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EL HOMENAJE Y UNA PRECISIÓN

EL HOMENAJE Y UNA PRECISIÓN

El general Óscar Izurieta, jefe del Ejército chileno, aclaró en el homenaje a Abaroa en Calama que la intención del acto no era para revisar la historia ni para reescribirla. Entonces, sobre la base de qué se está construyendo "confianza mutua".

            En un acto simbólico de mucha sensibilidad para los bolivianos, ubicado geográficamente allí cerca al que fuera el histórico puente del Topáter, sobre el río Loa, próximo a la ciudad de Calama, el Ejército chileno dio ayer una demostración de sincera construcción de confianza mutua con Bolivia al rendir homenaje, por encargo de su gobierno, al héroe boliviano de la Guerra del Pacífico (1879), don Eduardo Abaroa.

            El hecho, como era de esperar, ha sido catalogado por las autoridades de Chile y Bolivia como un paso más en la construcción de lazos que permitan perfeccionar y mantener la paz entre dos naciones cuyas relaciones diplomáticas están suspendidas desde 1978, a raíz de la demanda marítima boliviana.

            Eduardo Abaroa, digno de homenajes, fue un hombre cuyo heroísmo está probado por la historia. Las crónicas históricas revelan que aquel 23 de marzo de 1879, cuando se dio el Combate de Calama, que fuera la primera acción bélica de la Guerra del Pacífico, Abaroa tuvo una demostración de valentía sin par y fue el protagonista de una extraordinaria acción, en una de las resistencias más enérgicas de aquella jornada. Más cuando se había declarado la retirada y el héroe del Pacífico, al mando de un grupo, decidió no acatar la orden y hacer frente a las tropas chilenas. Malherido e intimidado a rendirse, se le conoció la respuesta que con orgullo se recuerda: "Que se rinda su abuela, carajo".

El homenaje a Abaroa en Calama no es un hecho inédito. Conviene recordar que el Ejército de Chile realizó uno semejante en marzo de 1952, cuando Chile aceptó que los restos de Abaroa sean trasladados a Bolivia. En esa ocasión, estuvieron presentes los cónsules bolivianos en Antofagasta y Calama y, asimismo, una delegación del Ejército nacional fue la receptora de dichos restos. Éstos llegaron al país y recibieron el homenaje de toda la nación, el 23 de marzo de ese año.

Hasta acá está la ineludible revisión histórica. Para Bolivia, a diferencia de Chile y Perú, la Guerra del Pacífico no es un hecho histórico pasado, es el presente de algo vivo e irresuelto por el que Bolivia continúa hasta hoy -128 años- realizando esfuerzos para introducir el tema marítimo en la agenda bilateral boliviano-chilena y lograr una reivindicación soberana.

En ese sentido, resulta confusa la aclaración que hizo el jefe del Ejército chileno, general Óscar Izurieta, al inicio del único discurso de la fecha y al explicar que la intención del acto no era para revisar ni reescribir la historia militar de Chile y de Bolivia. "Nos encontramos en este escenario geográfico no para revisar o reescribir la historia militar de Chile y de Bolivia, no para dar una nueva mirada a los sucesos políticos y bélicos (...)".

La voz de la máxima autoridad militar de Chile tiene connotación. No es cualquier voz. Y frente a su aclaración quizá valga la pena precisiones. Tanto desde La Moneda y la administración Bachelet como de parte del Gobierno del presidente Evo Morales sobre hacia dónde apunta la "confianza mutua" que desean edificar Chile y Bolivia o en qué consiste "la construcción de lazos de todo orden".

Es decir, sobre la base de qué están trabajando las cancillerías de ambos países, más cuando la demanda marítima boliviana parte necesariamente de la historia -que no es pasado sino presente-, de su revisión y de volverla a escribir.

 

 

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