Cambio Climático y Seguridad Alimentaria
Cambio Climático y Seguridad Alimentaria: Desafíos para la gestión ambiental en Risaralda y la Ecorregión del Eje Cafetero
29-10-09
Enviado por Eco Portal
Alberto Arias Dávila, director de la CARDER Durante la instalación del evento académico Auditorio Jorge Roa Martínez de la Universidad Tecnológica.
La FAO ha dicho que el número de personas malnutridas en el mundo llegará este año a los 1.020 millones. Una cifra excepcional y espantosa. Uno de cada seis seres humanos está aguantando hambre, lo que se traduce en la muerte de cinco millones de personas cada año por inanición. Son los niños y los ancianos los más afectados por esta tragedia, que a la humanidad pareciera no importarle.
Las causas del hambre en el mundo son muldimensionales: La iniquidad social, el aumento persistente de la pobreza, la marginalidad económica de la mitad de los países, el déficit de activos ambientales, el aumento de los precios de los alimentos, las confrontaciones bélicas, la destinación de biomasas alimenticias a la producción de alcoholes carburantes y, claro, las consecuencias del cambio climático.
El cambio climático es un factor que explica una parte de la hambruna que se vive en varias regiones del mundo, debido a la inseguridad alimentaria que se deriva de las sequias prolongadas y las inundaciones. Aun su impacto no es tan dramático, pero va camino de serlo, entre otras razones, porque el cambio climático es un tema que no se está enfrentando con la seriedad y la severidad que se requiere.
El hecho de que las sequías sean cada vez más prolongadas, deja sin posibilidades de ingresos a millones de familias que pierden sus cultivos. Por esto se puede afirmar que la sequía es uno de los elementos que contribuye a perpetuar la pobreza. Las inundaciones, por su lado, generan impactos críticos por la pérdida de vidas humanas, daños a los bienes de las familias, afectaciones al entorno habitable y arrasamiento de cultivos y ganado.
Los daños económicos que ocasionan estos dos fenómenos climáticos son de dimensiones excepcionales para los países marginados y en desarrollo, partiendo del hecho de que muchos trabajadores del campo y propietarios de cultivos, abandonarán sus tareas productivas ante la imposibilidad de reiniciarlas luego de desastres naturales y por la incapacidad del Estado para indemnizarlos o subsidiarlos.
Debemos recordar que el ingreso de la gente más pobre depende en gran medida de las actividades agrícolas. El Informe de Desarrollo Humano de PNUD, nos dice que “alrededor de tres cuartas partes de la población mundial que vive con menos de 1 dólar diario, dependen directamente de la agricultura”, lo cual indica que cuando se presentan sequías o inundaciones, los impactos sobre su reducido bienestar son gravísimos.
Como una reacción natural de supervivencia, los campesinos intentan desesperadamente buscar nuevas tierras para ampliar la frontera agrícola y casi siempre lo hacen a expensas de las zonas boscosas, creando un espacio ambientalmente insostenible y económicamente inviable, porque estas tierras normalmente no son eficientes para la producción de alimentos. Pero lo que sí queda sembrado es el daño a la tierra, que pierde sus propiedades y gana la erosión. Sin embargo, los efectos negativos de la acción de los campesinos para ganarle espacio a los bosques, son mínimos frente al arrasamiento que hacen los grandes empresarios del campo y los sembradores de plantas ilícitas.
Otro de los temas sensibles a los cuales estamos asistiendo como producto del cambio climático, es la reducción de la oferta de agua. Este es quizás el tema central de preocupación de los expertos, porque si las familias no tienen acceso a agua limpia y no hay disponibilidad suficiente del líquido para irrigar cultivos, entonces se desencadenarán enfermedades, caída de la producción agrícola y aumento persistente del hambre.
En medio de este panorama tan crítico, aparece en el escenario económico la estrategia de convertir a los alimentos en commodities, lo que arroja como consecuencia un aumento de los precios de la comida, lo que conlleva indefectiblemente a que millones de personas, con exiguos ingresos, no puedan comprar la cantidad mínima de alimentos que requieren para su subsistencia.
Incluso, organizaciones humanitarias han expresado que no son capaces de seguir ayudando a la misma cantidad de hambrientos en el mundo, dado que en los últimos dos años los precios de los granos y las leguminosas se han incrementado un 70% en promedio.
Y como si fuera poco, la tragedia alimenticia también viene acompañada de la mano de la utilización de la caña de azúcar, remolacha, sorgo, maíz, papa y yuca como biomasas para la producción de etanol, con lo que se incrementa el precio de estos alimentos y se reduce su oferta para la gente más pobre, pero se garantiza, eso sí, que los tanques de los carros tengan combustible de forma permanente.
La inseguridad alimentaria no puede ser vista como un fenómeno que sólo ocurre en África o en Asia. Nosotros también aportamos imágenes aterradoras al álbum mundial del hambre. En Colombia, de acuerdo con los datos oficiales, un millón y medio de personas están en condiciones severas de desnutrición y en general, de acuerdo con la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional, elaborada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en 2005, el 41% de los hogares colombianos viven en inseguridad alimentaria. Un dato verdaderamente escalofriante, del cual no se escapa ningún departamento.
Y al parecer la situación será mucho más complicada en el futuro, ya que de acuerdo con los datos del proyecto Objetivos de Desarrollo del Milenio del PNUD, Colombia no será capaz de enfrentar con éxito la disminución de la pobreza y la miseria antes de 2015 y, por lo tanto, seguirá siendo alta la desnutrición especialmente entre los niños menores de cinco años.
Tenemos que recordar que Unicef ha dicho que cinco mil niños mueren anualmente en Colombia por desnutrición, o sea, que en el transcurso de este simposio en la mañana y tarde de hoy, morirán 6 niños en nuestro país por esta causa. Así es la crueldad de la miseria.
La situación de Risaralda también es crítica. Los estudios revelados por el gobierno departamental nos muestran que Belén de Umbría, Guática, Pueblo Rico y Quinchía, presentan casos de desnutrición crítica entre el 37 y el 42% en niños menos de 12 años. Por estas cifras tan preocupantes es que la FAO aceptó intervenir en los programas de seguridad alimentaria en nuestro departamento.
¿Qué debemos hacer entonces? En primer lugar, respaldar las iniciativas de adaptabilidad que se vienen promoviendo en el país, en un trabajo conjunto entre autoridades nacionales y organismos de cooperación internacional. Se pensaría que una primera etapa tiene que ver con el control de aquellos proyectos productivos rurales que se basan en el arrasamiento de las fuentes de agua, el deterioro del suelo y la desaparición de la biodiversidad.
El éxito de los proyectos de adaptación al cambio climático está sujeto a que se logre controlar la violencia en el campo y disminuya el desplazamiento de las familias, lo cual es posible con mayor inversión social, modernización de la
producción, créditos subsidiados y garantía de ingresos seguros para los campesinos.
No es posible hablar de adaptabilidad al cambio climático en medio de la guerra y del abandono gubernamental a amplios sectores campesinos. Y mucho menos, cuando los recursos destinados a mejorar las condiciones sociales y productivas de las familias más pobres, se quedan enredados en un enjambre de vividores del erario público.
Las Conferencias previstas para hoy en el marco de este certamen académico regional, nos permitirán avanzar en el reconocimiento de la importancia de diseñar políticas públicas de mediano y largo plazo para enfrentar la crisis alimentaria, acompañadas de un ordenamiento territorial que consulte las posibilidades de una adaptación al cambio climático, donde las acciones que se emprendan garanticen la alimentación y protejan el entorno ambiental. Las experiencias que nos mostrarán aquí de lo que se ha realizado en otras regiones del país, nos ayudarán a dimensionar el esfuerzo que debemos hacer, partiendo de na premisa sustancial: la responsabilidad no es sólo de las autoridades ejecutivas, sino de la sociedad en su conjunto.
Muchas gracias. www.ecoportal.net
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