Un cambio de ministros sería un balazo en el pie
CAMILO ESCALONA Y SU BALANCE A FONDO DE LA CRISIS DEL TRANSANTIAGO
El presidente del PS dice que el cacareado cambio de gabinete sólo ahondaría el conflicto, pero comparte la opinión de que los problemas del plan de transporte podría costarle la próxima elección al oficialismo. Dice que ya vendrá la hora de cobrar cuentas políticas y explica por qué prefiere a Insulza en lugar de Lagos para las próximas presidenciales.
Foto: Camilo Escalona
Mirko Macari |
Nación Domingo |
-Dicen que está irritado por cómo están las cosas en la Concertación y en el Gobierno.
–No, para nada. Pero sí es que habría que ser muy ciego para no advertir que las desavenencias, cuando se transforman en ofuscación y polémicas, producen daño en el seno de la Concertación. Que alguien crea que por esa realidad esté irritado, es mala intención.
–Aparte de esas desavenencias, hay un clima de desorden que afecta al Gobierno.
–No creo que al Gobierno, sí a la coalición.
–La semana pasada hubo varias descoordinaciones importantes.
–Son episodios desafortunados. Claro que es insólito que un embajador cuente en público sus conversaciones privadas con la Presidenta, pero no por eso vamos a decir que el Gobierno está desordenado.
–¿No hay, al menos, descoordinaciones graves en el Gobierno?
–Hechos anecdóticos hay en todo Gobierno. Lo que pasa es que se trata de comparar, como si éste fuese un Gobierno muy desordenado, versus los otros que eran ordenados. Todos los Gobiernos de la Concertación tuvieron sus chascarros, como la teoría del jarrón de Lagos.
–¿De verdad cree que son sólo episodios?
–Lo de la señora Ditzel fue una inadvertencia que puede ocurrir. Dicen: “¿Cómo le pudo pasar a Velasco?”. Pero cuando fue el caso Spiniak, él era el embajador en Portugal.
–El rumor de la semana fue el cambio de gabinete.
–Eso es lo que le gusta a la prensa. ¡Vende, vende, vende! La idea del cambio de gabinete es promovida para sentar la imagen de un Gobierno en dificultades, yo creo que tiene intención política. No es un rumor inocente, es un general rumor.
–Pero viene desde adentro de la Concertación.
–En la propia Concertación hay gente muy copuchenta. Es cosa de ver las reuniones de la comisión política del PS, que al día siguiente son publicadas in extenso, agregando episodios que ni siquiera ocurrieron, en un diario electrónico que se ha especializado en trascendidos, como que se le había pedido la renuncia de tres ministros. El indiscreto y desleal que cuenta las reuniones, además, le agrega de su imaginación.
–Pero hay gente seria hablando de la necesidad de un cambio de gabinete, como condición para obtener un equipo político más afiatado.
–La “gente seria” no sé quién será, pero el foco principal de preocupación es el Transantiago. Y lo peor que podría ocurrir en un Gobierno sensato es cambiar al ministro de Transportes, porque generaría aún más inestabilidad. Desde el punto de vista de la gobernabilidad, no creo que esté en los planes de la Presidenta cambiar el gabinete.
–El mismo senador Núñez pidió un “cambio profundo”.
–Él no representa a la mesa del partido. Con todo el respeto que nos merece, no compartimos esa opinión, porque tiende a partidizar el tema. Lo más probable es que eso sea apagar el incendio con bencina, van a decir “por qué no salió este ministro o el otro”. Y si alguien quería ayudar a la Presidenta, con esas declaraciones hizo exactamente lo contrario. Nuñez dijo: “En el caso de que la Presidenta decida un cambio de gabinete, ojalá sea la próxima semana”. Lo que ocurrió, que era lo más probable que ocurriera, es que quedó la segunda parte de la frase.
–Si la Presidenta lo llamara al gabinete, ¿estaría dispuesto a dejar su asiento en el Senado?
–Ni se me ha pasado por la cabeza. Lo felicito, porque es la primera vez que me enfrento a una pregunta como esa.
–¿El Transantiago agrava el problema político, es consecuencia del problema político, o es sólo un asunto técnico mal resuelto?
–Hoy es un problema político, porque se transformó en el principal ariete de ataque al Gobierno. Las imperfecciones del plan han generado un malestar social que no se puede desconocer, y ése es también un problema político.
–Usted, al igual que Zamorano, es de extracción popular. ¿Se ha subido al Transantiago?
–No, porque al igual que le ha pasado a otros, la gente creería que uno lo hace por una cuestión de marketing. Se sabe que yo no ando en el Metro habitualmente, así que dirían “en qué anda este gallo en el Metro”. Pero hay un estado de irritación evidente.
–¿Dónde ha palpado esa irritación?
–La gente me habla mucho en la calle y el mensaje es bastante profundo. Una o dos personas me han pifiado, pero la gran mayoría me habla con madurez, para comunicar un problema real: que el transporte público anda mal y que los afecta profundamente en su calidad de vida.
–Alejandro Navarro dijo que esto le puede costar la próxima elección a la Concertación. ¿Qué cree usted?
–Cuando lo dijo aún no era cierto, pero hoy lo es.
–Es visionario Navarro, entonces.
–Es que las soluciones se han demorado mucho, y especialmente la esencial, que es poner más micros en la calle. En la medida en que las frecuencias siguen demorando, el problema se ha ido agravando. Hay sectores populares que están severamente mal atendidos.
–Está en el abecé de la política que no se puede afectar al pueblo sin salir damnificado, como cuando el Gobierno mexicano subió el precio de la tortilla.
–Es lo que dijo la Presidenta: los planes se tienen que adaptar a la gente y no la gente a los planes. Aquí hay un acto de ingeniería tecnocrática que operó sobre la base de que la gente se tiene que adaptar y no al revés. Para la Concertación representa un alto costo, y que no se entienda de mis palabras un ataque a Espejo, porque la salida del ministro no tiene nada que ver con la solución. Al revés, acentuaría una sensación de descontrol. Creo que hay que fortalecer la autoridad y ponerse de cabeza a que las micros lleguen donde la gente no las tiene.
–También hay una demanda por establecer responsabilidades políticas. Es lo que, en una democracia, puede devolver la fe pública en la autoridad.
–La fe pública se reencuentra con micros en la calle. Hagamos ciencia ficción: hay cambio de gabinete, asume un nuevo ministro el lunes, y en diez días más todo sigue igual. ¿Hay que volver a cambiarlo? Un cambio de ministros sería un balazo en el pie, porque lo que se necesita es un resorte que resuelva.
–La Presidenta responsabilizó a los empresarios. ¿El sector público no tiene responsabilidad?
–También lo tiene el AFT, que le entregó el soporte a uno de los suyos. El AFT está constituido por cinco bancos y una empresa tecnológica, que es la que presta el servicio. Gravísimo error.
–Error del que tomó la decisión, en todo caso.
–Garrafal error entregarle a uno de los socios del administrador el soporte tecnológico. Eso se une a la denuncia dramática de que el soporte tecnológico es una ficción, que ni siquiera funciona en algo, que simplemente no existe. La existencia de un control tecnológico de la circulación del transporte público está en la esencia del sistema.
–¿No se necesita una superautoridad, que demuestre poder?
–Basta un gerente con autoridad. La Presidenta puede delegar atribuciones por la vía de un decreto a un gerente.
–¿Cree que Espejo ha demostrado tener autoridad? ¿No está desgastado?
–Es lógico que esté desgastado, asumió como el impulsor principal del plan. Hay que fortalecer una autoridad ejecutiva del plan, bajo el ministro de Transportes.
–¿Por qué dijo que parte importante de la responsabilidad es del Gobierno de Lagos?
–Del ministro Etcheberry, porque el cálculo de la flota viene de entonces. Se calcularon 5.600 máquinas y según los datos están operando poco más de cuatro mil. No cabe ninguna duda de que los cálculos estaban por debajo de lo que necesita Santiago.
–Navarrete dijo que todos sabían que con 5.600 buses el Transantiago no financiaba.
–No me guío por lo que dice Navarrete. Una de las cosas que acentúa la dificultad es que parte de la flota no circula por una de las cláusulas del contrato, que es que mientras se pone en marcha el plan los operadores privados reciben dinero por demanda referencial, no por kilómetro recorrido ni pasajero transportado. Es decir, por lo que se supone tienen en la calle, y como no hay soporte tecnológico para controlar cuántos son esos vehículos, estamos en un círculo perverso fatal. ¿Cuántos buses no circulan porque a los operadores se les paga igual? Eso se tiene que romper a la brevedad. Si no se rompe, no se soluciona.
–¿El tremendo problema político se habría evitado postergando la puesta en marcha del plan?
–Es muy probable, no estuve entre los cuatro o cinco ministros que tomaron la decisión, y no tengo todos los antecedentes. A la luz de las circunstancias, todo indica que la postergación no hubiese sido una renuncia, sino una decisión sabia. El gran pero de esto es que no fue gradual.
–¿Aconsejar a la Presidenta que diera dar el vamos fue un error político o una ineptitud técnica?
–El aspecto medular del plan es que iba a haber un centro de comando que iba a saber cuántos vehículos hay en la calle, y eso no existe. No existe el sistema nervioso que permite que el sistema opere. No sé cómo se quemaron las naves en este tema.
–¿Y la persona que convenció a la Presidenta de dar luz verde al Transantiago no debería asumir su responsabilidad?
–Esa persona debería conversar con la Presidenta y concordar en privado con ella el momento en que se haga pública la responsabilidad política.
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EL RÁPIDO DE ANDRÉS VELASCO
–¿En que consiste su proyecto de royalty a las salmoneras?
–Ellas hacen uso de una propiedad social por la que no pagan. Las aguas son de todos los chilenos, el fondo marino es propiedad de todos, los recursos pesqueros son propiedad de todos los chilenos, y lo único que hoy pagan las salmoneras es impuesto a la renta de capital. Y pagan una patente irrisoria, de 75 mil pesos, por la ocupación de las aguas, con exportaciones superiores a los 2.500 millones de dólares al año. Sería lógico y normal que por la utilización de un bien valioso, que afecta a otros sectores productivos, ellos pudiesen hacer una contribución que permitiese mitigar el impacto del desarrollo explosivo que ha tenido la actividad.
–¿Es un saludo a la bandera? Porque sin el patrocinio del Ejecutivo prácticamente no puede salir.
–Todos saben que yo soy porfiado.
–¿Está dispuesto a que se demore diez años, como le pasó a Lavandero con el royalty a las mineras?
–No sé cuántos, pero algún día había que empezar.
–Andrés Velasco ya le anduvo quitando el piso.
–Lamento que el ministro se haya apresurado tanto. Tuvo más velocidad que Alexis Sánchez en el último partido de la Copa Libertadores. Podía decir “no tengo opinión, no lo he estudiado”, pero para qué se apresura a rechazar un tema que cualquier persona en su sano juicio entiende que es de sentido común. Él es una persona preparada y debe saber que lo que estamos proponiendo es un impuesto específico y no un royalty. Lo habíamos hablado en La Moneda, por lo demás. Él sabe que lo que estamos proponiendo es el mismo tipo de impuesto que se aplicó a la minería, que tampoco es un royalty, porque para eso se requiere quórum calificado y no tenemos los votos.
No hay ningún actor económico con el que yo haya conversado en privado que considere sostenible que los que venden millones de dólares paguen 75 lucas de patente. Una señora en la feria paga más patente, y es un atentado al sentido común señalar que esas empresas no pueden hacer una contribución adicional.
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