La libertad otorgada al Ex presidente Alberto Fujimori en Chile, es un indicador de la interferencia del poder asumido por empresas de alcance global y/o gobiernos con similar potencia, en los asuntos internos de un estado.
El fenómeno fue observado en las elecciones presidenciales que ganó Evo Morales, en el referéndum que ganó Hugo Chávez, en la propia reelección del Presidente George W. Bush, o en la misma elección local de presidenta en Chile. En todos estos ejemplos, por la coberturas internacional, y las agendas locales de los medios, un elemento estaba clara: el capital transnacional y el capital financiero internacional, cuentan en la dimensión local de la instancia decisiva. Ya contaba cuando se le intentó a Salvador Allende sabotear desde el día primero, la asunción del cargo a presidente, cuando venció en la elección. Hoy no es más diferente, lo único es que el ensamblado conceptual derivó en una camisa de fuerza que intimida y obliga a pensar en forma uniforme: globalización. “Cuesta mucho esfuerzo mantener el mundo” era la conclusión un tanto arrogante proviniendo de un analista que trabaja desde las fauces del poder central global, Farid Zakaria, en un artículo de Foreign Affairs de 1997.
Las transnacionales hacen valer su peso político a través de su red de representantes políticos y de medios. En Argentina, cuando se atacan políticas distributivas del presidente Kirchner, o cuando éste mantuvo sus posturas iniciales con el Fondo Monetario, aparecía sin ambages, el repertorio de como operan las transnacionales a través de sus redes. Populismo, desgobierno, nacionalismo, en un mensaje de incertidumbre y en algunas versiones más histéricas, de caos, formaban parte del decálogo. Bastaba leer La Nación, o las notas de Oppenheimer desde Miami. En Chile, los dos consorcios de medios mayores, COPESA y El Mercurio, que concentran en forma aplastante el apoyo de la publicidad estatal, lideran esa expresión de la inquietud del capital transnacional.
Coincidentemente, son los que más fustigan las políticas de Kirchner, y se han transformado en nuevos especialistas en denigrar el Justicialismo, del cuño que fuere.
En el otro plano, cuando Evo Morales nacionaliza, debe explicar a los presidentes de los países, desde los cuales funcionan las empresas del capital transnacional. Estos presidentes a la vez hacen la intermediación para las empresas. La OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) concentra ambas funciones intermedia y gobierna, pero incide en los países sobre quiénes ejerce dependencia. Y la política de precios del combustible, es la más susceptible a la manipulación política local e internacional. En otra faceta, los candidatos a asumir el gobierno, deben satisfacer las políticas de las instituciones financieras como el FMI y el Banco Mundial que a su vez están abastecidas del capital de las transnacionales.
La idea central y estratégica es, que las naciones entren en el molde de la responsabilidad global, a partir de la responsabilidad local. O sea, que los países respondan a necesidades zonales, regionales y finalmente globales. Esas necesidades son claramente financieras y cualquier desarticulación en un país, zona o región debe ser cautelada.
Son las reglas del juego, detectadas desde los años 90. Elaine Sciolino escribe en 1997 una nota con título sugerente: “ Resulta que toda política global es local”. (The New York Times 7 de diciembre) . Habla del “transgobiernismo”, como forma de gobernabilidad internacional, basándose en un texto de Anne- Marie Slaugther, profesora de Derecho de Harvard, con el título de: “ The Real New World Order”, ( El Verdadero Nuevo Orden Mundial), ahora convertido en el título de su libro del mismo nombre editado en 2005.
La tesis central de Slaughter es que el internacionalismo liberal tradicional ha sido reemplazado por una suerte de “nuevo medievalismo, con el estado-nación en permanente declinación. El “transgobiernismo es la forma más generalizada de gobernabilidad internacional” , dice Slaughter. No es que el estado esté desapareciendo, sin embargo el rol fuerte en el diseño y la acción, reside en agencias de gobiernos, incluyendo cortes de justicia, estructuras reguladoras, y cámaras legislativas que forman redes globales con sus respectivas contrapartes en el exterior. Existe todo un mundo de redes allí afuera funcionando y formando una nueva cultura de gobernabilidad, con códigos y tiempos propios, sobre la cual, la tradicional fuerza centralizadora del estado es limitada y condicionada.
Fujimori ciudadano global
Alberto Fujimori, en el contexto del Cono Sur de América del sur, es el personaje político que responde a tal dimensión, por eso aparece, aunque en forma muy velada, protegido por Japón, y en cierta medida por los EEUU. (Ver nota anterior cuando Fujimori llega a Chile). Ambas naciones mantienen una consistente alianza de nivel global y comparten objetivos en el Perú.
El caso de Fujimori refleja la transnacionalización de la política, que en el fondo responde a la adaptación del estado a la globalización, pero es viable sólo cuando esa condicionante del mundo político propuesto por Alexis de Tocqueville, entre otros: “independencia de los poderes del estado”, se paralice. No es posible la transnacionalización de la política, bajo el sistema de poderes independientes. Sería muy oneroso y poco funcional. Fujimori sale libre, porque los poderes del estado deben responder a un trabajo colegiado, en esta nueva dimensión de la gobernabilidad internacional.
Para que el mundo de redes internacionales que constata Slaughter prospere, la independencia de los poderes del estado debería funcionar bajo un clima de alta promiscuidad o de estrecha intersección en sus atribuciones.
La independencia entre los poderes del Estado se está constituyendo en el mítico panacea del político que le “asegura” al público que las instituciones – esos poderes del Estado- funcionan, y cuando dice eso, está diciendo que efectivamente son independientes.
No existe algo más alejado de realidad. Porque precisamente los sostenedores del actual sistema económico, ejercitan un alto nivel de promiscuidad a través del uso de las instituciones del estado para cumplir con sus tres preceptos centrales: privatización, desregulación y apertura de mercados.
En la concentrada elite del poder, estas tres funciones, son piezas intercambiables tanto en la génesis de la toma decisiones- para privatizar, desregular y abrir mercados-como en el recambio de sus agentes principales. Como se ha visto en los países vanguardia, Chile entre ellos, los desreguladores hacen gobierno; la legislación legitima en connivencia con el sector del clientelismo que los patrocina desde la zona del poder financiero. El sistema judicial asienta y consolida. Desde el Estado ni una hoja se mueve: y son antisistémicos, los que disientes.
Todos políticos de carne y hueso, instalados en la centralidad del Estado, o asumiendo una representatividad delegada en la capacidad legislativa o, instalados en el poder judicial, mantienen una protegida cohesión entorno a la gobernabilidad del sistema. La cultura se sostiene y transmite en el nivel planetario. Es un club aparte, que desde que se asumieron el libre mercado y la seguridad como las llaves para el progreso, ha sabido construir la cohesión, con las características de una red impenetrable, con códigos propios y mecanismos de protección fuera del alcance del ojo público.
El poder del capital transnacional y su ejército de lobistas repartidos por el mundo, no permite esa pretendida interdependencia entre los poderes. El caso de Fujimori arrestado en Chile, cada vez se asemeja más al caso de Pinochet arrestado en Londres (octubre 1998). El punto común ha sido un Estado incapaz de funcionar como identidad independiente y soberana de la presión del poder transnacional. Cuando se arresta a Fujimori no se está arrestando al ciudadano, ni siquiera al político que fue presidente. Se está arrestando a un representante de una funcionalidad que permite el libre fluir de una determinada corriente de capitales extranjeros, en este caso particular ligados a las empresas y gobierno japonés.
En el caso de Pinochet arrestado en Londres, se estaba abriendo una etapa de llegar hasta las últimas etapas en el proceso de búsqueda de verdad y justicia a las violaciones de los DDHH en Chile, pero con un indudable impacto global. Pinochet juzgado hasta el final en Londres, significaba una consolidación del Derecho Internacional. Nunca sucedió y era lo contrario a la invasión a Irak, que sí sucedió. ¿ Casualidad?
Al final, el Gobierno de Tony Blair, bajo la presión de los EEUU y de Chile, decidió liberarlo con la excusa de que podía ser juzgado en Chile. Por la razón que fuere, el Reino Unido lo liberó, porque no había interés en sentar jurisprudencia internacional con el tema de los DDHH.
En el proceso había intereses transnacionales, porque claramente el tema de los DDHH no resueltos, interfiere en el paso acelerado de los planes de cohesionar a las sociedades para que se concentren en el objetivo del crecimiento económico que asegura la gobernabilidad global.
El objetivo central es que la nueva gobernabilidad, contribuya a que el sistema financiero (global) no colapse, pero a partir de hacer funcionar bien los circuitos más reducidos. En este sentido, el registro de Alberto Fujimori en Perú es claro, a pesar de las acusaciones de corrupción y abusos a los DDHH. Para la intersección de redes que están operando, el ciudadano Fujimori no posee una carga judicial relevante. |
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