El costo del Gobierno de Bush es aplastante
Thompson Bradley, líder de Veteranos por la Paz
No hay una marcha o una declaración en contra de la guerra de Irak que no cuente con su presencia y sus ideas. Vive organizando protestas, “sittings”, cartas a los senadores y audiencias con el poder. Acá, su visión sobre el conflicto y la forma en que la sociedad estadounidense lo enfrenta.
Nación Domingo |
Su nombre, su rostro con cierto parecido al de Lenin y su inagotable lucha por la paz son casi legendarios dentro del movimiento Veteranos por la Paz, que integra prácticamente desde su fundación, en 1985. Thompson Bradley, 72 años, profesor de literatura rusa y egresado de la Universidad de Yale, ha pasado su vida luchando por la justicia social y ha ofrecido más de 300 conferencias sobre política, cambio social y literatura europea a través del territorio estadounidense. Y en estos tiempos de guerra, cuando se cuentan 3.577 soldados norteamericanos muertos, 26.129 heridos y cientos de miles de iraquíes muertos y heridos, su voz se ha tornado aún más potente.
En los tiempos de Vietnam formó parte de las revueltas universitarias, marchó por las calles con pancartas y junto a millones de compatriotas suyos fue testigo, cada tarde en las noticias, del terrible espectáculo de la vuelta a casa de los soldados muertos en bolsas negras de plástico. Hoy la guerra se da en condiciones muy distintas, pero la reacción del pueblo es también diferente.
–No se ven demostraciones masivas, la gente no sale a la calle y en la televisión no hay muertos en bolsas de plástico. ¿A qué se debe la indolencia frente a esta guerra, tan trágica y cruenta como la de Vietnam?
–Durante la guerra de Vietnam, el servicio militar era obligatorio y el reclutamiento era transversal, atravesaba todas las clases. Una persona como yo mismo, por ejemplo, que estaba en la universidad, podía ser reclutada y obligada a ir a la guerra. Esos soldados provenían de la clase media, con mayor educación, a veces incluso de familias ricas que estaban en el poder. Eran hijos de profesores, médicos, abogados, hombres de negocios. Pero después de Vietnam terminó la obligatoriedad, y los soldados de hoy han entrado al Ejército porque necesitan dinero.
–¿Cree que esta vez la sociedad no reacciona con más fuerza porque los soldados son gente pobre y a nadie le importa lo que les pase o deje de pasarles?
–Por espantoso que suene, sí, se puede decir así. Esto no quiere decir que en Vietnam no muriera gente pobre, porque sí ocurrió, pero en Irak no ha muerto gente de la clase media ni los hijos de los ricos, sino obreros. Las universidades, los profesionales y los hombres de negocios no han sido tocados por esta guerra. Otro factor es que tanto [el vicepresidente Dick] Cheney como [el ex secretario de Defensa] Donald Rumsfeld, que no fueron a Vietnam porque evadieron el servicio, pero estaban cerca del poder, aprendieron que no deben permitir la mala publicidad. Para la gente, la sola visión de las bolsas plásticas con sus muchachos mutilados adentro fue espantosa. Cheney y Rumsfeld no permitieron que eso ocurriera otra vez y, de hecho, las imágenes de los muertos están prohibidas. No vemos el conteo de los muertos, no vemos cuerpos en bolsas plásticas, ha sido una guerra sin fotos.
–Pero sí hemos visto imágenes horrendas, como las de la tortura en Abu Ghraib, y eso no tuvo mayor efecto tampoco. Hay quienes advierten un gran cinismo y frialdad con respecto a esta guerra.
–No sólo Abu Ghraib, está también Guantánamo. Pero, más que hablar de soltura moral del público, yo hablaría de la decadencia y falta de coraje de la prensa en general, que ha sido muy poco crítica. La mayoría de la gente en Estados Unidos se informa por la radio, y la radio en este país está en un 80% controlada por la derecha. La gente escucha a Rush Limbaugh, Bill O’Reilly, Fox News, y ellos no sólo no informan lo que está pasando, sino que mienten y falsifican la realidad. A eso se suma un discurso oficial mentiroso y amenazante, donde cualquier crítica es tildada de traición. Si la mayoría se informa a través de una prensa limitada y partidista, si lee el “USA Today”, ve las noticias de Fox y escucha la radio, es muy fácil que no sepas lo que está pasando y que la guerra no te importe.
–En Estados Unidos, mentir suele ser algo que recibe una fuerte sanción. Pienso en Bill Clinton y su “impeachment” en el caso Lewinsky, por ejemplo. ¿Cómo se entiende que Bush haya llevado al país a una guerra en base a una mentira y no haya pagado por ello?
–La mentira política en Estados Unidos no empezó con esta administración. Empezó con Nixon y siguió con Reagan. Hubo grandes mentiras en esas dos administraciones, no olvidemos Watergate.
–Pero el propio Nixon, por ejemplo, tuvo que renunciar a propósito de Watergate.
–Hay que tener en cuenta que en la caída de Nixon la prensa jugó un papel muy importante. Nixon cayó porque la prensa dio a conocer la verdad y porque en ese tiempo había un Congreso que supo ponerse a la altura de las circunstancias, alzó la voz y dijo lo que había que decir.
PRESIDENTE EN LA SOMBRA
Thompson Bradley no tiene una buena opinión de George W. Bush y está convencido de que éste actúa de acuerdo a las ideas de quienes forman su camarilla. “Es muy difícil decir nada profundo sobre Bush, porque no hay ninguna profundidad en él. Bush responderá siempre de manera reaccionaria a cualquier evento, y no porque sea necesariamente tan reaccionario, sino porque es muy limitado como para pensar de otra manera. Se limitará a decir lo que le digan que diga”.
–Pensando en que Estados Unidos es el país más poderoso y cada vez que estornuda al mundo le da pulmonía, esa afirmación es grave.
–No hay más que observar los hechos. Cheney es un presidente a la sombra, que hace lo que quiere. Su plan y el de su camarilla era desmantelar lo que hizo Roosevelt en Estados Unidos, y lo han logrado. Mientras Roosevelt luchó por una sociedad más igualitaria, política y económicamente, esta gente ha asfixiado los programas sociales y ha desarrollado una política imperialista agresiva y activa. Yo no digo que Estados Unidos no haya sido imperialista antes, pero ahora es mucho más agresivo. Frases como “no tiene nada de malo ser imperialista”, que se escuchan hoy en el Gobierno, habrían sido impensables años atrás, incluso en boca de los más conservadores.
–Llama la atención que, ante este desastre, el Partido Demócrata no haya hecho nada.
–Ahí está el meollo del asunto. Hemos caído en la influencia maligna de un Gobierno perverso justo cuando el Partido Demócrata está en su momento más débil. Esa realidad es clave en cualquier discusión política que se tenga hoy en Estados Unidos.
EL CORAJE DE HILLARY
Bradley afirma que, antes de la invasión de Irak, no era difícil averiguar acerca de las supuestas conexiones de Saddam Hussein con Al Qaeda, las supuestas armas nucleares, la supuesta compra de uranio a Níger y todas las excusas que se dieron para atacar. “Cualquiera que quisiera saber la verdad tenía a mano la información adecuada”
–Sin embargo, una senadora como Hillary Clinton se tragó la mentira y le dio un cheque en blanco a Bush para invadir. ¿Cómo lo explica?
–La pregunta es si la gente como Hillary Clinton quería saber. Porque saber tiene consecuencias. Si sabes tienes que actuar de cierta manera. Ella tuvo miedo a oponerse a la Casa Blanca, y uno de los motivos es que, después de que Bush le robó la elección a Al Gore, los demócratas pensaron que habría una especie de fair play entre ellos y la Casa Blanca. Pero se equivocaron, y encontraron un Gobierno malicioso, que con ayuda de una Corte Suprema corrupta persiguió a quienes se oponían a la guerra y manipuló a la gente jugando la carta del miedo al terrorismo.
–Hay gente que hubiera esperado más coraje de Hillary Clinton.
–Pero ella es una persona sin principios. Proyecta un carácter muy fuerte, ¿pero qué ha hecho desde que está en el Senado? Cualquier análisis le dirá que lo único que ha hecho es escalar hacia la Presidencia. Lo único que a ella la mueve es la posibilidad del poder. Ni siquiera ha tenido el coraje de decir que se equivocó.
–¿Cuál será el costo de esta guerra para Estados Unidos?
–No sólo el costo de la guerra. El costo de toda la administración de Bush es aplastante. Tomará dos generaciones reconstruir lo que ha sido destruido: los servicios de salud, el sistema judicial, el sistema de educación, las agencias de protección del medio ambiente, los parques nacionales. La lista es inmensa, porque lo que han hecho es declarar la guerra a cada una de aquellas áreas que nos definen como país desarrollado.
–Eso comenzó con Reagan.
–Pero Reagan no hizo nada parecido a Bush. Hoy tenemos 47 millones de personas sin seguro médico, nueve millones de niños sin protección de salud, y se han privatizado prácticamente todos los servicios, al tiempo que se redujeron los impuestos para los más ricos. Estamos hablando de dos generaciones que tardará este país sólo para llegar al punto que estábamos antes de esta administración.
–¿La clase política está capacitada para salir de este atolladero?
–Lamentablemente, no. Los dos partidos carecen de buenas ideas, coraje y fuerza. Y ambos se han corrompido en esta administración.
–¿Cual es la salida?
–Tengo esperanza de que esta sociedad actúe de manera inteligente y surja alguien capaz de sacar al país del agujero. Espero que sea así porque estoy profundamente avergonzado de ser norteamericano. Esta guerra no sólo nos ha llenado de muertos y enemigos repartidos por el mundo, sino de vergüenza.
–¿Qué lección ha enseñado esta guerra?
–El mundo debería aprender que jamás, bajo ningún motivo, debe permitir a Estados Unidos entrar en su país para “ayudarlos”. ¡Nunca! Hacerlo es como invitar a un oso: se cae dentro de la casa, destruye todos los muebles, araña todas las paredes, se come toda la miel y después se queda a vivir. LND
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