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Plan secreto contra Cuba

El presidente George W. Bush aprobó la extensión del llamado "Plan de Asistencia para una Cuba Libre", que comprende acciones secretas para derrocar a la Revolución cubana.
Presentado en Washington como un segundo informe del Plan Bush contra la Isla, en realidad se trata de un remake de las recomendaciones de la llamada "Comisión de Ayuda a una Cuba Libre", al que en el 2004 el mandatario estadounidense dio el visto bueno para cumplir sus compromisos con los grupos terroristas anticubanos de la Florida, que tanto le ayudaron a ganar la presidencia y a repetir su mandato.

Esa comisión ahora está presidida por la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y sus labores están dirigidas por Caleb McCarry, especie de procónsul nombrado para dirigir lo que la Casa Blanca sueña como una "transición" en la mayor de las Antillas.

Se trata de todo un eufemismo para esconder la verdadera esencia. Estados Unidos recurre a cualquier vía para derrocar a la Revolución cubana, en consonancia con toda una historia de agresiones y terrorismo de Estado, que tiene entre sus capítulos la invasión de Playa Girón, más de 600 intentos de asesinato al presidente Fidel Castro, la guerra económica y la alianza con elementos criminales de Miami, como el terrorista Luis Posada Carriles.
La versión difundida por el Departamento de Estado tiene un acápite secreto, lo cual hace acrecentar las sospechas de que, en su desespero, la administración Bush no descarta el asesinato de la dirigencia nacional, en vista de los pasos sólidos de La Habana que ya hicieron despertar a quienes soñaban con la rendición económica de ese país.

Nuevas partidas millonarias para acompañar tal encomienda, alrededor de 100 millones de dólares, están contempladas en el documento, cuyos destinatarios van desde los grupos criminales de Miami, los grupúsculos contrarrevolucionarios en Cuba y también gobiernos y organizaciones de terceros países que se pliegan a tales designios.
"Demuestra que estamos trabajando activamente por un cambio en Cuba, no simplemente esperando el cambio", afirmó Bush en un comunicado difundido por la Casa Blanca.
"Estamos aumentando nuestros esfuerzos en múltiples frentes (...) No tienen (los cubanos) un mayor amigo que Estados Unidos", dijo Condoleezza Rice al presentar el informe junto al secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez.
Gutiérrez prometió "comida de emergencia, agua, combustible y equipamiento médico" para un eventual "gobierno de transición", aunque no comentó algunas de las directrices del plan que prevén la devolución de las propiedades a los ricos de antaño, el desmantelamiento de la seguridad social por la cual se benefician millones de cubanos, la privatización de escuelas y hospitales, amén de la persecución y enjuiciamiento de los miembros de las organizaciones políticas y de masas de la Isla.
En la confección del plan anticubano participaron más de 100 funcionarios de 17 agencias y departamentos federales estadounidenses, lo cual explica la saña de la administración republicana, que dedica más esfuerzos contra Cuba que los que despliega para capturar al saudita Osama bin Laden.
Mayor refuerzo al bloqueo, nuevos fondos para la subversión interna y externa, y todo un capítulo secreto de acciones conforman la versión corregida del Plan Bush, que tiene toda la pinta de seguir condenado al fracaso.
Agencia  Cubana de Noticias (AIN) 200

Devolución a sus antiguos dueños de todas las propiedades, incluidas todas las viviendas de las que millones de familias serían desalojadas, en menos de un año y bajo la supervisión y el control del gobierno norteamericano mediante la Comisión del gobierno de Estados Unidos para la Devolución de  Propiedades.
  Se privatizarían completamente todos los aspectos de la economía incluyendo la educación y los servicios de salud; serían disueltas 
todas las cooperativas y restaurados los viejos latifundios; eliminarían la
seguridad y asistencia social incluyendo todas las pensiones y retiros, y
organizarían para los ancianos un programa especial de obras públicas que los emplearía mientras su estado de salud se los permita; se aplicarían
rigurosamente las pautas del neoliberalismo más crudo.
De todo esto se encargaría otro aparato gubernamental yanki, el Comité Permanente del
gobierno de Estados Unidos para la Reconstrucción Económica.

Como llevar a cabo lo que antecede encontraría la tenaz e invencible
resistencia del pueblo ("no será fácil", reconoció Bush en el mentado
documento), darían la máxima prioridad a la represión masiva y generalizada: contra todos los militantes del Partido, todos los
miembros de las organizaciones sociales y de masas y también "otros simpatizantes
del Gobierno", según afirma el texto que advierte (¿hacía falta?) que "la
lista —de las víctimas de la represión— será larga". De esto igualmente se
ocuparía directamente el gobierno de Estados Unidos con un aparato
represivo "organizado y dirigido por el Departamento de Estado".

La dirección de este programa estaría en manos de un burócrata
designado por Bush con el pomposo cargo de "Coordinador para la
transición y reconstrucción de Cuba", una especie de interventor y
Gobernador General para la Isla como lo fuera hace más de un siglo el
General Leonard Wood. Tendría las mismas funciones —incluso igual
título— que las que desempeñó el señor Brenner en el Iraq destrozado e
invadido.
Solo que en el caso de Cuba el Coordinador ya fue designado, un tal
Caleb McCarry, quien ha visitado algunos países europeos para recibir
desvergonzada complicidad. Su anticipada designación fue presentada por
el propio Bush como prueba de que su Plan contra Cuba y los cubanos va
en serio, no se queda en las palabras.

El Plan Bush incluyó también medidas específicas contra los
cubanoamericanos, a quienes se les restringió drásticamente los
vínculos con sus familiares en Cuba, se les eliminó la licencia general para
visitarlos y se les impuso la discriminatoria limitación de solo poder hacerlo una
vez cada tres años si les otorgan un permiso especial para ello y todo
dentro de la cruel y arbitraria redefinición del concepto de familia, del cual
quedan excluidos los tíos, sobrinos, primos y otros parientes.

Para alcanzar su meta, el Gobierno norteamericano intensificaría sus
acciones para poner fin a la Revolución cubana siguiendo tres líneas
fundamentales: un bloqueo económico cada vez más riguroso, el aumento
del financiamiento y el apoyo material a los grupúsculos mercenarios
internos y una siemprecreciente campaña de propaganda y desinformación.

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