Blogia
Centros Chilenos en el Exterior

Alberto Hurtado en su tiempo

Por José Aldunate s.j.

RUMBOS

lanacion.cl

Hace tiempo escribí el artículo "El Padre Alberto Hurtado treinta años después". Era una ficción, porque pretendía describir lo que Alberto Hurtado habría pensado y hecho si estuviese vivo 30 años después de su muerte. Estábamos en la década de los 80, plena dictadura. Por supuesto, no me publicaron el artículo. Ahora, me esforzaré por hacer lo contrario. A 55 años de su muerte quiero verlo en su tiempo, sin ficciones o juicios subjetivos. Lo conocí en 1936. Yo era estudiante jesuita y él, un novel sacerdote. Trabajamos juntos en la ASIC (Acción Sindical Chilena), su última pero más preferida obra.

Creo que para hacer justicia a un personaje histórico hay que intentar relatar con toda objetividad quién fue en su tiempo. No es fácil resistir la tendencia de traerlo a nuestras preferencias y nuestra época. Pero con todo tengamos en cuenta que el tiempo siempre es movimiento, como lo definió Aristóteles. El pasado está preñado del futuro y lo va engendrando. Hurtado pudo ser a su vez hombre de su tiempo y precursor del venidero... Y, a mi juicio, eso fue definitivamente.

En una periodificación del siglo XX destaca la fase 1962-1973, que incluye el Concilio Vaticano II y los gobiernos de Frei y Allende. Época de cambios revolucionarios en lo eclesiástico y lo civil. El período anterior (1935-1960) podría considerarse de reconstrucción tras las turbulencias y crisis de inicios de siglo. Esta etapa engloba los años de actividad pastoral de Alberto Hurtado (1936-1952). ¿Qué papel jugó en este proceso? Su un papel fue dinamizar y orientar. Una acción efectiva pero discreta. No se salió de los moldes eclesiales y civiles, aunque no faltaron quienes lo tildaron de revolucionario y comunista. Pero su dinámica se desplegó por diversos canales. Enumeremos algunos: la juventud, sus movimientos, la Acción Católica; la denuncia de la pobreza; el compromiso con la acción reivindicadora del sindicalismo; la profundización de estos compromisos sociales mediante los ejercicios espirituales; sus escritos sobre el cristianismo social.

Así, sin querer hacer política, contribuyó a forjar los hombres y la mística de la falange que después será la Democracia Cristiana y el Gobierno. En lo esencial "hizo" teología, y teología de la liberación, adelantándose a los concilios latinoamericanos de Medellín y Puebla. Preparó a la Iglesia chilena para acoger el Concilio Vaticano II (1962-1965), que debía significar un vuelco en la vida eclesial. A propósito: pude apreciar la afinidad que ya tenía Alberto con las reformas vaticanas pese a morir diez años antes del Concilio. Cuando visitó Francia (1947-1948) la Iglesia de ese país vivía una renovación, con sacerdotes obreros, innovaciones pastorales, grandes teólogos que más tarde actuaron en el Concilio. Hurtado "se halló" plenamente y llamó la atención por sus aportes. ¿Cuál fue el papel histórico?

Él fue un precursor. Con su dinamismo e inspiración, despertó a una iglesia demasiado tradicional y la preparó para los grandes cambios y aperturas de la década del 60. Estos fueron tres: el Concilio Vaticano II (1962), la Teología de la Liberación (1967 con las publicaciones de Gustavo Gutiérrez) y la Conferencia Latinoamericana de Medellín (1968). Con esto influyó en alistar en lo civil una gran oportunidad de cambio y renovación social, que se abrió en esa misma década. Que esa oportunidad se hubiera frustrado más tarde... es otra historia.

 

 

0 comentarios