Es absurdo pedir al PS una lealtad militar
Por Mirko Macari / Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia
El académico analiza la última movilización y explica parte de su debilidad en la histórica cooptación del sindicalismo por los partidos. Cree que la verdadera rebeldía se está incubando en los jóvenes, alerta sobre la crisis de las instituciones y piensa que nuevos referentes por la izquierda de la Concertación son infructuosos si participan del mismo sistema político.
Es de mañana en el living de la casa del Premio Nacional de Historia y Ciencias Sociales y hay prendida una estufa que no se puede apagar. Es que en un rato llegará el mismísimo Carlos Altamirano Orrego a proseguir con las entrevistas que mantiene con este académico de la Universidad de Chile, cercano al MIR en otros tiempos, y que ha rastreado en la historia social de Chile desde abajo, en lo que en la jerga intelectual se conoce como los sujetos populares: labradores, peones y proletarios que marcaron a fuego la identidad nacional a través de revueltas, mítines y vida cotidiana, al margen de los grandes salones, las casas patronales y los cabildos políticos.
Con esa mirada fiel a la izquierda, Salazar aporta lo suyo para entender las claves de esta semana en que la agenda la marcaron los senadores apaleados, los infaltables nenes exaltados y nuestros queridos pacos de siempre.
¿En qué está el proyecto del libro de Altamirano?
No tiene forma definida aún. Pero no va a ser ni memoria, ni biografía ni mera entrevista.
¿Lo conocía de antes?
Poco, porque yo no era del PS. Ahora lo he conocido muy de cerca y me ha sorprendido agradablemente.
¿Le pareció fidedigna a lo que usted ha recabado del personaje la entrevista que dio a "La Tercera"?
Salí fuera de Santiago, así que no la leí. Altamirano quedó un poco más contento, porque no estaba focalizada en ese supuesto pecado capital de su vida y que siempre se le achaca: haber sido responsable del golpe del 73.
Dijo que el de Lagos había sido el mejor Gobierno de centro-derecha.
Es lo que piensa, él está en una posición muy crítica respecto del Partido Socialista hoy.
Justamente esta semana ha estado marcada por el tema de la lealtad del PS con la Presidenta, que se entronca con el trauma histórico de la actitud del PS con Allende.
Creo que al PS hay que entenderlo históricamente, es un partido de muchas almas. No como el PC, que siempre ha procurado ser fiel a una esencia, una memoria y una tradición. Al PS, que se constituyó como una sumatoria de grupos distintos, no podemos pedirle una cohesión tipo PC. En su origen hay anarquistas, trotskistas, comunistas, socialdemócratas, después los mapus. Hay una integración bastante caleidoscópica de diferentes identidades, y la gracia es que alberga posiciones distintas en una relativa convivencia. Según la coyuntura, sale una u otra alma.
Esta semana salieron las dos.
Sí, es muy entendible en lógica histórica que el PS esté en un Gobierno neoliberal, administrando el régimen que dejó Pinochet, y por otra parte esté en la calle protestando contra ese régimen.
¿No es esquizofrénico?
No lo es. No podemos pedirle peras al olmo, el PS es una gran madre que ha producido hijos con distintos padres. Es absurdo pedirles a ellos una lealtad militar, el PS nunca ha sido leninista.
¿Camilo Escalona encarna esa intención de orden, con el trauma de lo de Altamirano?
Cada socialista tiene su historia particular, pero pienso que este partido alberga las contradicciones internas del mismo movimiento popular. Altamirano representó una línea política y Allende otra. Allende, a pesar de ser un político tradicional y parlamentarista, preside las OLAS, donde se agrupan puros grupos revolucionarios, y como presidente del Senado defiende guerrilleros.
Y en esa óptica, ¿qué encarna Bachelet dentro del socialismo?
Es lo mismo. Ella tuvo una actitud entre comillas extremista en el tiempo de la dictadura, su compañero entiendo que también era de la misma línea. Pero ahora está de Presidenta de un Gobierno constitucional, parlamentarista y liberal, también hay una voltereta. A mí no me sorprende, porque en todos los partidos uno encuentra historias más o menos iguales, y eso es propio de la dialéctica. En la UDI también ocurre, pero como no ha sido Gobierno no han aflorado esas contradicciones.
El sindical-parlamentarismo
Mirando la convocatoria de la CUT esta semana, parece que la trenza partidos de izquierda-movimiento sindical goza de buena salud.
La izquierda asumió tempranamente el socialismo como un socialismo de Estado, para construirlo desde la maquinaria estatal, al interior de la Constitución. Se hizo legalista y parlamentarista y eso supuso que la clase obrera debía apoyarlos. Desde entonces quedó esta trenza de partidos constitucionalistas que necesitan una clase obrera que apoye lo que ellos hacen porque son vanguardia. Han hecho militar siempre a las federaciones obreras, particularmente a la CUT, y por eso dejaron de lado a Clotario Blest, que buscaba la autonomía del movimiento sindical. En la izquierda siempre ha operado esta trenza de movimientos sindicales a la cola de los partidos y por eso el sindicalismo está medio cooptado, medio capturado por la política. De ahí también que los dirigentes sindicales, especialmente los de la CUT, muchas veces hablen más por el partido que por la lógica sindical.
¿No radica en esa cooptación parte de la debilidad del sindicalismo actual, al endosarles por rebote el desprestigio de los partidos?
Esa trenza, lo que he llamado el sindical-parlamentarismo, funcionó con mucha sustancia en la otra democracia. Pero en ésta no tiene peso histórico, funciona a nivel de superestructura, sin mucho apoyo en la base real, en parte porque los partidos están deslegitimados. Por otro lado, la misma reforma neoliberal fragmentó las estructuras sindicales y se mantiene sólo en aquellos lugares en que el Estado no ha sido desmantelado, como Codelco o la salud. El miércoles, uno no vio movilizaciones obreras grandes ni partidos políticos comprometidos. Sólo unos cuantos personajes, pero la gran masa no eran obreros, eran los cabros de siempre que copan la escena en su pelea con los pacos.
Los jóvenes que no tienen tarjeta de la multitienda.
Los que están con rabia crítica frente al modelo, y que no están encontrando ningún camino político, son los jóvenes, tanto estudiantes como pobladores. Lo otro son superestructuras que tienen acceso a la televisión y los diarios, dicen una palabrita y se la publican en un verdadero diálogo de telenovela.
¿Se puede leer la convocatoria de la CUT como respuesta a la amenaza de liderazgos que emergen desde afuera del establishment, como el de Cristián Cuevas? Parece haber causalidad entre su emergencia y la rápida convocatoria a esta protesta.
Hay de las dos cosas. Por un lado está el descontento real de los trabajadores, un estado de ánimo crítico. En la huelga de los contratistas de Codelco hubo un acto de sabotaje, algo que no se veía de hace 100 años. Los dirigentes de la CUT, tal vez asesorados por algunos políticos, se dieron cuenta que era oportuno revitalizarse con una convocatoria a protesta nacional.
¿Qué otros factores explican la falta de fuerza de los sectores asalariados?
Antes lo hegemónico era el capital industrial, por tanto en la industria de esos años los contratos eran indefinidos, defendidos por la ley y los partidos, con sindicatos fuertes. Hoy predomina el capital financiero, que se ha encargado de desindustrializar relativamente el país.
¿Piñera representa ese mundo?
Sí, porque Piñera no es un industrial que está en su fábrica, es un financista especulador, y como él es el grueso del empresariado chileno. Las AFP están invirtiendo parte de sus ganancias en los paraísos fiscales, Bachelet ya les permitió que de aquí a dos años podrán hacerlo con el 100% de los fondos. Y otros empresarios se mueven nada más que en el retail, que es la venta de productos.
Y cuyo negocio es el crédito.
Ellos especulan con los 12 millones de tarjetitas que van a los sectores más bajos. Estamos dominados por un capital que no desarrolla industria y por tanto no existen los viejos tipos de relación laboral que hacían del obrero el eje. La clase trabajadora hoy es muy distinta, y la hay de dos tipos: los precaristas, que no tienen ni contrato y trabajan cuando pueden, y los subcontratistas. Hay que estudiar cómo sienten esa identidad y cómo reaccionan.
Eso hace que las consignas tradicionales sobre los obreros caigan en el vacío.
Evidente, porque ser trabajador precarista es no tener una identidad laboral por la cual uno lucha. Los precaristas optan por una identidad de afuera, que puede ser la de poblador, vendedor pirata o delincuente. Y los subcontratistas no se sienten identificados por el proceso productivo.
¿No hay también una falta de puntería al llamar a protestar contra el neoliberalismo, cuando lo que buena parte de los pobres quiere es pasar de la periferia del modelo al centro del mismo, participar de los beneficios?
Hay que hilar fino. Por el tipo de empleo la gran mayoría está fuera del modelo, pero con la tarjetita de crédito, vía endeudamiento, entran. Por eso se da la oportunidad y la expresión es de violencia, de destrucción. Uno no destruye lo que es de uno.
Pero electoralmente los grupos antisistema, básicamente la izquierda extraparlamentaria, no tienen votación significativa. El electorado vota por ser incluido en el sistema, no para cambiarlo por otro.
Eso no lo tengo tan claro, es cosa de mirar la encuesta "El Mercurio"-Opina de hace un par de años, sobre la credibilidad de las instituciones. De 1 a 100, la credibilidad máxima la alcanzan Carabineros y las radios, con 52 puntos; el Gobierno de Lagos tuvo 29, el Congreso 17, los tribunales 11, los partidos políticos 9 y los políticos 4. Si en una sociedad tienes que el grueso de las instituciones del Estado está en ese nivel de desprestigio, puedes concluir que estamos ante una situación extraordinariamente crítica. Los pacos tienen un 52% de confianza, que en escala escolar es un 3,5, con notas de 1 a 7. Todo el resto está debajo de 2. Si el grueso de la población está rajando a las instituciones, no puedo decir que están de acuerdo con el modelo.
¿Asocia la debilidad de las instituciones a la vigencia del modelo económico?
Los sociólogos concuerdan en que en este escenario el sistema está viviendo una crisis, primero de representatividad y segundo de eficiencia, por la alta polarización del ingreso. La situación es extremadamente crítica desde el punto de vista histórico-político.
El desborde de la Concertación
¿Qué cree que va a pasar con la izquierda de la Concertación? ¿Se va a mantener a regañadientes en este esquema neoliberal para conservar el poder o va a primar el principismo de gente como Aguiló, Navarro o Arrate?
Eso va a depender de cómo se defina cada uno de los políticos de la Concertación como sujeto político. Si para muchos de ellos la política es la oportunidad de estar en una posición relevante, protagónica, con prestigio y dinero mal que mal, los diputados sacan como seis millones de pesos , si eso lo asumen como históricamente lo han hecho todos los políticos, yo creo que la Concertación no se va a romper. Unidos van a ganar de nuevo.
¿La Concertación no se va a desbordar por la izquierda?
Eso puede ocurrir parcialmente; de hecho, entiendo que hay movidas para constituir una especie de nueva izquierda sobre la base de ciertos políticos con prestigio, pero que están en la idea de entrar en el juego del sistema, constituir otro partido. Entrando al sistema lo que pueden hacer distinto a la Concertación no es mucho. En eso están Navarro y Arrate, pero mientras todos postulen al Parlamento no tiene sentido. Sólo lo tendría en la medida que se vinculen al movimiento ciudadano, que tomen otros rumbos. Toda la historia de Chile muestra que, cuando se constituyen fracciones y se arman partidos distintos, al final se fusionan con sus matrices. Si no, mira al PS. LND
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