Violeta Parra (1917-1967)
Violeta del Carmen Parra Sandoval nace el 4 de octubre de 1917 en San Carlos, localidad ubicada al sur de Chile, en la región del Bío-Bío. Su inclinación artística la hereda de su padre, Nicanor Parra, profesor primario y destacado folklorista de la región. Durante el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo cientos de empleados fiscales son exonerados, entre ellos el padre de Violeta, razón por la cual la familia Parra Sandoval parte en 1927 a Chillán.
Los hijos de la familia comienzan precozmente a mostrar su inclinación hacia el espectáculo, disfrazándose, cantando y montando presentaciones en las que cobraban entrada a los niños del barrio. En este contexto, Violeta comienza a tocar guitarra a los 9 años y a los 12 ya compone sus primeras canciones.
La precaria situación económica de la familia lleva a Violeta a cursar la primaria y sólo un año de instrucción en la Escuela Normal. Deja sus estudios y se dedica al trabajo en el campo para ayudar en su hogar. Violeta y su hermano Lalo, se dedican a cantar en restaurantes, circos, trenes, calles e incluso en burdeles.
Tras la muerte de su padre en 1929, Violeta se va a vivir a Santiago. Ahí intenta retomar sus estudios en la Escuela Normal de Niñas, pero los abandona al poco tiempo para continuar cantando en bares y quintas de recreo junto a su hermana Hilda, con la que conforma un grupo de música folklórica llamado "Las Hermanas Parra".
En 1938 contrae matrimonio con Luis Cereceda, con quién tuvo dos hijos, Isabel y Ángel. Junto a ellos se dedica a recorrer distintos lugares de Chile, interpretando canciones en teatros y boliches. En 1948 se separa de Cereceda y continúa su vida itinerante por el territorio nacional.
A inicios de la década de 1950, Violeta comenzó a investigar la tradición musical de diversos barrios de Santiago, comenzando así una tarea que mantendría durante toda su vida: el rescate de la cultura popular chilena. Siempre junto a su guitarra, Violeta Parra se dedica a recorrer Chile rescatando el folklore campesino. La recopilación realizada es uno de sus grandes aportes, ya que fue capaz de recuperar gran parte de la tradición chilena que no tenía posibilidad de ser registrada.
En 1953, Violeta es contratada por la Radio Chile para una serie de programas que le permiten ser conocida en el ambiente folklórico nacional. Ese año graba dos de sus canciones más conocidas: "Casamiento de negros" y "Qué pena siente el alma". En 1954 obtiene el premio Caupolicán, que se entrega al folklorista más destacado del año. Luego de ganar este premio es invitada al festival juvenil de Varsovia y aprovecha la ocasión para recorrer diversos países de Europa. En París se asienta durante dos años, con gran acogida en radio y televisión. En Francia graba sus primeros discos como solista.
Violeta retorna a Chile en 1956 y un año después se traslada a Concepción, ciudad en la que funda y dirige el Museo de Arte Popular. En 1958 vuelve a Santiago y diversifica su actividad artística, realizando cerámicas, pinturas al óleo y arpilleras. Entre 1961 y 1965 regresa a París, aprovechando la oportunidad para dar a conocer el trabajo de sus hijos Ángel e Isabel y grabando canciones muy relevantes para su carrera, como "Paloma Ausente" y "Arriba Quemando el Sol".
En 1964 expone sus óleos, arpilleras y esculturas de alambre en el museo del Louvre en París, siendo la primera vez que un artista latinoamericano realiza una exposición individual en este prestigioso museo. En esa misma época, Violeta escribe el libro "Poesía popular de Los Andes" y es filmada en Suiza en el documental "Violeta Parra, bordadora chilena", siendo éste uno de los escasos registros audiovisuales que se tiene de ella. Es en ese país donde conoce al musicólogo suizo Gilbert Favré, el cual se convertirá en el gran amor de su vida. A él le dedica canciones de amor y desamor, como "Corazón maldito" y "Que he sacado con quererte".
Muchas de sus canciones en esta época tienen un fuerte contenido social, de crítica al sistema imperante y resistencia ante el autoritarismo y las desigualdades. En este sentido, algunos de los títulos más representativos son: "Miren cómo sonríen", "Qué dirá el Santo Padre" y "Arauco tiene una pena".
En 1965 Violeta Parra regresa definitivamente a Chile e instala una gran carpa en la comuna de La Reina, junto a sus hijos Ángel e Isabel, y destacados músicos chilenos como Víctor Jara, Patricio Manns y Rolando Alarcón. El gran objetivo de Violeta es convertir ese espacio en un gran centro cultural en el que se difunda el folklore nacional y latinoamericano. Sin embargo, la respuesta del público no fue lo suficientemente entusiasta y no existió el apoyo suficiente para la consecución de su objetivo. En 1966 viaja a Bolivia y escribe sus últimas canciones, entre las que se encuentran "Volver a los 17", "Gracias a la vida", "El Rin del Angelito" y "El Albertío".
Al cumplir los 50 años de vida, en 1967, Violeta Parra se suicida en la Carpa de La Reina. Su legado es inconmensurable. Fue una artista multifacética, que logró plasmar en su obra su profundo compromiso con el ser humano. La universalidad de su obra es reflejo de una vida completa dedicada a rescatar las raíces y la memoria colectiva de Chile y el continente americano.
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