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Centros Chilenos en el Exterior

¿Qué hacía Usted el 16 de octubre de 1998?

2009-10-15
especial para G80

23.15 horas del día viernes 16 de octubre de 1998

Tenían una orden judicial de detención. Jean Pateras, intérprete oficial de Scotland Yard, un bobby y el inspector Andrew Hewitt pasaron a la habitación ubicada en el octavo piso de The Clinic London, en Devonshire Place; ahí dormita el ex Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Chile, quien había sido operado de una hernia discal por un connotado cirujano hindú. Lucia Hiriart se oponía a que su marido se operara fuera de Chile, pero sabemos que Pinochet le tenía miedo a la muerte y… a los fantasmas.


Nunca se quedó solo en sus oficinas del Palacio de La Moneda, el edificio que él ordenó bombardear sin piedad. Sentía que las puertas se habrían solas, que las ventanas se golpeaban sin que ningún viento las empujara. Escuchaba susurros que él pensaba podían ser voces. Se quedaba dormido con la luz encendida, luego de dedicar cinco minutos a la lectura de alguna publicación sobre la cocina chilena, tema que lo apasionaba.

Le atemorizaban los helicópteros, por lo cual su piloto personal de mayor confianza, fue quien acompañó al General Arellano Stark, en la gira de la Caravana de la Muerte. Dicho oficial piloteaba también en los vuelos de la muerte, esos dónde los detenidos luego de ser asesinados, eran lanzados al mar. La muerta accidental del general Bonilla era una cosa que le asustaba, y que trató de mitigar pidiendo se le hiciera una misa anual, en recuerdo del General, fallecido en un accidente en helicóptero.

Pinochet le temía al hospital militar, el olor a cloroformo le traía malos recuerdos de  su infancia, y a su vez no dejaba de recordar las extrañas circunstancias en las que murió su amigo, el general Augusto Lutz. En ese recinto hospitalario mataron a José Tohá –Ministro de defensa del gobierno de Salvador Allende- y con él salió a las calles de Santiago, para detener el conjuro del golpe militar del día 29 de junio de 1973. Ese día se hizo acompañar de igual manera por el Comandante en Jefe del Ejército, el General Carlos Prats, su asesinato también lleva la firma de Pinochet.

Lentamente el otoño vestía a Europa. Londres permanecía con sus calles siempre a medio construir. La histórica Torre de Londres, sus cuervos y la Reina vigilaban el ambiente. El juez Baltasar Garzón se preparaba para ir a una corrida de toros de Curro Romero.

Por esos días alguien escucha en las oficinas de la Audiencia Nacional en Madrid, que un juez enviaría un documento a Londres con algunas preguntas para que fueran respondidas por Pinochet. Se lo dicen al general Núñez, quien se apura para informar al entorno del ex general en Inglaterra. Se sabe que el ex dictador chileno se pasea por Londres, se ha dejado ver, no se esconde, visita el Museo Militar. El zorro está fuera de su madriguera, ha cenado en la casa de la baronesa Margaret Tachert, y hablado de negocios de armas con el hijo de ésta, un conocido traficante en este tipo de asuntos.    

- ¿Cómo dicen? ¿Yo detenido, yo arrestado? Eso no es posible… ¿quién se atreve a detenerme? ¿Un juez inglés?  

- Sí…, bueno la orden aunque la ha dictado un juez inglés, en origen es de un juez español.

Así comienza el mejor acto de la impecable pieza de teatro, donde queda en la mesa, la tragedia, lo absurdo y la comedia. La dignidad mantuvo siempre su altura, no obstante, uno a uno fueron cayendo algunos connotados y públicos próceres, con su dedo famoso incluido, los ternos y las corbatas comenzaron a escribir sus nombres en las marcadas hojas del Libro de la Infamia. Se fueron acumulando en la cuneta, palabras, gestos, cartas y llamadas telefónicas.

Por esos días Eduardo Frei se encontraba en la ciudad de Oporto y hace dos declaraciones muy desatinadas: “Los españoles tienen un millón de muertos de una guerra civil y los crímenes de lucha antiterrorista del Gal. ¿Qué dirían si otro país pretendiera juzgar estos hechos? José María Aznar le responde: “Nosotros tuvimos una guerra civil declarada, no clandestina: dos frentes abiertos, dos ejércitos contendientes, y muertos en los dos bandos beligerantes; fue una guerra odiosa y feroz, pero no fue una guerra sucia, no fue terrorismo de Estado en situación de paz, como en Chile o Argentina. Nos hubiera alegrado que cualquier país pidiera la extradición de Franco, en algunos de sus rarísimos viajes a Portugal.  

Desde Chile Ricardo Lagos hace llamadas hacia España y comenta que las Fuerzas Armadas están inquietas, agitadas, indignadas y presionando al gobierno para que retire embajadores, cancele contratos de compra de equipos, revise las condiciones de los inversores españoles acá, y se le pide a Felipe González para que interceda ante Leopoldo Calvo Sotelo y Adolfo Suárez, y se le haga saber al juez español, que las “cosas de Estado”, deben ser tratadas de manera delicada y con visión de futuro. Felipe González se queda solo, los dirigentes socialistas apoyan la extradición de Pinochet, ella se ajusta a derecho.

Eduardo Frei entra en escena. Logra hablar por teléfono con el rey Juan Carlos, y le dice: “Vuestra Majestad ha conducido un proceso de transición y sabe lo difícil que es salir de una dictadura militar sin violencias ni revanchas. Nosotros tenemos un pacto no escrito, pero moralmente suscrito por todas las fuerzas políticas, de no revisar la dictadura. Ahora, con este episodio desdichado los militares piden cuentas. Y bueno, la democracia chilena es muy joven, está dando sus primeros pasos y se puede ir al garete….”

Es decir, la Concertación suscribió un pacto con las FFAA, y nunca dijeron nada. Y en la Concertación están los socialistas, Escalona, Carlos Ominami y otros connotados. Del PDC no hablaremos, si ellos fueron los que llamaron a Pinochet, o ¿es que se les olvidó el paro de los camioneros, y los dineros de la CIA, y su alianza en el CODE con Sergio Onofre Jarpa y Patria y Libertad?

La democracia chilena no es joven, es madura y tiene su tiempo, y llegó a tanto que se pudo elegir un presidente Mason, y socialista, por lo tanto Eduardo Frei no sabe mentir y conoce muy poco la historia de Chile.

Hay que hacer recuerdos de lo sucedido en aquellos días, semanas y meses posteriores, como los ministros socialistas de la Concertación que salían a golpear todas las puertas de sus socios europeos, para salvar a Pinochet. El actual secretario de la OEA, José Miguel Insulza,  fue uno de los mayores impulsores de sostener que el proceso a Pinochet era un atentado a la dignidad de la patria, y de todos los chilenos.

Todos sabemos que pasó  más de un año preso, en jaula de oro, pero jaula al fin, y que cuando llegó a Chile, se levantó de su silla de ruedas y caminó al compás de Lily Marlen. Luego el mundo se enteró que había robado dinero público, y sus defensores se quedaron callados. Por estos días, esos mismos personajes han sacado la voz para pedir los votos….  

En fin por sus actos los reconoceréis.

Pablo Varas

 

 

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