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¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué?

La Nación Domingo 

Domingo 6 de julio de 2008   

 Por Alejandra Carmona, desde Bogotá

El futuro de las FARC después del rescate de rehenes

 Nadie puede asegurar cuál será el camino que tomará el movimiento guerrillero. Las teorías apuntan a que replantearán su organización y liberarán a los rehenes; otros analistas concuerdan en que endurecerán la mano e incluso podrían transformarse en algo parecido a ETA. Cualquiera sea la vía, tanto los rebeldes como el Gobierno de Uribe están obligados a ceder. Ésta es la cumbia triste de un país infelizmente alegre que sólo pide paz.

 Juvenal Ulloa se desplaza a gran velocidad por la Carrera Once, una de las avenidas que cruza Bogotá de sur a norte. Desde su taxi amarillo suena estridente una ranchera: "Soy guerrillero, mas no soy malo, pues me vine a la montaña buscando forma de subsistir".

Es jueves en Colombia y la recién rescatada Ingrid Betancourt da una conferencia en la Embajada de Francia, la segunda que ofrece en el día. En las afueras no sólo hay medios de comunicación, también mujeres que han llegado con sus hijos, armadas con cámaras y celulares para tomar una fotografía de la ex candidata presidencial. Cuando la ven salir se lanzan sobre el vehículo de vidrios polarizados, lloran de emoción, y algunas incluso envían a sus hijos a mirarla, para que no se les escape esta imagen.

Juvenal Ulloa respeta la escena, pero no baja el volumen de la radio. "Esto es una gran felicidad, pero es que en Colombia hay mucha desigualdad y contra eso lucha la guerrilla, mi señora", dice. La contradicción es una imagen cotidiana: un país que tiene un crecimiento económico del 9%, pero que ostenta una pobreza que alcanza a más de la mitad de la población. De los 11 millones de campesinos que viven en Colombia, el 82% lo hace en una condición de pobreza abismante.

Juvenal Ulloa se considera pro FARC, pero también sabe que los secuestros que han llevado a cabo en los últimos años han desprestigiado la existencia del movimiento. ¿De qué sirve una guerrilla en un país que quiere la paz y cuyas fuerzas revolucionarias no han logrado materializar su discurso social? "Nadie sabe, mi señora", se sincera.

 

HERIDAS, NO MUERTAS

Las organizaciones políticas y sociales y también los analistas creen que es un buen momento para que la guerrilla que en su origen eligió la vía armada para defender los intereses del pueblo lea el contexto internacional y las necesidades de la mayoría de los colombianos, pero también transforme su lucha en una conversación política con el Gobierno de Álvaro Uribe, que, según cálculos de los expertos, podría salir victorioso en una tercera reelección.

¿Qué pasará con las FARC después del rescate de Ingrid Betancourt? "Tampoco yo lo sé con certeza", dice Carlos Lozano, director del semanario "La Voz", uno de los pocos medios que tiene Colombia para conocer la realidad que no cuentan los diarios de derecha. Lozano es un reconocido militante del Partido Comunista y su participación en las conversaciones de paz ha sido fundamental a la hora de entablar diálogos con la guerrilla. La fiscalía ha iniciado una investigación en su contra por sus posibles nexos con los revolucionarios. Se mueve con guardaespaldas y en una camioneta con vidrios polarizados, debido a las constantes amenazas en su contra. En Colombia todos aseguran su vida: hasta en los ingresos de los centros comerciales, cualquier mortal debe mostrar su bolso.

A pesar de su cercanía con las fuerzas revolucionarias, Lozano cree que llegó la hora de que las FARC se replanteen. "Hoy ellos deben entender que necesariamente están obligadas a hacer una propuesta de paz realista, que nos permita al pueblo colombiano participar en un cambio que signifique una apertura, y ese anuncio debe estar precedido de una acto generoso y político de las FARC, que es el de la liberación de los secuestrados".

A diferencia de lo que expresó el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas colombianas, general Freddy Padilla, quien dijo que el golpe asestado esta semana a las FARC era el fin del fin de sus enemigos, Lozano asegura que si bien la liberación de Ingrid Betancourt y otros 14 rehenes da en el corazón de la guerrilla, no resquebrajará significativamente al movimiento. "Han tenido golpes peores este año, como la muerte de [Raúl] Reyes o la muerte natural de [Manuel] Marulanda, que dejaron un vacío enorme. En la izquierda no sacaríamos nada no reconociendo ese hecho. Sin embargo, de ahí a creer que están derrotadas es una diferencia muy grande. De derrota en derrota, las FARC han prolongado su existencia", afirma Lozano.

La tesis de Marcos Romero, cientista político de la Universidad Nacional de Colombia, va en la misma línea: "La guerrilla está sometida a un aislamiento político y también todos estos golpes han ido al centro de su inteligencia militar, pero no van a dejar de existir".

 

¿HABRÁ REVANCHA?

En las calles de Bogotá nadie deja de hablar del tema. En los taxis, colectivos y tiendas se murmura sobre el miedo y la posibilidad de que las FARC cometan atentados como represalia por las últimas derrotas recibidas. "Yo temo mucho por mi hijito", dice Magdalena Rivas, una mujer de 60 años que sufre porque hace 10 la guerrilla secuestró a su hijo, el militar Elkin Hernández. Todos los sábados, a la medianoche, le envía mensajes por medio del programa "Las voces del secuestro", de Radio Caracol, con la intención de mantenerlo con esperanza. Desde la selva, los rehenes escuchan lo que tienen que contarles sus familias en esta emisión que dura hasta las cinco de la madrugada del domingo. "Espero que no les pase nada, la primera decisión que toman cuando suceden estas cosas, como esta liberación, es que les quitan las radios. Lo único que espero es que no hayan hecho eso, para que puedan escucharnos y no se enfermen más", suplica Magdalena con los ojos húmedos y portando una chapita que dice Asfamipaz, la organización que agrupa a familiares de soldados y policías secuestrados y liberados por la guerrilla.

Pero no hay certeza de que las FARC escuchen las súplicas de las madres de los que aún permanecen cautivos. Son cientos de señoras humildes y que cargan con un calvario que no sale profusamente en las noticias, porque sus hijos no son diplomáticos ni son capaces de arengar una protesta internacional como la que convocó Ingrid Betancourt. "No sabemos cómo van a reaccionar. Sólo podemos hacer votos para que no haya más secuestros", dice Jorge Robledo, senador de Polo Democrático, la coalición que agrupa a la izquierda colombiana y que se ha transformado en la principal alternativa opositora al Gobierno de Álvaro Uribe.

Si bien nadie puede predecir el futuro, el profesor Romero asegura que hay varios caminos posibles que podría analizar la guerrilla. "Las FARC podrían evaluar un eventual ofrecimiento del Gobierno para llegar a la paz, pero una guerrilla que lleva 40 años no va a negociar por favores individuales. Para que exista una salida política hay que hacerle una oferta política a las FARC. Es decir, crear un escenario político en el cual ellos puedan tener juego y una negociación de poderes", dice Romero. "Pero no sé si el Gobierno está dispuesto a eso".

El analista ve en esa solución la única vía para que no exista más derrame de sangre en Colombia. De lo contrario, cree que un camino alternativo puede ser la depuración interna, el asesinato sin juicio y el sufrimiento de la población civil en los sectores donde habita la guerrilla. "Si ya se conoce que hay infiltrados, es muy probable que ahora vean a cualquiera como un infiltrado", advierte. También señala que si finalmente no existe una oferta política para que las FARC abandonen la vía armada, y en vez de eso aumenta la presión militar en su contra, la guerrilla opte llevar sus atentados a las ciudades, como ETA. "Si la opinión urbana es enemiga de las FARC, cuál es el problema. En ese caso la guerrilla no tendría ningún costo político que pagar, porque están en el 1% de las encuestas. Es un riesgo, ojalá no ocurra. Yo estoy por un proceso de diálogo".

EL FACTOR URIBE

La imagen internacional muestra a las FARC como un grupo guerrillero desalmado y a Uribe como el gran vencedor, porque su postura inflexible ha conseguido desgastar al grupo revolucionario. La ecuación es la misma que podría reflejar un cómic: buenos y malos.

Sin embargo, los analistas concuerdan en que el grupo sigue existiendo y se alimenta de las profundas desigualdades del país y de la imposibilidad que han demostrado los gobiernos para entablar un diálogo sin que eso signifique poner un pie encima a la guerrilla.

Un antecedente es lo que ocurrió en el año 1984, cuando las FARC intentaron crear la Unión Patriótica, un partido político que nació en el marco de las conversaciones de paz con el Gobierno de Belisario Betancourt. A este hecho sobrevino una masacre: más de cuatro mil personas de este partido fueron asesinadas. Esto sólo generó una involución y el grupo decidió abandonar la vía política y se concentró en su fuerza militar.

El sacerdote jesuita Gabriel Izquierdo, investigador del Instituto del Pensar de la Universidad Javeriana, cree que es necesario que ambas partes cedan ante una negociación de paz, aunque también reconoce que es difícil el escenario que actualmente enfrenta Colombia. "Ahora están acusando a cualquier persona de terrorista. Es decir, hay quienes durante 25 años ayudaron a facilitar las relaciones con las FARC, y hoy están siendo investigados y llevados a la justicia".

La declaración de Izquierdo no es antojadiza. El Gobierno de Uribe ha sindicado públicamente como eventuales colaboradores de la guerrilla a quienes antes servían de intermediarios. Según el Presidente, todos estos vínculos están siendo demostrados gracias a la información recogida del computador de Raúl Reyes.

La presión del Gobierno contra la izquierda, dicen los entendidos, no está ayudando en nada a un proceso de paz en Colombia. "Se degradó el conflicto en el país. La práctica del secuestro es una expresión de esta degradación, pero también lo es lo que ha hecho el Estado: la desaparición forzada, la violación de los derechos humanos, la persecución a los sindicalistas. Hay mucha gente que esta detrás de la carrera belicista de Uribe y está perdonándolo, haciendo vista gorda, para que siga en el poder; también en el exterior. Es decir, se avanza en la paz, pero por la vía de la guerra", dice Lozano.

El discurso político enciende a Colombia y todos concuerdan en que si nadie cede, se continuará replicando el sufrimiento que afecta a los más pobres de la población. "Los rehenes, los desplazados, los que llegan a morir a una fosa común, son siempre los mismos: los pobres de Colombia", dice Izquierdo. "Pedimos diálogo, es la única forma de llegar a la paz".

 

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