Una rosa por cada víctima de la dictadura
Por José Miguel Jaque / La Nación
Villa Grimaldi, en homenaje a las mujeres asesinadas o desaparecidas
Las flores que no recibieron en sus cumpleaños, aniversarios o cuando pudieron ser madres, están en un pedazo de tierra en Villa Grimaldi. Tienen sus nombres, sus historias y representan un ciclo de vida. Como las suyas, que fueron interrumpidas de golpe.
Foto: Michele Drouilly cuida la rosa de su hermana Jacqueline, quien tenía tres meses de embarazo cuando fue detenida y desaparecida por funcionarios del gobierno militar. Foto: Gastón Flores.
Hay un relato sobre Jacqueline que permanece en el tiempo. Una testigo recordó que cuando fue llevada al centro de detención de José Domingo Cañas, Jacqueline se acurrucó en un rincón medio escondida en su gorro de lana. Permaneció horas sin hablar con nadie. No dejó de mirar el suelo. De pronto, levantó la cabeza. Empezó a hablar y a hacer reír a la gente. "Floreció", dice su hermana, Michele Drouilly.
Michele quiere conservar esa imagen de su hermana. Una imagen vital que contrasta con la suerte que corrió finalmente: Jacqueline, que tenía un embarazo de tres meses, desapareció junto a su marido, Marcelo Salinas, luego de ser detenida en su departamento por el agente Osvaldo Romo. Por eso, Michele propuso un proyecto que homenajeara a las mujeres víctimas de la dictadura: recuperar la gran rosaleda en el Parque por la Paz Villa Grimaldi.
"Muchas sobrevivientes de Villa Grimaldi nos contaban que las hacían pasar por delante de estas rosaledas con los ojos vendados y podían percibir el aroma de las flores. Eso las hacía volver a la vida entre tanto horror", cuenta Margarita Romero, vicepresidenta de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi y encargada del proyecto.
Cada rosa recuerda a una mujer y lleva una placa con su nombre para que sea una flor con una historia. "Una planta homenajea mucho más a una mujer que un monumento. Es algo vivo, que florece. Aquí esta el ciclo de la vida, que en su caso fue interrumpido de forma abrupta", cuenta Michele Drouilly. "Muchas eran militantes, lucharon por recuperar la democracia, pero hay otras olvidadas, que no se sabía que habían muerto por una causa u otras víctimas de la violencia dictatorial, que murieron por una bala perdida y que dejaron una familia en la indefensión".
El proyecto se financia con los socios, amigos y la comunidad. Quien quiera, puede amadrinar una rosa. Ya lo han hecho incluso desde Australia, Canadá, Bélgica, por ejemplo. En la primera etapa, concluida el 9 de marzo cuando se conmemora el Día Internacional de la Mujer, se plantó una rosa por cada una de las 36 mujeres que fueron ejecutadas o que su rastro se perdió en Villa Grimaldi. La segunda etapa, que concluyó el pasado domingo, recuerda a todas las mujeres que murieron ejecutadas, desaparecieron o fueron víctimas de abuso de poder en la década del 70. Está proyectada una tercera etapa para las mujeres víctimas en los 80 que será inaugurada el 9 de diciembre.
"Yo las podé"
Lautaro Videla recorre el lugar intentando reconocer los rincones y reconstruir pedazos de su propia historia. El ex dirigente del MIR fue uno de los presos que más tiempo permaneció en Villa Grimaldi -entre febrero y agosto de 1975- y logró una especial cercanía con algunos de sus guardianes. Por eso, los domingos, cuando se iban los oficiales, lo dejaban salir al jardín. Él puso lo suyo: dijo que sabía podar rosas.
"En realidad no tenía idea, pero me gratifiqué mucho al poder salir al jardín algunas tardes", cuenta. Tijeras en mano, podaba el mismo lugar donde plantó una flor con el nombre de su hermana, Lumi Videla, integrante del comité central del MIR. "Es extraño estar acá. El lugar donde los guardias me permitieron estar un ratito jardineando los fines de semana con la venda arriba, respirar, sentir la naturaleza, pincharse con las flores... era una oportunidad increíble. Y las mismas rosas son el símbolo que recuerda a la Negra ".
A su Negra la torturaron y mataron en José Domingo Cañas. Su cuerpo sin vida fue lanzado en noviembre de 1974 al antejardín de la embajada de Italia por agentes de la DINA. Ella no llegó a conocer el Cuartel Terranova, como le decían a Villa Grimaldi, pero ese lugar (el centro de José Domingo Cañas) fue destruido y luego se transformó en una industria de juguetes. "Ahí no se logró rescatar un centro de testimonios o un museo. Entonces, que exista un recuerdo de ella y otras víctimas acá, es hermoso y ofrece la oportunidad de visitarlas y homenajearlas".
El lugar de flores multicolores también le regaló una nueva mirada a Ana Verónica Alvarado. Desde que plantó una rosa por su hermana María Inés, la relación entre ellas cambió. "Llegué a mi casa con mucho dolor, pero con una fuerza que había perdido", cuenta. Ese impulso la hizo tomar su auto y dirigirse a la casa de una sobrina que se había quedado con el diario de vida de María Inés. "En 30 años nunca me sentí capaz de abrirlo, de ver su letra, de leerlo. Pero ese día lo repase hoja por hoja. Encontré una foto más reciente de ella, de cómo era cuando la detuvieron. Ver el diario fue como estar con ella. Fue muy potente".
Ana conoció de nuevo a su hermana, quien era mucho menor que ella. Se enteró que cuando murió su padre, María Inés dormía en la cama matrimonial con su mamá. Que era muy regalona. Que se preocupaba mucho de sus hermanos mayores. Y que adoraba a sus sobrinos.
María Inés tenía 21 años cuando desapareció junto a otras 18 mujeres y cien hombres en la Operación Colombo. El domingo, esa flor le dio un nuevo aire a Ana Verónica. "Tengo más fuerza para seguir buscando justicia y aguantar el dolor de una herida que se abre cada cierto tiempo. Las rosas también nos devolvieron la vida a nosotros", concluye. LN
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