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Centros Chilenos en el Exterior

Capote, el mineral de oro de Freirina

Capote, el mineral de oro de Freirina

Beirut,  la capital libanesa, es transformada por la noche en un espectáculo maravilloso. Tejiendo  vistosos ramilletes de luces que van anidando lentejuelas multicolores sobre el negro de la noche. Un mar Mediterráneo, cuajado de perlas y diamantes, cual tesoro de Las Mil y Una Noches, que solo la “Suiza del Medio Oriente”, ofrece al viajero. El muelle, muestra veleros amarrados meciéndose suavemente por la marea, se recortan barcos anclados en la bahía   muy iluminados, digna la ciudad de una gran velada para un fin de semana-Es sábado, nueve de la noche- Mas allá, las casitas que milagrosamente se cuelgan de los cerros, adornan mágicamente el paisaje  y es que la bahía, todo su entorno se semeja al puerto chileno de Valparaíso, sobre todo en la noche de Año Nuevo, a escasos minutos del lanzamiento de los juegos artificiales tan famosos.

El computador me vuelve a la realidad y mientras navego por este  océano tecnológico llamado “Internet”; sin remos, ni tampoco llevando un chaleco salvavidas, voy dejándome llevar, nadando entre olas de páginas y páginas. De repente, en un abrir y cerrar de ojos….aparece la foto de “Capote”. -¡No!- no es el famoso novelista norteamericano!-, sino aquel legendario mineral de oro, ubicado en la Cordillera de la  Costa, al norte- este del pueblito de Freirina, fundado en el valle del Huasco, a escasos kilómetros del mar Pacífico, en la región de Atacama, Chile.

Ese paisaje nortino modelado por la mano maravillosa de Allah, tiene su especial atractivo. Allí,  los cerros y montañas, según la hora y el transcurrir de las estaciones del año, cambian de colores. Durante casi todo el otoño e invierno, el manto de la “camanchaca”,  cual fiel amante, besa la vegetación y da también de beber al árido desierto y es aquí, donde el milagro nace, brotando por doquier las “añañucas” y “lirios”, mientras los captus florecen mostrando amarillentos “copados”-que ayudan a mitigar la sed a los exploradores, pirquineros y aventureros en busca de una veta que los saque de la pobreza, como lo logró don Paulino Callejas.

También por allí, brota sobre la arena, una plantita semejante al trébol, que mascándola es acida, bajo de esta hay un tubérculo, que extraída la cáscara, se come y es el pan que regala el desierto atacameño, a los valientes amantes de la naturaleza.

El valle del Huasco, es un oasis naciendo en los macizos Andes y que va a morir en las costas del mar Pacífico, cumpliendo un clásico ritual que  los diaguitas representaban solo una solo vez al año, cuando el sol marcaba el inicio de la siembra.

Corría el año 1952, un curso de la escuela de Freirina, todos varones, habían sido invitados por autoridades de educación del Mineral de Capote, a un encuentro deportivo, en las disciplinas de foot-ball y basket-ball.

Ese día fue muy esperado y ansiado por los niños, quienes no conocían las minas, toda su mundo y experiencias eran las aventuras en “La Glorieta” y los bosques cercanos de eucaliptus, los olivares y los paseos a la playa en el cercano puerto del Huasco.

Aquel día como nunca-los jóvenes estudiantes habían madrugado. En la escuela les esperaba un desayuno, consistente en un jarro de aluminio con “cocho”, que consistía en harina tostada, leche y azúcar, acompañada por un humeante pan francés, de la panadería de don Nicolás Ramírez. Todo supervisado por el director del establecimiento el profesor que llamaban “Pituco Rojas” y la profesora recién egresada, jovencita aun y soltera, doña Nora Rojas, ella vivía a escasas casas del colegio, en la misma cuadra.

La compañía minera Capote Aurífero de Freirina, había enviado un camión para transportar a los alumnos a la faena minera. Cantando y riendo, sentados entre tablones de madera a modo de asiento, comenzaron el viaje a través del valle, cruzaron el río Huasco, el que apenas traía agua en aquella época del año, tampoco se había construido el puente que lo cruzaría años después. Luego tomaron rumbo por un camino de tierra y ripio que corría serpenteando a orillas de los cerros, siguiendo tortuosas quebradas pertenecientes a la Cordillera de la Costa. Empinadas cuestas, hacían refunfuñar al pesado camión y curvas cerradas eran dominadas por el diestro chofer, quien conocía de memoria cada roca y piedra de los angostos caminos, donde apenas podía pasar un vehiculo. Alrededor de las 9 de la mañana, había un fuerte sol y viento con tierra,   por la calle principal del campamento construido como un pequeño poblado, avanzaba tocando la bocina el camión. De todos lados aparecían los habitantes a presenciar la llegada de los alumnos del colegio de Freirina, quienes agitaban sus gorras, la gente les aplaudía en son de bienvenida.

Desde lo alto del campamento, se podía apreciar una panorámica de la planta procesadora de minerales, las tolvas chancadoras, grandes extensiones de relaves y a un lado la cancha de foot-ball y de basket-ball. Hacia el lado del cerro, cerca de la entrada de la mina principal, se erguía una casona de material firme, pintada toda de blanco, era el hogar de la familia Callejas, quienes supervisaban y controlaban la empresa. Siendo ellos muy numerosos; hijos, sobrinos, nietos y mas allegados a la familia, tenían cada uno, un trabajo administrativo o técnico, ganando un salario justo, como cualquier empleado, obrero o minero.

El camión se detuvo al costado de la plaza, en el centro de esta, se levantaba un kiosco construido de madera pintado de verde, donde tocaba la banda ruidosas marchas. Al lado derecho estaba el cine, donde se proyectaban películas como entretenimiento a los habitantes del lugar y se llevaban a cabo recepciones o fiestas importantes.

Luego de los discursos de bienvenida y rigor, por parte del director de la escuela de Capote, administrador de la faena y dos estudiantes finalizó el acto. Posteriormente fueron invitados a ingresar al cine para presenciar una película de vaqueros en blanco y negro, con la actuación de Tom Mix, el leyendario héroe de Hollywood.

El almuerzo les fue ofrecido a los invitados en las salas de clases de la escuela, habilitadas para la ocasión. Después del reposo, el administrador les llevó por un recorrido por la planta, la casa de maquina, las tolva de molienda y tomarse fotos en la entrada de la mina principal, por donde entraban y salían los carros de metal, empujados por esforzados mineros. Todos los estudiantes visitantes, ansiaban conocer al primer camión adquirido por don Paulino Callejas, el famoso “Chalaila”, pues mucho se comentaba en las charlas de niños.

Este camión tenia ruedas de fierro en vez de neumáticos y era capaz de cargar unas buenas toneladas de metal, el primer chofer fue don Briceño, cuyos hijos y nietos mas tarde fueron trabajadores de la compañía en otras faenas mineras, cuando el mineral de Capote, se cerró por la escasez del metal precioso y buena ley.

Se cuenta que con unos cuantos de los millones de dinero ganados por el magnate del oro, don Paulino Callejas, viajó a la capital, Santiago, con su chofer de confianza en tren. Cargando  dos sacos vacíos de harina, llenos de billetes, buscó a las empresas que vendían camiones. Entro a la primera concesionaria, los vendedores al verlo con una vestimenta no muy de acorde con los santiaguinos u hombres de empresas de la época, muy engominados y trajeados, le dieron poco importancia y no fueron amable con el. Luego de visitar otras casas comerciales, el olfato de uno de los vendedores de la agraciada distribuidora, logró venderle cuatro camiones al contado. Don Paulino abrió los sacos llenos de billetes y los dejo caer sobre el escritorio del joven que lo atendía cordialmente.

Al ver tal espectáculo, corrieron sus otros compañeros vendedores a contar el dinero. Dicen que los gerentes de las otras distribuidoras, despidieron a los vendedores, por no tener el olfato y a no reconocer un potencial comprador.

Así es como el camión de fierro llamado pomposamente “Chalaila” paso a la historia junto con el mineral de Capote y la familia Callejas, verdaderos Robin Hood del valle del Huasco y sobre todo beneficio a su pueblito natal: Freirina.

A las 14:00 horas comenzó el partido de futbol, el que fue ganado por los dueños de casa. El partido de basketball, les fue mejor, empataron como buenos vecinos. La reunión final se realizó en la plaza. A través de grandes parlantes, se escuchaba música nacional; cuecas y tonadas, con Clara Salavera y Los Cuatro Hermanos Silva.

A cada estudiante visitante le fue entregado sendos sándwich de carne con una botella de “Bilz”, un delicioso refresco de la época, merienda para el camino.

Abrazos entre compañeros y ahora amigos, discursos, finalmente todos los visitantes subieron al camión. Tocó la banda una marcha de despedida para luego comenzar el viaje de retorno a Freirina. En la ultima curva del camino de bajada, se podia admirar a Capote fantásticamente iluminado, aun llegaba a pesar de la distancia, el sonido típico de los motores y esa postal de antaño con un cielo muy oscuro completamente estrellado como fondo.

En el año 1964, viajando en un jeep desde Vallenar al mineral de cobre, llamado “Astillas”, tomamos el rumbo en dirección a Capote, queríamos ver junto a un amigo ingeniero de minas recién egresado-¡que había sido de la existencia de la mina convertida en leyenda!- Llegamos al lugar, siguiendo caminos abandonados, sin mantenimiento ni señalizaciones. La misma curva, desde donde vi por última vez su imagen de esplendor, en el año 1952 y que aun en la actualidad recuerdo como si fuese ayer-

Estaba todo abandonado, la casa patronal habia sido saqueada, el cine aun mantenia algunas murallas de pie, restos de la planta de minerales, motores desmantelados y enmohecidos por el paso de los años. Las marcas donde se levantaba el campamento, estaban aun dibujadas sobre el piso de cemento llenos de huecos. La cancha de futbol y basquetbol cubiertas por el polvo del relave rojizo, algunos pimientos, árboles duros aun de pie y mudos testigos de un pasado que es digno de homenajear y recordar.

En el costado de la gran maestranza,  cuyo jefe don Mauro Hinojosa, había manejado con mano de hierro, dejando a muchos jóvenes con su gran conocimiento de mecánica como herencia, emergió el “Chalaila”, el primer camión de fierro, muy oxidada su carrocería y ejes. Era el fiel monumento a la época de oro de la minería en Atacama.

Como solía decir don Salvador Allende, sentado en la plaza de Copiapó, cuando era un joven diputado, rodeado de dirigentes de los sindicatos mineros: “La minería es el sueldo de Chile”. 

Dedicado a:

Don Paulino Callejas

Alberto Callejas Zamora

Homero Callejas Zamora

Reginaldo Callejas Miranda (Don Regi)

Alejandro Noemi Callejas (Janjo)

Oriel Alvarez (Presidente Sindicato de Capote Aurífero de Freirina)

“Pirincho”

A los trabajadores y mineros de Capote, Astillas, Quebradita., Cerro Blanco, La Cobaltera, Labrar.

 

Tawfik Seeman

Book “Memories in the mines of Atacama”

Copyright

2006

Beirut, Lebanon

Lebanese  Union Overseas S.L.

 Lebanese Emigration Research Center

Notre Dame University-Zouk Mosbeh

www.ndu.edu.lb/lerc

2 comentarios

Ricardo Alvarez Gonzalez -

hermoso Relato, mi abuelito Materno ,mi viejo, muchos de mis tíos fueron parte de esa historia
¡¡emocionante¡¡¡ Felicitaciones

RODOLFO -

Extraordinario...Soy Minero copiapino Vendedor de Aceros de Minería ... hermoso relato. Todavía recorro Chile de punta apunta. Saludos