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El Diablo mete su cola en la campaña electoral

El Diablo mete su cola en la campaña electoral

Sábado 31 de diciembre de 2005 
 
Imagen: El demonio en el espejo 
 
El Diablo mete su cola en la campaña electoral
¡Vade retro, Satanás!


Lo que empezó como un malabarismo electoral -el humanismo cristiano- se convirtió en una papa caliente para Piñera. De la trastienda salieron los talibanes religiosos, las piras de fuego, los castigos divinos, los que quieren salvar a Chile de su estúpida mayoría. La guinda del año es la extraditable ex ministra Mónica Madariaga.


La Nación www.lanacion.cl Por Yvonne Toro/Alejandro Kirk
 

Casi todos los días ocurre algo en la Plaza de la Constitución: ferias, exposiciones, protestas furiosas, festivales, cambios de guardia; todo coexiste allí. Sus jardines, emplazados encima del ex búnker de Pinochet, son escenario de fogosos romances vespertinos a la sombra de los ex presidentes de piedra. Los carabineros conversan relajados con chicas coquetas. Hay allí un aire refrescante de espacio público junto al poder.
Al otro lado de La Moneda resplandece la nueva Plaza de la Ciudadanía, con su propio búnker, cavado no para proteger a un dictador cobarde, sino para la cultura. En vez de llamas “eternas” para glorificar crímenes y robos, se instaló una fuente que refleja el cielo, quizás pensando que es el cielo de todos en un país todavía injusto. Es una foto democrática y moderna del Gobierno de Chile, ese elegido por millones de personas que el venerable profesor y teólogo Fernando Moreno considera “estúpidas”.
Y uno se pregunta, parado allí: ¿de qué rincón sórdido de nuestro yo colectivo apareció esta legión de fanáticos que amenazan con hogueras eternas a quienes no voten por Sebastián Piñera? ¿No era Piñera el autoasignado embajador en Chile de la democrática derecha europea?
 

UNA BOLA DE NIEVE
 

Cuando Piñera introdujo la religión en la campaña electoral, seguramente no sospechaba que de las cavernas de su alianza aparecerían los murciélagos de la Inquisición. Él y sus estrategas sólo pensaron en cosechar honestos votos democratacristianos, en manipular la conciencia católica, en castigar a Michelle Bachelet por no profesar una religión.
Y helo ahora allí, a Piñera, sentado junto a un grupo de fanáticos que, tras el enorme paraguas del “humanismo cristiano”, hablan del Diablo, del marxismo ateo, del Infierno, de hogueras eternas, contra condones, divorcios, homosexuales, sexo y lujuria, y reivindican la famosa “gran obra” del dictador, hoy preso y fichado. Porque ellos, como algunas monedas de 10 pesos que aún circulan, siguen pensado que el 11 de septiembre de 1973 fue el día de la “libertad” y que ese día Chile se salvó del infierno comunista por la vía purificadora del exorcismo.
La bola de nieve la inició el ex ministro del Interior de Pinochet y ex presidente de RN Sergio Onofre Jarpa, quien el 16 de diciembre anunció: “Yo apoyo todo lo que sea enfrentar el peligro de un nuevo Gobierno marxista, esté representado por Piñera, Lavín o el que sea (...) hay que hacer esfuerzos para no recaer en un Gobierno de orientación marxista”. Jarpa sabe bien de qué habla cuando menciona una tercera opción, “el que sea”, el mismo a quien él apoyó en 1973 y sirvió con fervor por 17 años.
Después de Jarpa vino el presidente del Senado, Sergio Romero, quien acusó al Presidente Ricardo Lagos de “guerrillero” y “francotirador” por reponer, en uso de sus atribuciones constitucionales, el proyecto de reforma del sistema electoral binominal después que éste fuera rechazado por la derecha (RN y UDI, unidos en la Cámara de Diputados).
Hasta allí, todo bien. La política democrática tiene sus estallidos, que se resuelven luego con una frase de excusas; pero Romerito, no. Él se mantuvo en sus trece, con el apoyo de Piñera, RN y la UDI. Dijo: “No tengo de qué pedir [sic] excusas. Yo solamente quiero decir que, como cualquier ciudadano chileno, he emitido una opinión política”, una posición que mantuvo toda la semana hasta que el viernes afirmó que, en realidad, “no quise agraviar” a Lagos.
Pero Romero, presidente del Senado, es ¿“cualquier ciudadano chileno”? ¿Y no es la persona acusada de disparar desde la sombra –el francotirador– el Presidente de la República? Hay allí dignidades y protocolos que respetar, aun en la mayor de las libertades. Aquel no dar excusas (que no pedirlas) recuerda a una frase del ex dictador en 1995, cuando, al salir de uno de los muchos homenajes que recibió en la Escuela Militar, dijo: “¿A quién le voy a pedir perdón? ¿A los comunistas?”.
 

LUCIFER
 
Los exorcistas: el ex boxeador Antonio Garrido, alcalde de Independencia, el cardenal Jorge Medina y el teólogo Fernando Moreno.
El Diablo, viejo y diablo, a estas alturas ya había metido su cola. “Los fascistas están levantando cabeza”, comentó ese día, alarmado, un anciano profesor.
No había bajado la polvareda de Romero cuando saltó al ruedo el alcalde de Independencia, el ex boxeador Antonio Garrido, de RN, gritando que Michelle Bachelet y Ricardo Lagos son “hijos del Diablo” y que ningún cristiano puede apoyar a la abanderada oficialista: “No cree en Dios; entonces, si un cristiano vota por ella está votando por el Diablo. Si no cree en Dios es enemiga de él y amiga del Diablo”. O sea, que si del pío Garrido dependiera –un hombre del mismo partido que se vende como la derecha moderna, humanista y cristiana de Piñera–, el que vota por Bachelet lo está haciendo por el Diablo y merece, por tanto, las penas correspondientes (ver columna de Humberto Lagos en página 5).
Y no se habían sellado las carcajadas producidas por Garrido cuando toma la posta el cardenal Jorge Medina, aquel sacerdote que aborrece el sexo, el mismo a quien las mujeres le gritaron “Medina, Medina, fuera de mi vagina”, para recordar que el voto católico debe guiarse por “el Evangelio”, que naturalmente no puede estar representado por gente que promueve el uso de condones, ese látex cremoso que “provoca la lujuria” en los jóvenes.
La intervención de Medina provocó una reacción del cardenal arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, quien se reunió con Piñera y Bachelet separadamente.
La Conferencia Episcopal, por su parte, a través de una declaración pública titulada “Una democracia con valores”, aclaró que “el cristianismo no se identifica con ningún partido político en particular” y que los “valores del Reino de Dios y del cristianismo son universales”.
 

LOS ESTÚPIDOS SON MAYORÍA
 

Incrédulos por tantos regalos, los del comando de Bachelet ya pensaban en ese momento que pasarían el fin de año en total tranquilidad, pero había más.
Los bacheletistas recibieron un delirio, en la persona del profesor Fernando Moreno, que no sólo declaró estúpidos al casi 60% de los chilenos que votaron en las parlamentarias por la Concertación y el Juntos Podemos, sino que respaldó a Garrido al declarar a Radio Cooperativa que, efectivamente, “el Diablo existe y el infierno existe”, aunque tuvo el tino de no declarar a Bachelet una de sus hijas.
Sobre los estúpidos afirmó que se trata de un parecer “objetivo” y basado en la Biblia, citando en latín una frase que él mismo tradujo: “La tontera es lo que más abunda en la especie humana”.
Moreno fue uno de los presuntos ex DC que, según Piñera, representan las bondades universales del humanismo cristiano y a quien incorporó en su comando calculando que por allí llegaría un río de votos centristas. Dijo Moreno que el Gobierno de Salvador Allende fue “lo peor” que ha ocurrido en la historia de Chile, “mucho peor” que los 17 años de dictadura militar, a la que defendió de los ataques realizados desde 1990. “Es una cosa escandalosa, está lleno de mentiras, de engaños, de odio, de venganza”, dijo.
Por parte “de la izquierda y no sólo de la izquierda marxista, aquí ha habido un ensañamiento con una persona [Pinochet], que además van a seguir haciéndolo después de muerto”, subrayó el filósofo de la Universidad Gabriela Mistral.
También, como Medina, criticó “la fiesta del condón” organizada por el Gobierno, y anunció eventos horribles en el futuro de Chile: matrimonios homosexuales y abortos legales.
A Moreno, por los católicos que no piensan como él, le respondió el sacerdote jesuita y director de la revista “Mensaje”, Antonio Delfau, para quien este comportamiento es de una “arrogancia tremenda”, al atribuirse la condición de “árbitro que determina quién es o no es inteligente”.
Del alcalde Garrido, el sacerdote subrayó el fanatismo: “Se puede ser creyente y terrible también. Los talibanes son creyentes, el alcalde de Independencia es creyente, y me parece de una soberbia tremenda que él se atribuya el derecho a determinar quién es o no es hijo del Diablo. Eso se lo dejamos sólo a Dios”.
 

REHÉN DE LOS TALIBANES
 

Quien se autodeclaró “nieto del Diablo” fue Ricardo Lagos Weber, por ser hijo del Presidente. El asesor internacional del comando de Bachelet estimó en Radio Cooperativa que el estilo en que ha derivado la campaña de Piñera “es parecido a lo que hacen en 1988 con el plebiscito del Sí y el No”, con toda su carga de intimidaciones.
Sobre el debate de Satanás dijo: “Representa la poca seriedad que hay al frente en este minuto, en que es importante poner ideas, discutir qué se va a hacer, cómo vamos a enfrentar los desafíos que tiene Chile”. Y fue más allá, porque esta inesperada marea de palabras que parecían reservadas a oscuras sectas fanáticas demuestran que “Sebastián Piñera es hoy rehén de la Unión Demócrata Independiente”.
“¿Ha sido categórico en apartarse de esta línea? Estamos hablando del carácter de una persona a la que quizá le imponen cierta línea de pensamiento al interior de su coalición. Puede ser la UDI o sectores más conservadores”, agregó.
Lagos Weber destacó que el Piñera que “dio un golpe de Estado” en la derecha al lanzar su candidatura no es el mismo antes y después de las elecciones. Y así parece ser. Antes de las elecciones, Bachelet le criticó a Piñera su “travestismo político”, por usar lenguaje, conquistas y propósitos similares a los de la Concertación.
Joaquín Lavín, aquel arcángel “bueno” de la ultraderecha, olvidó en la noche del 11 de diciembre todos los agravios, los desprecios y las ironías crueles de Piñera. Olvidó también sus propios epítetos y objeciones, algunas de fondo, como la contradicción elemental que existe entre el servicio público y la propiedad de corporaciones monopólicas, y la demanda fundamental de que el empresario se deshiciese de todas sus propiedades para enfrentar limpio la campaña presidencial. Lo olvidó todo Lavín en virtud del objetivo común, que empezó a aflorar ahora, y que no tiene nada que ver con salud, vivienda, educación, pensiones, modernización, inversiones, sino con salvar a Chile del infierno, del divorcio y de los condones.
Piñera “se transformó”, dice Lagos Weber, “apareció el humanismo cristiano, apareció la odiosidad, la descalificación. Lo que el Gobierno de Lagos hacía bien, ahora lo hace mal”.
Piñera pretendía hacerle un guiño al centro, recordemos, y por lo que se ve abrió la compuerta del fanatismo religioso de ultraderecha, del que no se puede deshacer porque allí está aquel porcentaje que los cálculos de sus técnicos consideran decisivo en la campaña.
 

LA PRIMA Y EX MINISTRA
 

Y en este tobogán estaba cuando se presenta en escena Mónica Madariaga, ex ministra de Justicia de la dictadura, afirmando que Chile no necesita mujeres en la Presidencia, sino alguien “con cojones”, los de Piñera, por supuesto. Madariaga aparece en plan antipinochetista furioso: “Me arrepiento”, dijo, “por las torturas, por los robos”; pero, sobre todo, porque Pinochet usó el apellido Ugarte para falsificar pasaportes, en lugar de usar el de su esposa, Hiriart, a quien culpó además por las malas obras del primo Augusto. Claro, la culpa la tienen siempre las mujeres.
Estimó Madariaga que su pasado como ministra no quitaría votos a Piñera, porque ella fue castigada por el primo, quien hasta la amenazó de muerte. Quién sabe por qué sería, pues a Madariaga centenares de criminales le deben mucho: es la autora de la Ley de Amnistía y una de las 39 personas en la lista de extraditables del juez español Baltasar Garzón.
El desenlace se acerca inevitable y los votantes, entre abrazo y abrazo, trago y trago, asado y asado, reflexionan. Aquí, al frente de La Nación, el paisaje relajado de la plaza continúa allí como recordatorio constante de que en este mundo uniformizado no todo da lo mismo, que el pasado está agazapado a la vuelta de la esquina y que enarbola una cruz de fuego. LND

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