El tiro por la culata
Por Pamela Gutiérrez
La llamada “familia militar”, hoy compuesta por 67.000 militares en servicio activo y unos 102.000 retirados, ya no representa a un sector político determinado, como ocurría en tiempos de Pinochet. Y la reunión de Piñera con los uniformados en retiro le trajo como consecuencia ser cuestionado en el debate presidencial del pasado lunes.
Domingo 22 de noviembre de 2009
“Es el candidato que ha entregado una solución, en consecuencia yo creo que tendrá una gran votación del mundo militar”, planteó esta semana el general (R) Rafael Villarroel en CNN, a propósito de la reunión que sostuvo el candidato de la derecha, Sebastián Piñera, con 500 militares en retiro, donde planteó un “compromiso off the record” -en palabras del general (R) Sergio Contardo-, referido a la “aplicación durante su gobierno de la justicia cabal de un Estado de derecho (…) a nuestros prisioneros encarcelados y a los cientos de encausados por la defensa nacional, en retiro, arrastrados a interminables juicios de derechos humanos, situación que él reconoce como arbitraria, ilegal e injusta y motivo que atenta contra la necesaria paz y reconciliación nacional”.
Dicho compromiso puso en aprietos al candidato de la derecha, ya que tuvo que responder en varias oportunidades sobre este tema en el debate del pasado lunes. Los militares agrupados en Chile Mi Patria también dieron pie atrás: el compromiso off the record de Piñera fue eliminado de la página web el pasado 18 de noviembre. Y ni una mención existe a la reunión con los militares en retiro ni con las propuestas previsionales hacia este sector en la página www.pinera2010. Incluso LND se contactó con el comando, inquiriendo sobre la ausencia de este aspecto.
¿A qué se refiere el general (R) Villarroel con la “votación del mundo militar”?
Según el Ministerio de Defensa, actualmente existen 67.000 efectivos en las tres ramas de las FFAA. Esta cifra es una baja de 18 mil integrantes respecto de 1998, producto del plan de modernización impulsado por el Estado desde la década del 90 (ver infografía). A eso hay que agregar 178.183 integrantes del sector pasivo, correspondiente a pensionados y cargas familiares, según cifras del Caja de Previsión de la Defensa Nacional (Capredena).
Las sorpresas del voto militar
Aunque el voto es secreto, la Villa Las Estrellas en la Antártica, donde sus habitantes son principalmente funcionarios de la FACh, puede ser un indicador de la evolución de este sufragio. En las elecciones presidenciales del ’89, Hernán Büchi arrasó con un 86,67%, versus un 6,67% de Patricio Aylwin. En las elecciones del ’93, año del “boinazo”, el ganador en la Antártica fue el candidato de la derecha, Arturo Alessandri Besa, con un 35,71% de los sufragios; José Piñera, ex ministro del Trabajo de la dictadura, obtuvo 27,14%, muy superior al promedio nacional de 6,18%. Frei perdió acá con un 31,43% de votos.
En el ’99, Lavín fue el candidato ganador de la Villa Las Estrellas, con un 77,36% de los sufragios, con Pinochet aún detenido en Londres. Pero en el 2005, en primera vuelta, el candidato ganador fue Tomás Hirsch (Partido Humanista) con un 33,96%, superando a Sebastián Piñera que obtuvo un 28,3%, el 22,64% de Bachelet y el 15,09% de Joaquín Lavín. Piñera le ganó acá a Michelle Bachelet con un 61,54% en segunda vuelta.
En 20 años de democracia, las Fuerzas Armadas ya no son las mismas. Desde el punto de vista político, el experto en temas de defensa y director del Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Diego Portales, Claudio Fuentes, explica que “al inicio de la transición era posible identificar una fuerte lealtad de las Fuerzas Armadas con el general Pinochet y, por lo tanto, con sectores políticos que fueron leales a dicho proyecto”. Es cosa de acordarse del llamado “ejercicio de enlace” de octubre de 1990, cuando el entonces comandante en jefe del Ejército ordenó el acuartelamiento de los uniformados para impedir la investigación judicial de un presunto fraude cometido por Augusto Pinochet hijo y desbaratar una petición de renuncia por parte del ministro de Defensa Patricio Rojas al general Pinochet.
Luego en mayo de 1993 ocurrió “el boinazo”, el episodio de cinco días donde comandos armados rodearon el edificio de las Fuerzas Armadas, frente La Moneda. La asonada había estallado luego de que La Nación publicara en su portada la reapertura del caso de los “pinocheques”. El Ejecutivo rechazó propiciar una nueva Ley de Amnistía, hacer renunciar al ministro de Defensa Patricio Rojas y, a cambio, se estableció una comisión para revisar mecanismos que agilizaran los procesos por derechos humanos en tribunales.
Sin embargo, a juicio del subsecretario de Guerra, Gonzalo García, el verdadero punto de quiebre de sometimiento de las Fuerzas Armadas al poder civil ocurrió en 1995, cuando los tribunales condenaron al general Manuel Contreras por el asesinato del canciller Orlando Letelier. “El ’95 fue el año en que vivimos en peligro, de lo que significaba las posibilidades de regresión militar. Fue el hito más complejo durante todo ese período, con esa secuencia de la cárcel especial y las dificultades propias de la detención del general Contreras. Pero de ahí en adelante, nunca más, nunca más, existió ningún problema del punto de vista de la firmeza de las instituciones democráticas”.
García agrega que “hay dos tesis en torno a esto: una que es una cierta concesión al papel histórico de Pinochet de ir entregando el poder. La otra, y en es en la que yo creo, habla de la capacidad y la habilidad del predominio civil de la defensa por ir reconduciendo este proceso con mucha paciencia, pero con mucha convicción en torno al Estado de derecho y creo que el papel de Edmundo Pérez Yoma fue bastante esencial”.
Por otra parte, García indica que en 1997 se impuso la tesis de “reconocer una nítida separación entre los problemas heredados del régimen militar y la defensa nacional como política. Lo que hicieron los gobiernos de la Concertación fue resaltar la política de defensa nacional y dar una oportunidad de desarrollo en plenitud como nunca antes había tenido las FFAA en Chile”.
La detención de Pinochet en Londres fue otro hito, en 1998, en la época en que el viejo general era senador vitalicio. Su sucesor en la comandancia en jefe del Ejército, general Óscar Izurieta, había dado señales de separar a su institución de los problemas de derechos humanos. Por ejemplo, entregó a la justicia las listas de funcionarios de la CNI, que durante años habían sido solicitadas por los tribunales. Otro gesto que molestó a los partidarios de Pinochet fue que no viajó a Londres inmediatamente, sino que sólo en abril de 1999. Más aún: cuando visitó Virginia Waters, la casa donde Pinochet estaba arrestado, Izurieta vistió de civil. Pero el distanciamiento no fue total: Izurieta recibió a Pinochet en la losa del aeropuerto, vestido de militar.
La ruptura final entre las FFAA con los militares violadores de DDHH ocurrió bajo la dirección de Juan Emilio Cheyre como comandante en jefe de Ejército. Histórica fue la carta de enero del 2003, planteando que al Ejército no le correspondía defender al régimen militar y que “los atropellos a los derechos humanos no tienen justificación”.
En las elecciones del 2005, Cheyre se reunió con el candidato presidencial del Partido Humanista, Tomás Hirsch, y el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier. Fue una reunión protocolar, pero un hito en las relaciones civiles y militares.
“Hoy día es bastante habitual que existan conversaciones en encuentros formales, informales, entre el mundo político y los mandos de las FFAA”, comenta García. “Creo que tuvimos la enorme habilidad de salirnos de la tesis de que las Fuerzas Armadas vuelven a los cuarteles, sin un papel propositivo y tampoco involucrada en plenitud en la estructura de decisión política. Están en el camino técnico profesional, de una política de alta envergadura, y un momento de enorme necesidad de su papel”, agrega.
La distancia de la derecha
La detención de Pinochet significó también el distanciamiento de la derecha, su natural aliado, sobre todo en la UDI donde varios de sus militantes históricos fueron funcionarios del régimen militar.
En 1998, Joaquín Lavín se levantaba como un candidato capaz de contrarrestar a la Concertación, en el contexto histórico de que el postulante oficialista era Ricardo Lagos y la apuesta era que un electorado DC iba a estar más proclive a votar por la derecha que por un izquierdista. “La derecha se distanció de Pinochet, simbolizando en la afirmación del presidente de la UDI (en ese entonces) el diputado Pablo Longueira, que era una ‘figura del pasado’. Este es un hecho favorable para la consolidación de la democracia, pues rompe una relación que tuvieron sus partidos con Pinochet hasta comienzos de la campaña presidencial de 1999”, dice Carlos Huneeus, director del CERC, en el paper “Las consecuencias del caso Pinochet en la política chilena”.
La distancia de la derecha se notó aun con el primer aniversario de la muerte del general Pinochet, acaecida en el 2006. Amargamente se quejaba el general (R) Villarroel de la ausencia de dirigentes de la derecha, en diciembre de 2007: “Me llama la atención que antes había tanta gente, que la veíamos a codazos para saludar a mi general y a la señora Lucía y para estar con ellos… ese es el pago de Chile”.
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