Los fondos de pensiones han perdido en mayo 1.960 millones de dólares, la segunda mayor pérdida mensual de su historia, superada solamente la de por octubre del 2005, en que perdieron 2.433 millones (dólares de hoy).
Ciertamente, no existe garantía alguna que compense el daño inferido a los afiliados. Ello demuestra la volatilidad de un sistema de pensiones como el chileno, que es el único en el mundo basado exclusivamente en la capitalización individual, y la necesidad de restablecer un pilar previsional de reparto, que es inmune a la volatilidad de los mercados financieros.
En mayo 2006, las pérdidas fueron: fondo A, -3,94%; fondo B, -3,14%; fondo C, -2,17%; fondo el D, -1,31% y; fondo E, -0,24%. Si se ponderan dichos porcentajes por la magnitud de los respectivos fondos, resulta una pérdida promedio de -2,54%, para el fondo en su conjunto. Ello que equivale a un total de 1.040.323 millones (poco más de un billón), de pesos, que al cambio del 31 de mayo equivalen a 1,959 millones de dólares.
Las pérdidas son inmensas, puesto que equivalen a más de la mitad de las cotizaciones anuales en las AFP, que alcanzaron a 1.9 billones de pesos el 2005.
Es decir, en un mes se perdió la mitad de las cotizaciones del conjunto de los trabajadores, durante todo el año pasado, incluyendo comisiones pagadas a las AFP. Si se comparan, por otra parte, con el costo del paquete de medidas ofrecidas por la Presidenta Bachelet a los estudiantes secundarios, que según el gobierno alcanzan aproximadamente a 130 millones de dólares, las pérdidas de los fondos de pensiones durante mayo equivalen a quince años de estos beneficios.
Contrariamente a lo que piensa la abrumadora mayoría de los chilenos, no existe garantía estatal alguna contra estas pérdidas, puesto que las mismas se originan principalmente en bajas en las bolsas de comercio mundiales, las que se desplomaron nuevamente durante mayo. Como se sabe, el fondo A está invertido en un 80% en acciones y en un 50% en el extranjero. Los demás fondos tienen mayor proporción de instrumentos de renta fija, los que alcanzan el 100% en el caso del fondo E.
El significado de las pérdidas anteriores es diferente, por lo mismo. Las pérdidas de los fondos invertidos en acciones son reales, derivadas de una baja en el precio de las acciones, más de la mitad en bolsas extranjeras. Las 'pérdidas' del fondo E, en cambio, corresponden a un dato puramente contable, derivada de la norma de valorización de cuotas establecidas por la SAFP, según la cual los flujos de estas inversiones en el futuro, es decir, los cupones de los instrumentos de renta fija, deben ser descontados según la tasa de interés vigente. De esta manera, si la tasa de interés sube, el valor presente de dichos flujos baja, sin que ello implique un cambio en los cupones mismos. Lo opuesto ocurre cuando la tasa de interés baja, lo que explica la alta rentabilidad de estos fondos durante años recientes.
Las pérdidas de mayo ciertamente se pueden revertir, como ocurrió con las de octubre del 2005, y de hecho los fondos invertidos en acciones habían venido subiendo en forma espectacular a lo largo de tres años. Sin embargo, lo ocurrido es una nueva advertencia acerca de los riesgos de permitir que una elevada parte de los fondos de pensiones se inviertan en acciones, y en el extranjero. A lo largo de muchos años, las bolsas logran tasas de crecimiento parecidas a las del PIB. Sin embargo, ello se asienta como el promedio de constantes fluctuaciones, a veces muy violentas. Por ejemplo, entre su máximo anterior a la crisis de 1929, y su punto más alto previo a la crisis del 2000, el afamado índice accionario Dow-Jones creció a un promedio de apenas 1.9% anual, descontada la inflación. Entre 1970 y el 2006, el índice Standard&Poors 500 (S&P), que es el más representativo de la bolsa de valores de Wall Street, aumentó 15 veces, mientras el índice de precios a consumidor (IPC) de los EEUU aumentaba 5.15 veces, es decir, el índice S&P aumentó 2.9 veces, una vez descontada la inflación, lo que equivale a un 3.0% anual en promedio (USDL 2006, Yahoo 2006).
Sin embargo, entre el 2000 y fines del 2001, dicha bolsa cayó en más de un 70%, lo que afectó en forma muy fuerte a los fondos de pensiones de los trabajadores estadounidenses, buena parte de los cuales perdió proporciones similares. Algo parecido aconteció poco antes a los fondos de pensiones de los trabajadores del Reino Unido, buena parte de los cuales estaban invertidos en los mercados del sudeste asiático, los que se derrumbaron en la crisis de 1997.
Es fácil imaginarse la desesperada situación de aquellos trabajadores que estaban próximos a jubilar precisamente en momentos en que se produjeron estos derrumbes periódicos. Sin embargo, en los ejemplos mencionados, sólo una parte de esos fondos de pensiones estaban invertidos en bolsas, lo que aminoró dicho impacto.
Más importante, el grueso de las pensiones de dichos trabajadores no dependía del mecanismo de capitalización, sino del reparto de las cotizaciones previsionales, las que, desde luego, no se vieron afectadas significativamente durante la crisis.
Lo ocurrido muestra la inconveniencia de supeditar las pensiones exclusivamente a la lotería de los mercados financieros, como ocurre únicamente en el sistema chileno de AFP. La parte de las pensiones que dependerá de los ahorros en las AFP será menor, en el caso de la abrumadora mayoría de los trabajadores, puesto que ellos dependerán en el futuro al igual que hoy, de una pensión pública.
Este será el resultado inevitable de la reforma a la previsión que se avecina, puesto que la capitalización individual es incapaz de otorgar pensiones a más de dos tercios de los trabajadores chilenos reales y concretos, cuya capacidad de ahorro no les permite financiar ni siquiera una pensión mínima. Sin embargo, los trabajadores de sueldos más elevados, la clase media, se verá afectada seriamente por la suerte que corran sus fondos de pensiones.
La incertidumbre de las bolsas y las tasas de interés sólo redundará en definitiva en una fuerte incertidumbre en las pensiones, la que será percibida como altamente injusta, con razón, por los perjudicados, quiénes se considerarán estafados por el Estado y las AFP, como ocurre hoy con las personas afectadas por el daño previsional.
Ello apunta hacia la conveniencia de restituir gradualmente el sistema de reparto. Este mecanismo, al basarse en las variables más establemente crecientes de la economía - el número de trabajadores asalariados ocupados y el nivel medio de salarios -, es inmune a las turbulencias de los mercados financieros.
Entre 1990 y el 2005, las cotizaciones aumentaron crecieron de 859,253 millones a 1,940,844 millones, ambas cifras en pesos del 2005, es decir, se multiplicaron 2.3 veces, lo que equivale a un crecimiento promedio de 6% anual. Por contraste, el número de adultos mayores crece a una tasa de 3% anual. El monto total de las cotizaciones alcanzó a 1.9 billones de pesos el 2005, cifra que supera con creces el costo de las pensiones civiles pagadas ese año, las que alcanzaron a 1.5 billones de pesos.
Ello demuestra que dicho mecanismo - que fuera abolido a partir de 1981 -, es perfectamente capaz de solventar pensiones definidas y estables, en Chile, como lo ha sido, a lo largo de más de un siglo, en países con poblaciones adultas mayores dos y tres veces más significativas.
Paralelamente, se han publicado las cifras de utilidades de las AFP al primer trimestre del 2006, que muestran un incremento de 45.9% en relación al mismo período del 2005, aumento que en caso de CUPRUM alcanza al 59,8%.
Las rentabilidades del sistema de AFP el 2003, 2004 y 2005 ya habían alcanzado un 25.57%, 24..80% y 22.2% sobre su patrimonio y CUPRUM, cuyo propietario es el grupo Penta, del ex Samurai de Lavín, Carlos Alberto Délano, alcanzó rentabilidades de 40.03% y 47,52% y 37.7% en los mismos años.
Las cifras de rentabilidad mencionadas corresponden a utilidades después de impuestos que durante esos años sumaron 89,725 y 92,42 y 90.698 millones de pesos, en los mismos años (SAFP). La rentabilidad sobre activos de las AFP alcanzó un promedio anual de 53% entre 1988 y 2003, es decir, durante todos los años de recesión.
Dicho promedio sube a más del 80% anual si no se consideran los llamados “activos intangibles,” tales como las marcas y otros, cuyo valor se asigna de manera bastante arbitraria. (Salvador Valdés, Universidad Católica).
Aparte de las utilidades mencionadas, las AFPO y sus Cías de seguros relacionadas incurren en grandes costos de remuneraciones, dietas a los directorios, gastos de comercialización y otros que no tienen justificación alguna. Adicionalmente, replican seis veces los costos de procesamiento - recaudación, pago, mantención de cuentas, etc. -que bien podría asumir el INP a costos muchísimo más reducidos.
Las AFP y sus Cías de seguro relacionadas han sido grandes beneficiarias de la privatización de las pensiones.
Un reciente estudio de CENDA (ver www.cendachile.cl) muestra que las AFP y Cías de seguros relacionadas han recibido cotizaciones por un total de 23 billones de pesos entre 1990 y el 2005, mientras el total de las pensiones pagadas por este sistema ha alcanzado a 4.4 billones.
Sin embargo, al mismo tiempo, el Estado ha subsidiado a las AFP con bonos de reconocimiento que suman asimismo 4.4 billones de pesos. Es decir, la totalidad de las cotizaciones se ha canalizado a utilidades de dichas Cías., y, principalmente, ha sido y transferida a unos pocos grandes grupos económicos, 12 de los cuales han recibido la mitad del total invertido en Chile.
De esta manera, el sistema de AFP ha sido un gigantesco mecanismo de transferencia de recursos desde los asalariados a dichos grupos, los cuales, sin embargo, no ofrecen ninguna garantía de que van a devolver los fondos prestados, como lo demuestran las pérdidas del mes de mayo recién pasado.
La legitimidad del sistema de pensiones, que debe ser el objetivo principal de la presente reforma del mismo, depende principalmente de que las cotizaciones se destinen nuevamente, en lo principal, a pagar pensiones, en lugar de financiar grandes empresas como ocurre en la actualidad. |
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