Nueva Presidenta en Argentina
Lunes 5 de noviembre de 2007
Por ABC, España
QUIOSCO DEL MUNDO
La elección presidencial de Cristina Fernández de Kirchner implica una vuelta de tuerca en los mecanismos sucesorios habituales en el seno de las democracias occidentales: algo que hasta ahora era inédito deja de serlo y Argentina pone en marcha una variante de sucesión democrática que permitirá al matrimonio Kirchner intercambiar sus papeles y seguir habitando la Casa Rosada cuatro años más. La que era consorte podrá seguir la labor de su marido al frente del Gobierno, sin que nadie pueda discutir la legitimidad de su elección, porque las urnas han avalado su nombramiento con un contundente resultado.
Lo que resulta más discutible es el planteamiento de su campaña presidencial. Cristina Fernández de Kirchner ha asumido la continuidad conyugal de la gestión de su marido, pero, al mismo tiempo, ha eludido las sombras que pesan sobre éste por los escándalos de corrupción y la falta de transparencia que han caracterizado buena parte de la labor de su Gobierno. Su contundente victoria ha hecho realidad un viejo sueño del peronismo desde la época de la mítica Evita: que éste se suceda a sí mismo, de manera familiar y por aclamación democrática. El justicialismo ha logrado ofrecer a los argentinos una fórmula aventajada y rejuvenecida de los íconos populistas que utilizara muchos años atrás el general Perón.
Argentina afronta un horizonte de continuidad oficialista que Cristina Fernández tratará de rentabilizar a su favor. El país ha superado el caos que en 2001 le llevó a sufrir una de las peores crisis de su historia. Asegurada la gobernabilidad después de la elección de Kirchner en 2003, los indicadores socioeconómicos no han dejado de progresar. Se ha reducido el paro y el PIB crece por encima de 8%. Argentina progresa, pero sigue sin resolver los problemas estructurales que hacen que casi una cuarta parte de la población viva en la pobreza, que la inflación se mantenga alta y no se logren atraer inversiones exteriores que desarrollen un tejido empresarial mucho más sólido que el actual.
Estas circunstancias colocan a la Presidenta electa ante el reto de redefinir buena parte del diseño político impulsado por su marido durante estos años, tarea que será difícil por varios motivos, por un lado, el perfil autoritario y arrogante que Cristina Fernández ha exhibido y, por otro, la propensión a perpetuar las prácticas corruptas mostradas por su marido hacen de ella una heredera inclinada a mantener el estilo y los manejos de su antecesor. Complejo futuro. Sobre todo porque pospone cuatro años más el reto de saber si el país será capaz algún día de salir del bucle peronista con el que esta ideología ha impregnado de modo hegemónico los hábitos políticos de los líderes y del conjunto de la sociedad argentina.
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