Indígenas siguen viendo el sida como un mal externo
Lunes 17 de marzo de 2008
Por Ricardo Ahumada
Estudio revela cómo algunos grupos étnicos aún creen que la enfermedad no puede afectarles
El primer estudio de VIH/Sida en etnias, dice que un mayor intercambio cultural ha convertido a los jóvenes en agentes preventivos al interior de sus comunidades, donde aún ven de lejos la epidemia. El caso es que mientras hay indígenas viviendo con VIH, existen caciques que recién hace un año reconocieron que la enfermedad existe.
La clave está en los jóvenes. Ésa es la más clara conclusión de la investigación "En los dominios de la salud y la cultura", el primer estudio que se elabora en Chile sobre la caracterización de factores de riesgo y vulnerabilidad frente al VIH/SIDA de los pueblos originarios.
La investigación, realizada por un equipo del Centro Interdisciplinario de Estudios de Géneros (CIEG) de la Universidad de Chile, reveló que los segmentos más jóvenes de la población actúan como replicadores de nuevos conocimientos preventivos hacia el núcleo más tradicional de sus comunidades. "Cuando un joven que se ha formado dentro una realidad urbana regresa a su localidad rural, lleva estos nuevos conocimientos y actúa como una especie de ‘agente preventivo’", dice Alexandra Obach, una de las coordinadoras del estudio.
rapa nui y aymaras
Mientras en algunas etnias el sexo -y el sida aún más- es un tema tabú, en los rapa nui es una actividad natural. La comunidad se permite todas las libertades, pero son reacios a protegerse "de un virus que es de otros" y que se presentarse "debería tratarse con la medicina occidental por ser una enfermedad occidental, importada y extranjera".
Los rapanuis entrevistados en el estudio no consideran el sida como un tema relevante ni cercano a ellos, sino que más bien como "un mal de los otros y en caso de afectar a algún miembro de su colectivo, éste debería tratarse con la medicina occidental por ser una enfermedad occidental, importada y extranjera".
Otros, sin embargo, creen que el problema radica en que la promiscuidad no es una tema sancionado dentro de la comunidad. "Tú tienes todas las libertades para tener sexo. Después del carrete, tienes miles de lugares para tener sexo y la verdad es que nadie se preocupa de usar condones a esa altura", dice Karla Salinas Atán, una veinteañera rapa nui.
Karla dice que, aún con políticas de prevención, es muy difícil concientizar, porque los extranjeros son muy apetecidos y se suman a las libertades que ofrece la isla sin tomar precauciones. "La promiscuidad con los turistas es muy grande en la isla y nadie se acuerda de condones".
En el caso aymara, la sexualidad se vive en pareja, con un machismo que no ha desaparecido y que implica aguantar infelidelidades y violencia intrafamiliar. Por lo tanto, el virus es visto aún más lejano y se le atribuye, principalmente, a la gente que pasa por las fronteras o que tiene contacto con gente ajena a la comunidad. "(El VIH/SIDA) le da a la gente que tiene muchas parejas, o no sé, que lleva una vida diferente a la de uno", dice Alicia, una de las entrevistadas aymaras del libro. Otra mujer citada en el texto dice: "Lo veo como imposible aquí, porque nunca he escuchado de que alguien lo tenga aquí, porque aquí todo se sabe". Como en todos los demás pueblos investigados, no existen cifras oficiales.
Mapuches y política especial
Cada pueblo vive la sexualidad de forma distinta y por eso se deben atender necesidades específicas. Es el caso de los mapuches. Según el estudio, para este pueblo el VIH/Sida es todavía una enfermedad winka. No es un tema relevante y se ve como una enfermedad foránea que se podría contraer en las regiones donde los mapuches van a estudiar o trabajar temporalmente. "Acá en el sur no hay eso, del norte será pues, del otro país. Acá no se ve esa enfermedad...la gente es más cuidada, no hay mujeres ni hombres demasiado locos", dice Magali, una mapuche de 56 años que vive en un sector rural de la IX región.
Según el texto, las comunidades ven que la enfermedad se adquiere en el ambiente citadino, en contacto con el comercio sexual y el abandono de las costumbres tradicionales, vistos como factores protectores a la epidemia. Por eso la enfermedad es vista como "un castigo para la familia", pues ésta se hace cargo de la imagen de alguien que murió por "promiscuo, sucio o afeminado".
La barrera cultural no es menor. De hecho, un cacique reconoció, hace apenas un año, que la enfermedad existía como tal. "Hace un año y medio, después de ver que ya no eran pocos los casos de enfermos de sida en la comunidad, nuestro cacique mayor aceptó que el VIH/SIDA existía", cuenta al teléfono Willy Morales, huilliche portador del virus.
Willy, presidente de Kelwo, organización de personas indígenas afectadas por el VIH, dice que ahora el tema se está tratando en la comunidad y que urge una política especial para ellos.
El presidente de Kelwo, no quedó contento con la investigación y acusa al Ministerio de Salud de abandono y de no querer entender su propia cosmovisión de la sexualidad. "El estudio no consideró a las personas que tratan la salud en las comunidades y pareciera que se hizo entre cuatro paredes".
Los investigadores dicen que uno de los objetivos del estudio es, justamente, levantar información para entender cómo se construye un nuevo conocimiento para intentar que la prevención tenga un elemento de pertenencia cultural, algo que los dirigentes indígenas han pedido desde hace mucho tiempo. "La participación de la comunidad es clave para que ellos sean partícipes de este proceso y así generar métodos propios, dirigidos por y hacia ellos", dice Michelle Sadler, coordinadora del estudio. "La idea es que no se les imponga algo que no considere los elementos propios de la cosmovisión de cuerpo, salud, cultura y sexualidad de cada pueblo", asegura. LN
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