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Centros Chilenos en el Exterior

Lucía Pinochet y su detención en EEUU: \

A una semana de su regreso de Washington, sostiene que le aplicaron "la mayor dureza posible" en EEUU para que desistiera de su petición de asilo

La hija mayor del general (R) cuenta por primera vez en detalles su fallida tentativa de obtener asilo político en Estados Unidos, cuyo saldo más visible fue pasar dos noches en la cárcel de Arlington y perder la posibilidad de volver a ingresar a ese país durante por lo menos cinco años. Entre otros episodios, entrega pormenores de su salida de Chile; de la decisión de volar a Washington y pedir asilo tras perder la visa de entrada; del momento en que la detienen para conducirla a la cárcel; de su estadía en el recinto penitenciario y de la decisión de volver tras tomar conciencia de que insistir en llevar adelante el juicio le podría signficar varios meses más de reclusión.

www.latercera.cl Fecha edición: 04-02-2006
    
Lucía Pinochet Hiriart dice que no tuvo ningún problema para dormir en su celda del quinto piso de la cárcel de Arlington, en Washington, la noche del jueves 24 de enero, la segunda y última que pasó en ese recinto penal. No es que se sintiera cómoda en el lugar, un cubículo de cinco metros cuadrados con una cama cuya colchoneta era de plástico y una toalla como almohada.
"Estaba tan agotada cuando me llevaron a la celda, que me dormí de inmediato. Pero me desperté a las 4.30 de la mañana, hora en que tocan una sirena, se abren automáticamente los pestillos de las puertas y se empieza a servir el desayuno en los comedores", dice la primogénita del general (R).
Según el relato que realizó a La Tercera sobre su fallida tentativa de obtener asilo político en Estados Unidos -cuyo saldo fueron dos noches en prisión y la cancelación de su visa a ese país por al menos cinco años-, ella se empezó a dar cuenta que recibiría un trato más duro del que esperaba cuando salía del aeropuerto de Dulles rumbo a la cárcel de Arlington, poco después de las 21:00 del miércoles 23.
"Me subí a la parte de atrás de un auto, que era manejado por una  funcionaria de inmigración. Inmediatamente, entró otro funcionario, de raza negra, quien se sentó a mi lado y sin más me esposó las manos. Reclamé: ¿Por qué me hace esto? ¡Yo no soy delincuente! El me miró y me repitió en un castellano mal pronunciado: ’Típico’, ’típico’",  relata Lucía Pinochet, quien habla un inglés que califica de "precario".
Un viaje apresurado
Lucía Pinochet Hiriart había aterrizado en Washington en la mañana de ese miércoles 23, procedente de Buenos Aires, donde pasó la noche anterior. Antes había estado en Mendoza, primera escala de su periplo para eludir la notificación de su procesamiento por falsificación de pasaportes y evasión tributaria. Ella admite que cuando atravesó la cordillera "ya tenía pensada la posibilidad" de ir a Washington.
"Me metí a internet en Mendoza y, cuando vi que mi madre y mis hermanos estaban detenidos, me dije que no iba a ir como una oveja al matadero y ahí terminé de decidirme a viajar a Washington para defenderme", asegura. "Yo tenía en mi poder varios documentos sobre las acusaciones contra mí que quería contrastar en Washington con los datos de la investigación del Senado norteamericano contra mi padre".
Al llegar a Washington, se encontró con una sorpresa: "Cuando presenté mi pasaporte en Dulles, me lo corchetearon con unos papeles y me hicieron pasar a una sala aparte, donde me abrieron la maleta y empezaron a sacar fotocopias de todos los documentos que llevaba. Yo preguntaba: ¿Qué pasa? ¿qué pasa? Me respondían: no sabemos. Después un oficial de inmigración me dijo que me habían cancelado la visa".
Según Lucía Pinochet, la posibilidad de pedir asilo no la tenía contemplada, sino que surgió en su conversación con ese funcionario:"El me dijo que me iban a devolver a Argentina, pero que antes me iba a hacer algunas preguntas, que no estaba obligada a contestar. Tras unas preguntas triviales, le dije que había ido a Washington para defenderme de acusaciones falsas y mencioné que tenía miedo de volver a mi país. Ahí me dijo: ’¿Me está diciendo que tiene miedo de volver a su país? En ese caso, tenemos la obligación de ofrecerle asilo, pero usted va a entrar como ilegal’".
Ella asegura que mientras hacía esos trámites también habían funcionarios del gobierno estadounidense "que eran claramente hostiles; uno de ellos, que debe haber sido de la CIA, era particularmente siniestro y después también apareció en la corte".  Pese a que el cónsul chileno Felipe Cousiño intentó conversar con ella, Lucía Pinochet dice que en ningún momento supo que él estuvo en el aeropuerto. "Cuando me quitaron la visa, me preguntaron si quería hablar con la embajada. Dije que no, porque eran del gobierno y nunca me iban a ayudar".
Detención en Arlington
Tras salir del aeropuerto y ser esposada por el funcionario en el auto, Lucía Pinochet fue conducida a la cárcel de Arlington. Según ella, pasó toda la primera noche y las primeras horas de la mañana siguiente sentada en una pequeña sala a la espera de ser ingresada. A su lado estaba una sicóloga estadounidense que ya había pasado tres meses detenida por manejar alcoholizada y ahora había sido sentenciada a otros seis meses por reincidir.
"Yo estaba bastante desesperada: no me dejaban usar el teléfono, hacía frío, no había calefacción y estaba con ropa de verano. Yo reclamaba y repetía que no era una delincuente. Me miraban con indiferencia. Pedí una frazada y me dieron una asquerosa, pero igual la usé para abrigarme. La sala consistía en varias hileras de sillas, como en un aeropuerto. Cerca nuestro, en una hilera para los hombres, estaba un argentino también arrestado por manejar con trago que me ofreció contactar a su abogado. Pero más allá había gente con aspecto más peligroso", relata.
Ella asegura que sólo alrededor de las 12.00 del día siguiente iniciaron su trámite de ingreso. "Una doctora me hizo pasar, me tomó la presión y, sin decirme nada, me puso una inyección contra la tuberculosis. Reclamé y me dijeron que era el reglamento. Ahí me llevaron a ducharme y a ponerme uniforme. No eran baños colectivos como se dijo, sino que uno individual. Ducharme fue como revivir. Y fue un agrado ponerme el uniforme verde olivo: era abrigado y yo llevaba más de un día con la misma ropa".
La hija del general (R) dice que tras dormir en su celda hasta escuchar la sirena de las 4.30 de la mañana, fue a los comedores y se devoró el desayuno (cereales, quaker y plátano). Como llevaba mucho tiempo sin comer, dice que le pareció de excelente calidad. "Después me pusieron a una funcionaria de inmigración al teléfono, quien me dijo que tenía que ir a la corte para la entrevista sobre el asilo. Me quejé del trato y me dijo: esas son las condiciones".
"Cuando me avisaron que me iba a ir a la corte, dije que no iba a ir con uniforme porque no era una delincuente -prosigue Lucía Pinochet. Me lo aceptaron. Pero fui trasladada en un furgón de detenidos, en la parte de atrás, esposada y con rejillas en ese frío. El que manejaba era el funcionario de raza negra que me había esposado a la salida del aeropuerto. Yo estoy convencida de que a mí me aplicaron la mayor dureza posible para que me retractara del asilo. Y lograron su objetivo".
Al llegar al tribunal, siempre según su relato, le liberaron las manos y le esposaron los pies. Lucía Pinochet sólo tiene elogios para el abogado que le puso la corte, Robert Nicholas. "Fue muy profesional: nunca trató de interferir en mi decisión. Me llevó algunos recortes de prensa chilena, me informó que mi hijo estaba en Washington y me explicó mis opciones, que eran seguir el proceso, que podría demorarse meses mientras yo estaba en la cárcel, o retractarme e irme de EEUU, aunque en ese caso yo no podía volver a entrar al país en cinco años".
Decisión: volver a Chile
Cuando se entrevistó con la oficial de inmigración, tenía la decisión tomada: volver a Chile. "Le dije que me iba. No aguantaba un día más en esas condiciones. Ella me insistió mucho si estaba tomando esa decisión libre de presiones. Ahí le pedí a mi abogado que llamara a la embajada para decir que me iba voluntariamente. Me pasó el teléfono y hablé con el cónsul Felipe Cousiño y el consejero Felipe Varela".
Fue entonces, según cuenta, que aparecieron en la corte funcionarios del Departamento de Estado,  encabezados por uno que ella había visto en el aeropuerto y al que sintió muy hostil hacia su persona ("era siniestro: más que de la CIA, tenía aspecto de ser de la KGB").
 "El comportamiento de la gente de inmigración fue super profesional, pero los del Departamento de Estado y del FBI fueron muy duros -relata. Después que me retracté se armó una discusión. La gente de inmigración decía que yo tenía derecho a volar donde quisiera. Pero los funcionarios del Departamento de Estado y el FBI querían que me mandaran a Chile. Yo pedía volver a Argentina para que nadie dijera que me había traído de vuelta el gobierno".
De acuerdo a su relato, la discusión entre ellos fue subiendo de tono. "Escuché que el tipo siniestro dijo indignado: "¡Pero si es la hija de Pinochet!". Después, se reunieron en una sala para que mi abogado y yo no siguiéramos escuchando. Eso reafirmó mi decisión de no pedir asilo: estaba claro que el gobierno chileno se estaba jugando para que no me lo dieran. Al final, salió un oficial de inmigración y me dijo: se va a Argentina".
Tras recoger sus pertenencias en la cárcel de Arlington, fue llevada al aeropuerto por un funcionario de inmigración, quien la dejó hablar brevemente por su celular con su hijo Rodrigo y la escoltó hasta el avión de United que la llevaría a Buenos Aires. Ella asegura que, al contrario de lo divulgado, viajó desde Washington en clase económica, no en business. Gracias a la policía argentina, el trayecto entre Buenos Aires y Santiago fue más cómodo: en primera clase.
"Cuando llegué a Buenos Aires, me estaban esperando como 10 policías argentinos, lo que es ilegal, porque yo no he cometido ningún delito ni nada en ese país. Pero fueron muy caballeros conmigo. El jefe me pidió en forma muy amable que firmara un papel en que decía que yo voluntariamente no quería entrar a Argentina y me dieron el pasaje en primera clase. Les agradecí la amabilidad y el buen trato, pese a la irregularidad de todo el procedimiento".
Poco después del aterrizaje en Santiago, el juez Carlos Cerda subió a bordo, la saludó y le empezó a dar explicaciones. Como había un par de periodistas, le dijo que la esperaría abajo para conversar a solas.
"Cuando me reúno con él en una oficina, lo primero que me dice es que es mentira que llamé a su secretaria antes de salir del país. Le respondí: ’Llámela ahora y pregúntele’. Me dijo que estaba de vacaciones. Ahí me empezó a decir que el proceso contra mí y mi familia se ajustaba a derecho. Preferí no decirle nada".
Tras ser notificada que pasaría el resto del fin de semana detenida en la Escuela de Gendarmería, ya que la Corte de Apelaciones sólo podía decretar su libertad el lunes, la hija del general (R) Pinochet fue llevada, sin esposas y con deferencias impensables en Washington, a su nuevo lugar de reclusión. ¿Tuvo la oportunidad de conversar con Alberto Fujimori, quien también está recluido en ese lugar? "No lo pude ver, pero le mandé muchos saludos. Ahora sé lo terrible que es estar privada de libertad".

El abogado defensor en Washington

Bob Nicholas es parte de la firma McDermott Will & Emery LLP, en la capital estadounidense. Se trata de un abogado de amplia trayectoria, con experiencia en la regulación de industrias de alta complejidad, como la farmacéutica, la investigación biotecnológica y la agroalimentaria. El abogado también tiene experiencia trabajando para el gobierno. Así, fue asesor legal jefe del ex vicepresidente Al Gore -cuando éste presidía el subcomité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Representantes- y también como abogado del Consejo de Calidad Ambiental del Presidente. Aunque el caso de Lucía Pinochet le fue asignado de manera fortuita, destaca que entre las organizaciones con las que se ha relacionado su asesoría legal no remunerada hay algunas de defensa de los DDHH, como Amnistía Internacional.

Usted es un abogado experto en biotecnología, no en inmigración, ¿no es así?
 Es cierto que esa, junto con la regulación farmacéutica y equipos médicos, es mi principal área de práctica legal. Sin embargo, como parte del programa pro bono (de trabajo ad honorem) de mi estudio, tomo casos de asilo referidos por una coalición de organizaciones de derechos humanos llamada Cair (Coalición de Derechos Humanos del Area Capital).
¿Es usual que trabaje ad honorem?
Represento clientes en casos de asilo y temas similares sin remuneración como parte del compromiso de mi firma de proporcionar asesoría legal sin costo. Nosotros y muchos otros estudios lo hacemos sólo por el hecho de ser parte de la Asociación de Abogados de la ciudad. Cair se contacta con oficiales de inmigración y visita locales de detención, así como entrega consejo legal a los solicitantes de asilo acerca de los procedimientos.
¿Cómo se involucró con el caso de Lucía Pinochet?
Los abogados externos como yo, que representan clientes ante las agencias de gobierno -tal como en casos de asilo- somos independientes del gobierno y, a menudo, nuestro rol es oponernos a él. Yo he trabajado para el gobierno, pero eso no es obstáculo para encargarme de casos de asilo.

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