La ceguera y los mapuches
Por Raúl Sohr
En la novela “Ensayo sobre la ceguera” del Premio Nobel portugués José Saramago abundan los proverbios. Y cómo no habría de figurar el clásico decir de que no hay peor ciego que el no quiere ver. Quizás por eso le sugirió a la Presidenta Michelle Bachellet que debía “mirar a los mapuches… los chilenos más antiguos”. El escritor, grande entre los grandes, se equivoca si cree que el Estado chileno es ciego frente a lo que le ocurre al pueblo mapuche, que diversos gobiernos insisten en llamar etnia.
Durante la dictadura se crearon una serie de leyes para combatir el terrorismo. La legislación, ambigua en extremo, define el fenómeno terrorista como “el delito que se cometa con la finalidad de producir en la población o parte de ella el temor justificado de ser víctima de delitos”. En cuanto al acto terrorista, se precisa: “Colocar, lanzar o disparar bombas o artefactos explosivos o incendiarios de cualquier tipo, que afecten o puedan afectar la integridad física de personas o causar daños”. Que lanzar bombas o artefactos es un delito, no está en debate. Pero la carbonización de un camión, por ejemplo, puede recibir una pena de tres años como un delito ordinario. En tanto que idéntica acción, juzgada con la ley antiterrorista chilena, recibirá una sentencia por el triple, vale decir nueve años de presidio.
La violencia social de estudiantes que lanzan bombas molotov no puede ser juzgada con el criterio de una ley antiterrorista a menos que el concepto se desvirtúe por completo. Si el criterio para definir terrorismo incluye todo lo que causa terror a la población, entonces abarcaría la delincuencia común. El apelativo de terrorismo se hace, entonces, superfluo. Sería más sencillo multiplicar las sentencias por tres y decir que toda forma de violencia causa temor y, por lo tanto, es terrorista. Caben opiniones dispares sobre los métodos de lucha adoptados por ciertas organizaciones. Es claro que muchas acciones violan la ley, pero nadie puede ignorar que los mapuches han sido víctimas de una larga (muy larga) injusticia. Le han sido arrebatadas tierras y han sufrido acosos represivos. En las palabras de Saramago ésa es la historia de los pueblos que son “perseguidos todos los días por la policía”. Hay una ley muy estricta para los indígenas pero otra complaciente para las empresas y sus aparatos de seguridad, que apalean e incluso han secuestrado a sus líderes.
Es inadmisible que ministerios del Interior de los gobiernos democráticos, y no los tribunales, hayan invocado una legislación gestada en forma ilegítima para justificar la represión. El método terrorista tiene unas formas de acción precisas, que no corresponden a la conducta de violencia mapuche. Ella corresponde a una clásica expresión de movilización indígena como en Bolivia, Ecuador y el sur de México. Aquellos gobiernos que enfrentaron las demandas indígenas y sus métodos de lucha como expresión de terrorismo debieron dar marcha atrás y algunos fueron forzados a renunciar.
La solución en Chile está en las palabras de Saramago: “Mirar a los mapuches”. La represión directa o por la vía de los tribunales no resuelve problemas. Los pueblos originarios necesitan reparaciones no sólo de palabra sino en los hechos. Enfrentarlos a la competencia de los mercados internacionales es acelerar su desintegración. Es, por la vía del etnocidio, renunciar a la fortaleza de la diversidad de las raíces nacionales. El trato que reciban los mapuches será el que recibirán todos los chilenos.
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