Pegajosa y dulce: Madonna partió gira que la traerá a Chile
Lunes 25 de agosto de 2008
La cantante arrancó en Gáles, con un potente concierto, su gira "Sticky Sweet"
En Cardiff, Gáles, se inició la gira mundial que contempla cuarenta y cinco conciertos en treinta y siete ciudades, que tendrá a Madonna en el país el 10 de diciembre en el Estadio Nacional.
Ni Londres, ni París, ni Nueva York. Madonna escogió la industrial Cardiff, capital del País de Gales, para poner en marcha un tour bautizado como Pegajoso y Dulce (Sticky and Sweet), un poco como su música. Desde que se convirtió en celebridad en los ochenta se las ha ingeniado para ponerse en contra a políticos como George Bush (es una feroz crítica de su administración) y al Vaticano en pleno, así que no es extraño que muchos discrepen de su pretensión de eterna juventud, como si hubiera algo malo en mostrar la madurez, las canas y las arrugas de los cincuenta.
Pero si hasta las adolescentes se hacen cada vez más la cirugía estética para meter nariz o sacar pecho, ¿a quién puede extrañarle que Madonna Louise Ciccone siga comportándose como una veinteañera? Desde luego lo hizo el sábado en el Estadio del Milenio de Cardiff, cantando, saltando y bailando con la misma energía inagotable de siempre, en un espectacular y complejo concierto que empezó con más de tres cuartos de hora de retraso, y en cuyo transcurso conduce a la audiencia por un alucinante viaje desde el rock hasta el dance.
Con un vestuario diseñado por Riccardo Tisci para potenciar sus múltiples y bien amortizados encantos, la cantante y actriz presentó un espectáculo de luz y sonido que volvió locos a sus fans. "La excursión nos va a costar entre pitos y flautas más de 1.300 euros, pero se trata de una de las mejores inversiones de nuestra vida, nunca habíamos tenido la oportunidad de ver a Madonna en directo, y ha sido una pasada", decían al final del show Vic y Katie, amigas australianas residentes en Londres.
A nivel estructural, el concierto estuvo dividido en cuatro partes. La primera (Pimp) consistió en un homenaje al art decó de los años veinte aderezado con una pizca gangsta, evidente en la puesta en escena y la aparición estelar de Madonna en un modelito de Givenchy. La segunda (Old School) fue un revival de los primeros tiempos de Madonna en Nueva York, un regreso a la cultura dance de los ochenta y al nacimiento del rap, ilustrado con diseños de Jeremy Scott y flashes de Keith Harina. La tercera (Gipsy) se trató de un viaje por todo lo alto a la Isla Bonita, envuelto en el espíritu de la música folk y el baile con raíces rumanas. La cuarta y última (Rave) trasladó a los espectadores a un mundo futurista con influencias orientales.
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