Conmovedor llamado de la madre de Francisco Bettancourt
"Les pido, ¡por favor!, que me digan dónde lo tiraron, para recuperar sus huesitos, aunque sea"
- Su primera visita a la tierra donde desapareció en 1973 su hijo realizó Cecilia Bahamóndez. - El joven del Mapu figura como detenido desaparecido en la ampliación del Informe Rettig.
"Una señora me dijo una vez: "M'hijita, ¡cuide mucho a su hijo porque este niñito no es de este mundo!", recuerda Cecilia Bahamóndez con la emoción que la traiciona y se desborda inconteniblemente por sus ojos.
"Tenía cinco días de nacido e íbamos en tren desde San Antonio a Santiago. Yo le había hecho como una cunita en un asiento y, de pronto, no resistí mi instinto de darle un beso. Es que yo era una niña, tenía sólo dieciséis años, y él para mí era como un muñequito -explica como pidiendo perdón por su impulso maternal-. Me acerqué y, entonces, cayó sobre mi cabeza una de esas maletas antiguas, pesadas, de esas que usaban los turcos vendedores de géneros. Lo pudo haber matado".
Para la madre de Francisco Bettancourt este primer episodio a escasos días del nacimiento de su hijo fue premonitorio del trágico fin que le esperaba.
"¡Y a los cinco años casi me lo raptan!", abunda al recordar que él, de risos rubios y ojos claros, seguía siendo como un muñequito y le rogaba: "¡Mamá, mamá, deja que vaya a comprar pan! Ya soy grande". No pudo resistir a su deseo infantil y le dejó ir. Cuando de pronto, siente su llamado desesperado:
"¡Mamaaaaaaá!".
Un hombre lo tenía agarrado de la espalda y lo quería forzar a subir a un automóvil. Corrió desesperada y el agresor, al verse sorprendido, huyó.
Tantas veces lo pudo salvar, que ahora llora de impotencia porque un día no estuvo allí para socorrerlo ni supo más de él.
"¡¡¡Quiero enterrar sus huesitos!!!"
Tener a un detenido desaparecido es un duelo sin fin. Es como si el ser querido muriera mil veces.
Por eso, ya cansada y mientras trata de secarse las lágrimas levantando sus pesados anteojos, Cecilia Bahamóndez ruega: "¡Por favor, quiero que alguien me diga si sabe algo...". No puede continuar y respira hondo: "¡Quiero que alguien diga si tiene idea dónde lo enterraron, dónde lo tiraron para recuperar sus huesitos, aunque sea!", reclama casi como si fuera un susurro, con una suavidad que carece de odio, que reclama el privilegio de acostar sus restos en la tierra con "una dulcedumbre de madre para el hijo dormido", como describe Gabriela Mistral.
Cecilia Bahamóndez acaba de llegar a Punta Arenas. Es la primera vez que logra hacerlo, pese a que vivió todos estos años queriendo recorrer los lugares por los que su hijo anduvo; conocer y conversar con sus amigos; y, quizás, hasta ir donde lo vieron vivo por última vez.
Las crueles razones económicas se lo habían impedido y, por ello, agradece a un amigo de "Pancho", quien le pagó el pasaje aéreo.
Igualmente agradecida está su hija y hermana de Francisco, Jenny Bettancourt, quien desde 1982 vive en Suiza y que también pisa Punta Arenas por primera vez.
El caso de Francisco Bettancourt fue incorporado en la ampliación del Informe Rettig y hoy, a las 11 horas, habrá un emotivo acto en el Memorial del cementerio municipal.
Sin quererlo, se podría decir que fue este diario el que renovó sus esperanzas de encontrar nuevas pistas para determinar qué pasó y dónde están sus restos. Al recorrer la denominada "Casa de la Risa", principal centro de tortura, para hacer un reportaje periodístico un día antes de que ésta fuera abierta a la comunidad el año pasado, el ex preso político Nelso Reyes, encontró una chaqueta militar tirada en el techo junto a uno de los catres usados para aplicar electricidad a los detenidos.
La familia se contactó con el amigo que le había regalado tal chaqueta a Francisco Bettancourt. Pero, la esperanza murió, como muchas veces, antes que se pudiera avanzar más. No era la misma prenda.
"Siempre esperé su llamado"
"Es la primera visita después del golpe, porque conocí Punta Arenas cuando mi hijo se graduó en la UTE y de ahí ya no habíamos vuelto acá. No podíamos", informa Cecilia Bahamóndez.
No alcanza a decir nada más. Su corazón está constreñido. En rigor, lleva 33 años constreñido, con ese pálpito doloroso que sobreviene a muchas madres cuando presienten que algo malo le pasa a algún hijo.
Ella estaba en San Antonio cuando nunca más supo de "Panchito", cuando la incomunicación y la distancia le impidieron preguntar o golpear alguna puerta. Quedó atrapada y a merced, incluso, de falsos "dateros", quienes le aseguraban que él se había escapado y estaba viviendo en Argentina. Quedó, también, presa del terror porque, la única vez que un amigo de juventud le preguntó por su vida y ella se aventuró a contarle el drama que estaba viviendo, éste no quiso hablar nunca más con ella al enrostrarle luego que, no más había dado vuelta en la esquina de su casa, lo habían tomado preso y lo habían torturado en Tejas Verdes.
Fue precisamente este episodio el que llevó a Cecilia Bahamóndez a abrigar la secreta esperanza de que su hijo no se comunicaba con ella para no afectarla, para que nada malo le pasara durante la dictadura.
Por ello, ingenuamente reconoce que pasó los 17 años creyendo que algún día la llamaría, que algún día llegaría a tocar la puerta de la casa.
Y, aunque pasaban y pasaban los años y por remota que se hacía la esperanza, esta madre esperó: "Cuando el señor Pinochet entregó el mando, pensé que me iba a llamar. Y esa ilusión me duraría seis meses. Sólo después de ese tiempo entendí que estaba muerto".
La esperanza de la familia es que con este viaje el juicio se agilice y haya personas que aporten antecedentes. Esta visita también abre la oportunidad para que sus familiares y amigos insten a aquel informante de los aparatos represivos que atestiguó ante la Comisión Rettig a que hoy salga de las sombras y preste igual declaración ante el juez que instruye la causa.
"Ese ex funcionario del servicio de inteligencia dijo lo que le había pasado a "Pancho": que había estado detenido en un lugar determinado; que había sido asesinado; e, incluso, dio antecedentes respecto de dónde puede estar su cuerpo", recuerda Nelso Reyes.
Se creó una página web a la cual se puede ingresar y proporcionar antecedentes: www. desaparecido.ch.. También se puede llamar o escribir al Comitè Memoire et Justice, CP 468, 1211, Genère 4.
Ojalá, este peregrinaje sirva a Cecilia Bamahóndez para que pueda espolvorear "tierra y polvo de rosas" sobre la tumba de su hijo.
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