Recordando a Gabriela Mistral
Por
Julia Hones
El 7 de abril es el aniversario del nacimiento de Gabriela Mistral (1889-1957), escritora y educadora chilena, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1945. Fue la primera mujer Latinoamericana que obtuvo un premio de este tipo.
Nació en Vicuña, una pequeña ciudad del Valle de Elqui; su infancia transcurrió entre las imponentes montañas andinas que forman parte del paisaje de su universo poético. Su padre abandonó el hogar cuando Gabriela (Lucila Godoy) tenía solo tres años.
Su carrera como escritora comenzó con la publicación de artículos periodísticos. En 1905, cuando decidió ingresar a la Escuela Normal de La Serena fue rechazada por sus ideas, consideradas revolucionarias y ateas. No obstante, continuó dictando clases en la escuela de La Compañía, donde enseñaba a niños durante el día y a obreros por la noche. Continuó también escribiendo para el periódico La Voz de Elqui. Algunos artículos eran publicados bajo su verdadero nombre, y otros bajo distintos seudónimos. En 1906, cuando tenía 16 años, escribió un artículo sobre el derecho de la mujer a ser instruida. “Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Es abrirle un campo mas vasto de porvenir, es arrancar a la degradación a muchas de sus víctimas. Es preciso que la mujer deje de ser la mendiga de protección.”
“En todas las edades del mundo en que la mujer ha sido la bestia de los bárbaros y la esclava de los civilizados, cuanta inteligencia perdida en la oscuridad de su sexo, cuantos genios habrán vivido en la esclavitud vil, inexplotados, ignorados. Instrúyase a la mujer, no hay nada en ella que le haga ser colocada en un lugar más bajo que el hombre”. Su primer reconocimiento literario ocurrió en 1914 cuando ganó el premio por su obra poética “Los Sonetos de la Muerte”. En dichos poemas expresa su dolor por el suicidio de su novio Romelio Ureta Carvajal.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
En 1947 la escritora chilena Matilde Ladrón de Guevara (1910-2009) visitó Estados Unidos y se propuso contactar a Gabriela Mistral, quien vivía en una casona entre colinas, a 40 Km de la ciudad de Los Angeles. A través del cónsul Prádenas, Matilde expresó su deseo de realizarle una entrevista a Gabriela. La escritora respondió que no quería publicidad de ninguna índole, pero invitó a Matilde a su casa y, a partir de dicho encuentro, nació una amistad entre ambas escritoras. Muchas de las confesiones que Gabriela le hizo quedaron plasmadas en el libro “Gabriela Mistral, Rebelde Magnifica”, que Matilde Ladrón de Guevara publicó luego del fallecimiento de Gabriela en 1957. En este libro aparecen cartas que ellas intercambiaron, anécdotas de la vida de Gabriela así como también pensamientos, ideas y conversaciones sobre varios temas.
De su permanencia en la ciudad de Santiago Matilde escribió que fue una continua lucha. “Siempre se refirió a esos años con la amargura del ser que trabaja, persigue un ideal y se encuentra con alambrados de púas, con estiletes y cortapisas. No me habló en forma determinada, pero nombraba gentes. Unas le habían hecho bien; las mas la habían llenado de desaliento, de decepción.”
En una de las tantas conversaciones Gabriela le expresó: “Ustedes, las mujeres, ahora que pueden participar en la política activa, deben organizarse, unirse y hacer realidad toda buena iniciativa con respecto a los niños. Si bien es cierto que el gobierno tiene obligación de fomentar la cultura y centros destinados exclusivamente a enseñar a los padres de familia del pueblo y hacerles comprender la responsabilidad que involucra la formación del hogar, no es menos cierto que la mujer ahora puede y debe imponer su voluntad y su sentimiento. La infancia y la niñez son el futuro del ciudadano y, por ende, del pueblo. Hay que inculcarle al hombre inculto, al analfabeto (¡Otra vergüenza!) que el alcoholismo es el cáncer que mina los cimientos de nuestra patria”.
Durante su vida Gabriela Mistral fue cónsul en diferentes ciudades: Los Angeles, Nápoles, Nueva York, Lisboa. Desde Nápoles le envió una carta a Matilde en la cual expresaba lo siguiente:
“Ay, mi Nápoles! Que dulce es, que loco, que temperamental. Porque se parece a mi América Latina me vine aquí y me quedaré incluso metida en una mata grande de hierbas locas. Será eso mejor que estar allá con doña Carmela y ver llegar a diario un correo cargado de anónimos que me insultan. Y duraré aquí si puedo, sin ver ni oír que en el tranvía me miran unas obreras con furor y cuando yo hablo me dicen: ‘Ah! ¿Usted habla español? Nos creíamos que era yanqui.’ ‘La ropa es yanqui,’ les digo, ‘porque vivo con ellos y no puedo andar desnuda.’ El dialogo entero es inefable y yo no quiero gastar lápiz en seguirlo. (Naturalmente, otros, no verduleros, ni obreros, me dijeron allá lo mismo con palabras mas finas). La gente napolitana circula y habla sin alarma y hasta con chistes. Aunque echan un ojo soslayado sobre los 14 o 20 barcos americanos la leyenda antiamericana la hemos fabricado especialmente los criollos de la América nuestra. Y encima de eso, vivimos pidiéndoles dinero a ellos y nunca lo pagamos. No soy pro-americana, pero me da vergüenza eso de insultar y poner la mano en un turno que no acaba nunca.
Viene Victoria Ocampo y vamos a juntarnos en Roma. Acabó por dejar su tierra. ¡Con un dolor tal! Ella es no solo una patriota sino una patriotera y le duele mucho soltarse de su casa y de su tierra.”
La poesía de Gabriela Mistral habla del amor, la muerte, la maternidad, la infancia. Es musical y esta cargada de simbolismos e imágenes.
Escóndeme
Escóndeme que el mundo no me adivine.
Escóndeme como el tronco su resina, y
que yo te perfume en la sombra, como
la gota de goma, y que te suavice con
ella, y los demás no sepamos de donde
viene tu dulzura…
Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas
de su sitio; como las raíces abandonadas
sobre el suelo.
¿Por qué no soy pequeño como la almendra
en el hueso cerrado?
Bébeme! Hazme una gota de tu sangre, y
Subiré a tu mejilla, y estaré en ella
como la pinta vivísima en la hoja de la
vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré
y bajaré de tu pecho, me enredaré
en tu corazón, saldré al aire para volver
a entrar. Y estaré en este juego
toda la vida.
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