Blogia
Centros Chilenos en el Exterior

Perro que ladra (y está bien educado) no muerde

Perro que ladra (y está bien educado) no muerde

Viernes 20 de noviembre, 4:04 PM

 Por Ayrton Mugnaini Jr., especial para Yahoo Brasil

Según decía el escritor Mark Twain, "la mayor diferencia entre un perro y un ser humano es que si agarramos a un perro pobre y lo transformamos en un perro próspero, éste no nos morderá". Al escritor estadounidense sólo le faltó agregar que tranformar a un cachorro pobre en un perro próspero exige entrenamiento adecuado para que "el mejor amigo del hombre" no nos trate como enemigo, y realmente no llegue a morder a nuestros amigos, ni a los amigos de aquellos. Y que no muerda independientemente de su edad, raza, tamaño o temperamento.

¿Por qué algunos perros muerden a quien no deben?

Muchos dueños no se dan cuenta de que están entrenando involuntariamente a sus perritos para que salgan mordiendo gente por ahí. Una de las causas suele ser que el bichito tuvo un mal proceso de socialización, que fue abandonado en la calle o lo dejaron solo, amarrado o confinado por mucho tiempo. ¿Será que a quienes hacen eso con los animales les gustaría ser tirados en la calle o confinados en un cuartito solitario?

Los perros que han pasado por tales situaciones pueden quedar asustados e inseguros, y empiezan a atacar por puro miedo e instinto de autodefensa; se trata del célebre "falso coraje nacido de la cobardía". Lo mismo sucede con los perros que no han sido entrenados para que sus dueños o amigos de sus dueños puedan tocar sus platos de comida, o simplemente no fueron socializados con otros perros o personas. Estas mascotas tienen tendencia innata para morder, pero sólo adquieren efectivamente la conducta de morder si han sido entrenados (o mal entrenados) para hacerlo.

Otro motivo que puede llevar al perro a morder "sin motivos" es el grado de dominio e instinto de protección de su propiedad, territorio o familia (para ellos la manada); eso sin hablar del propio instinto de manada del canino. Muchos perros consiguen escaparse a la calle, se juntan a otros perros abandonados y muerden a las personas que encuentran en el camino.

Es importante observar la salud del perro. Dolor, sufrimiento físico y enfermedades como epilepsia pueden dejarlo inquieto y contrariado al punto de -inconscientemente, claro-, pasarle la factura a cualquiera que le pase al lado.

Medidas de prevención

A los canes se los entrena desde cachorritos. Y es normal que éstos den mordiditas para jugar o para ir entrenado la dentición. En esa edad, por más afilados que sean los dientes, la mordida es demasiado leve como para causar daños serios. Pero si su cachorrito no es aficionado a morder, ¡cuidado!, porque puede llegar a ser de los que deciden morder a diestra y siniestra una vez que crecen. Cuanto más mordiditas haga durante la infancia, menor será la probabilidad de que se convierta en un adulto antisocial y mordedor.

Cualquiera que sea la edad del bichito, dele algo para mordisquear, como un huesito de goma, o una botella vacía de gaseosa. Si el juguete incluye comida, mejor aún para que el peludo junte el hambre con las ganas de comer. Y no se olvide de socializar al perro, colocándolo en contacto con otros perros y personas desconocidas para él.

Si el canino fue adoptado ya adulto, es necesario que usted imponga y mantenga el liderazgo. Como ya dije, entrenar y dominar un perro es como manejar un automóvil: no se aprende de un día para otro, y no sirve si uno lo hace más o menos bien. Si, por caso, el dueño del perro es el hombre de la casa y necesita ausentarse por mucho tiempo (viaje, ejército, enfermedad), la dueña de la casa debe asumir el liderazgo, por más difícil que parezca, por mucho trabajo o tareas domésticas, o niños para atender que haya en el medio. La nueva jefa debe ser firme, pero gentil, y no demostrar rabia ni hacer escándalos, para no aumentar la ansiedad del perro ni que éste entienda la reprimenda como un peligro, y reaccione en consecuencia.

En caso de que el perrito esté muy asustado, cálmelo o espere que se calme antes de "invadir" su espacio; hay que evitar que ataque ante el miedo de perder su territorio. Si el can vive en un espacio muy pequeño, libérelo, abriéndole más espacio en el garage, jardín, balcón o patio, delimitando los espacios con cercas o portones. Como ya comenté en otros artículos, el can deberá ser socializado para permitir que el dueño y personas autorizadas manipulen su comida. Según sea el temperamento del perro, puede ser necesario llevarlo de paseo con un bozal. Y si se trata de un bicho muy bravo, ni piense en dejarlo cerca de niños muy chicos o ancianos.

 Cualquiera que sea la edad del peludito, estimule siempre su seguridad y autoconfianza, dejándole claro que nunca le faltará cariño, casa, comida, compañía, juguetes y actividades.

Cómo aplicar correctivos

Puede suceder que el perro se revele físicamente violento de una forma repentina. Eso en casos de cambios extremos como el citado de ausencia del dueño por un largo período; allí el perro puede intentar ocupar el "trono" de la casa (o manada).

Si el perro comienza a amenazar o morder de repente, intente descubrir la causa más reciente posible. Además de los llamados de ¡NO!, cuando el bicho comience a gruñir a quien no debería, castrarlo podría ayudar a reducir la agresividad. E incluso si muerde a alguien, casi siempre hay maneras de impedir que eso suceda de nuevo sin necesidad de terminar sacrificando a la mascota.

Tuve un ejemplo en casa. Hace nueve años mi esposa adoptó a un perrito callejero al que bautizó como Toby. En esa época trabajábamos mucho y estábamos haciendo unas reformas en la casa, y no pudimos darle mucha atención al cachorrito.

Además, los albañiles tuvieron la idea de amarrar al perro para poder trabajar más tranquilos. Hoy sé que lo que tendríamos que haber hecho era darle más atención al bicho, porque a éste se le juntó el trauma del abandono anterior al de ser amarrado por los albañiles, y se despachó a morder a todo el mundo. Albañiles, empleadas de limpieza, visitas, todos recibieron su dosis. Consultamos a un entrenador que nos sugirió calmar a Toby con paseos, comiditas y atención.

El tratamiento funcionó por dos semanas. Pero una tarde sonó el teléfono y corrí para atender cuando siento un ¡Ñac!, y ahí estaba yo atendiendo el teléfono con el perro colgado en mi pierna. Ahí mi esposa y yo conversamos hasta sobre cómo sacrificar a Toby. Pero luego mi suegra nos dio la solución: que le cambiáramos al nuestro por dos cachorritas más mansas que ella tenía en su patio, que era mucho mayor que el nuestro.

Con más espacio y menos competencia (además de llamados de atención cada vez que se irritaba), Toby se calmó y vivió feliz hasta su muerte, dos años atrás. Realmente, mi suegra fue una madre para él.

 

 

0 comentarios