izquierda, quienes continúan ignorantes y despreciativos de una dimensión de lo humano cada vez más apremiante, la del mero sobrevivir como especie sobre el Planeta. Recuerdo ahora una anécdota que me contó un compañero chileno, exiliado en Suecia al igual que yo durante los años ochenta. Como tantos otros latinoamericanos, ya sea por solidaridad internacional cuanto por falta de buenos empleos en Suecia, se había anotado en las organizaciones del voluntariado sueco al África negra y le tocó cumplir tareas durante algunos años en la Isla de Madagascar. Como técnico asignado al asesoramiento de un Ministro, debió participar en discusiones sobre el desarrollo y en especial debatir con los ingenieros rusos sobre la instalación de fábricas provenientes de la URSS. Desde ya que esas fábricas eran obsoletas, aún para aquellas lejanas épocas de fines de los setenta y principios de los ochenta, y que en realidad se trataba de unidades fabriles descartadas por no cumplir con ninguno de los estándares mínimos de seguridad, de aprovechamiento energético y de no contaminación ambiental. Pero, y a pesar de que generalmente estas fábricas implicaban impactos letales para los trabajadores y para las poblaciones vecinas, los técnicos rusos defendían obcecadamente su instalación en homenaje a una idea del progreso y del crecimiento que, desde su óptica marxista se consideraba indubitable y solían menoscabar los riesgos como males accesorios e inevitables. En una oportunidad, me contó mi amigo chileno, que las discusiones con los rusos se hicieron durísimas, porque las fábricas que llegaban eran realmente calamitosas y de verdadero y grave riesgo ambiental. Se discutió durante semanas sin que los ingenieros rusos ni los equipos locales, cedieran en sus respectivas posiciones, hasta que un día el jefe de la misión soviética cortó el debate con una frase brutal digna del Senador Fernández Huidobro del Uruguay, “he leído toda la obra de Marx” les dijo “y en ninguno de sus libros se afirma que el mundo habrá de ser eterno...”
Marx como Engels fueron hijos de la modernidad. El mundo cultural en que vivieron daba por sentada la idea del progreso ilimitado, y el Capitalismo en aquel siglo XIX no era sino apenas una pequeña mancha de tinta que sobre la geografía incierta del globo terráqueo se expandía sobre el enorme espacio de las colonias y de las tierras vírgenes a conquistar. Por ello es que Marx prioriza tres criterios básicos sobre los que asienta su reflexión y ellos son: el Capital, el trabajo y la renta de la tierra. Desde una mirada eurocéntrica y arraigada a las culturas centro europeas, su pensamiento era coherente con la propia historia y se esforzaba por darle un sentido a las luchas obreras de la época. En Europa ese pensamiento ha ido evolucionando a tono con las nuevas circunstancias del fin de la modernidad y en un continente que vive en el rojo ambiental y asediado por desastres como Chernobyl y la lluvia ácida. Los partidos comunistas europeos comienzan a replantearse algunos de los presupuestos básicos del marxismo a partir del Mayo francés y de la invasión soviética a Praga, de manera tal que ya en los setenta se instalan profundos debates que posibilitan tomar conciencia del agotamiento cultural de la modernidad así como de la necesidad de revisar las relaciones con la Naturaleza. De hecho, en los años ochenta la mayor parte de los partidos comunistas europeos se han hecho explícitamente verdirojos. James O Connor, uno de los coordinadores de la Revista Ecología Política en Barcelona, en el año 1990 nos dice: “El punto de partida de la política verdiroja es que hay una crisis ecológica y económica global; que la crisis ecológica no puede resolverse sin una transformación radical de las relaciones de producción capitalista; y que la crisis económica no puede resolverse sin una transformación radical de las fuerzas de producción capitalista. Esto quiere decir que las soluciones a la crisis ecológica implican soluciones a la crisis económica y viceversa”.
¿Qué ocurre mientras tanto con la izquierda en América Latina? Como todo proceso de transplante la izquierda marxista parece haber sufrido en nuestros países y con meritorias excepciones tal como la de Mariátegui, un fenómeno de cristalización, un síndrome de folklorización, que la ha detenido en el tiempo y que la condena a una visión del mundo anacrónica o congelada. Recordemos que ya en la película Tiempos Modernos, en el transcurso del año 1935, Chaplin esboza una crítica a la concepción del instrumento técnico como bueno en sí mismo, crítica que de hecho cuestiona el determinismo tecnológico y a la asociación hasta entonces indiscutida entre tecnología, progreso y vida mejor. Sin embargo, hoy pueden escucharse discursos de la izquierda que sorprenden por la capacidad de mantener incólumes las viejas lealtades del marxismo a las ideas del siglo diecinueve.
Antes de ayer en el Hotel Bauen recuperado, en un concurrido acto contra las papeleras, dos uruguayos residentes en la Argentina, intentaron abiertamente descalificar las palabras y los argumentos de nuestro amigo Ricardo Carrere del Grupo Guayubira, quien le explicaba a un público numeroso y atento, el sentido de la instalación de estas empresas sobre el Río Uruguay, y más allá de las críticas comunes respecto a la contaminación de las aguas y del aire, se explayaba en forma didáctica sobre las relaciones de dependencia global que habrá de imponernos el modelo de los monocultivos de eucaliptos y de pinos. Los dos uruguayos parecían realmente enardecidos e indignados por la exposición de Carrere casi como si estuviera cometiendo una traición a su patria, y debieron al fin ser retirados del salón a pedido del público que pretendía continuar escuchando al expositor.
Me acerqué a los dos protestotes, cuando se marchaban expulsados del Bauen y con el ánimo de saber cuánto tenían de auténticos y cuanto de provocadores. En otra época podríamos habernos contentado diciendo que estaban enviados por las empresas... Aparentemente, no era el caso. Ambos, un matrimonio de edad mediana, se me manifestaron marxistas, según me dijeron, estuvieron alguna vez secuestrados en Orletti, el chupadero del barrio de Floresta por donde pasaban los uruguayos detenidos en la Argentina, y según ellos el tener compañeros desaparecidos y ser militantes de izquierda los avalaba, les daba autoridad moral y tanta santa indignación como para afirmar que todo lo que se decía era una patraña, que en realidad no se quería dejar desarrollar económicamente al Uruguay y que se lo ahogaba con excusas ecológicas cuando habiendo un gobierno de izquierda las empresas ofrecían generar empleos, que la gente quiere comer y no ecología… etc., etc. Los escuché y me impresionaron sus convicciones de supuesta izquierda y a la vez su absoluto desprecio por el medio ambiente y por los modelos de la dependencia, y eso fue peor que saberlos pagados por las empresas… Penoso, penosa nuestra pobre izquierda colonial definitivamente impedida de comprender el mundo globalizado. Hoy, con estrecha visión provinciana, pretenden consumar las tareas inconclusas de la burguesía en el siglo pasado. Otra vez James O Connor en el numero dos de Ecología Política nos dice: “En mi opinión el socialismo marxista se define a sí mismo como un movimiento que puede completar la tarea histórica de hacer realidad las promesas del capitalismo”.
Parece una locura propia del escenario neocolonial pero no lo es. La mayor parte de la izquierda continua predicando el productivismo, el crecimiento, rindiendo culto a la gran escala y al urbanismo desmesurado que nos agobia. El grueso de la izquierda ignora o desprecia la ruralidad y se desinteresa del valor político de los alimentos. No pueden abandonar las categorías del empleo y del salario e insisten en proponer trabajo asalariado cuando es evidente que esa etapa ha concluido en el mundo. Lamentablemente, debemos reconocer con lucidez y con anticipación estas realidades. Las próximas luchas serán contra el Capitalismo Globalizado, contra las transnacionales y para evitar el fin de la vida sobre la tierra. Pero lo sorprendente es que en esa pelea contra el antropocentrismo absoluto y excluyente, en esa pelea por la vida y para que la tierra vuelva a ser el hogar del hombre y para que vuelva a producir comida para los hambrientos y desnutridos, y no materias primas, combustibles o cosméticos, como ahora los progresistas lo pretenden, en esa pelea deberemos enfrentar a nuestras recalcitrantes izquierdas post modernas y neocolonizadas. Preparémonos porque no será fácil y porque pagaremos terribles tributos emocionales al tener que denunciar a muchos que fueron nuestros compañeros de militancia y hasta de cautiverio. Y me temo que muchos héroes de ayer habrán de derrumbarse tal como ya está aconteciendo en muchos lugares del continente…
Pero además tengo otras reflexiones o interrogantes acerca de este presente y de este probable porvenir que nos aguarda. Me pregunto, ¿esta izquierda devenida desarrollista, que comulga con las tecnologías de punta y con la idea de progreso indefinido, esta izquierda que nos propone chimeneas en lugar de Soberanía Alimentaria, ¿es capaz de consumar sus propuestas o solamente vive en el territorio del discurso? Todo un tema, ¿verdad? Cuando nos dicen que están reposicionando al Estado, lo están reconstruyendo o acaso están solamente haciendo enunciados de intenciones? Cuando reasumen el manejo de los recursos o de los servicios, los reasumen de verdad o solamente organizan entes burocráticos que negocian con las transnacionales y redistribuyen las cuotas leoninas del saqueo? Cuando reordenan la economía, en verdad hacen algo más que legitimar a las grandes corporaciones adueñadas de la producción y del mercado, y negociar con ellas en los márgenes mínimos posibles de una economía secuestrada por los oligopolios y las cadenas agroalimentarias?
En un libro que se llama “Argentina rumbo al colapso energético” y que puede bajarse de Internet en la página correspondiente a la Universidad del Salvador, Ricardo Andrés de Dicco, nos anticipa que como resultado de la actual política de explotación irracional de los recursos, nuestras reservas tanto de gas como de petróleo, estarían agotadas en menos de una década. Lo que viene según él, inexorablemente en la Argentina, seria una gravísima situación de colapso energético a la vez que una importante dependencia nuestra en esa materia de Bolivia y de Venezuela, con la consecuencia de graves distorsiones en la competitividad del aparato productivo nacional. Según los diagnósticos de de Dicco, hacia el 2020 el suministro eléctrico del país deberá cubrirse en un 62% por centrales nucleares, 36% por centrales hidráulicas y 2% restante por granjas eólicas y ello implicaría la construcción antes de esa fecha de once nuevas centrales nucleares, dos represas hidroeléctricas internacionales, la de Garaví y la de Corpus Christi, además del desarrollo de granjas eólicas y plantas de producción de biocombustibles para uso local y de la agricultura.
Bueno, en principio este plan pareciera una absoluta fantasía y no pretendo discutir en este editorial, las bondades o riesgos de ciertas tecnologías que, seguramente de intentar ser implementadas suscitarían movimientos masivos de protesta ciudadana que, en este caso el autor ni se plantea, sino que me refiero a la sola dimensión de las obras que se nos proponen para evitar la crisis muy cercana, como consecuencia de un consumo creciente de energía y de la declinación creciente también, de nuestras propias fuentes de aprovisionamiento. Es que alguien cree que podríamos tener un gobierno capaz de cumplir con la décima parte de esas metas? Podemos creer que esta clase política puede generar los estadistas necesarios como para implementar semejantes políticas de desarrollo?
Cada mañana pasamos frente al túnel inconcluso que bajo las vías del Sarmiento intentó llevar a cabo el Municipio de Ituzaingó y el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y que estaba proyectado para ser inaugurado antes de las elecciones del año pasado. Y cada mañana pienso en la asombrosa estulticia, en la corrupción y en la ineptitud de nuestros funcionarios. Para esa obra menor que al igual que tantas otras que se llevan adelante, bien podría haberse hecho con recursos propios del Municipio, se necesitaron en cambio fondos del BID que, por supuesto, fueron a aumentar nuestra deuda externa; pero no solo eso, sino que por razones diversas no se conformó a los vecinos a los que debía indemnizarse para permitir la boca de salida del túnel, y entonces la obra se suspendió hasta que fue posible hacer otro diseño.… y en eso está todavía después de varios meses el proyecto de túnel, y es posible que algún día se inaugure, si no surgen nuevos problemas, en un municipio con un Intendente setentista, alguna vez procesado y más tarde maravillosamente desprocesado, un municipio siempre al borde de la crisis institucional.
Y no creo que estas situaciones sean solo un problema de nuestro país, sino que probablemente expresen problemas propios de la etapa y de los procesos y configuraciones de la izquierda y del populismo, de sus dirigencias y de la extracción de clase de esa dirigencia. Por lo que vimos en Venezuela, nuestro diagnóstico podría asimismo extenderse a ese país hermano a cuyo actual proceso vemos con enorme simpatía, pero donde según parece, los grandes planes suelen empantanarse entre visiones macro del desarrollo que no contemplan la preservación del medio ambiente, la corrupción y la incompetencia en la gestión propia de nuestros funcionarios. Tal vez Bolivia pueda ahora con el nuevo Gobierno, mostrar otro rumbo. Estamos expectantes al respecto, y confiamos en la base de sustentación profundamente americana del gobierno andino, para que se impulsen otro tipo de políticas, políticas que sean rectoras para el Continente. En la Argentina, nos continúa sorprendiendo esa isla de la reconstrucción del Estado que son los astilleros obreros de Ensenada, y en especial impresiona la figura del ingeniero Angel Cadelli, héroe mítico de la preservación obstinada de una memoria del trabajo nacional, que la dictadura militar y el menemismo no pudieron derrotar.
*Jorge Eduardo Rulli
www.grr.org.ar
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1 comentario
samuel jeldres reyes -
Me imagino que con esto se pueden poner a pensar que la madre naturaleza se esta manifestando de alguna forma para que la dejen tranquila y dejen daño a nuestro fragil sistema.
¿Porque mejor no venden sus almas al diablo?