El olvido pasará al olvido
4 de Marzo del 2006
Pero en fin, volvamos al 7 (¡bonito número!). Tener Cinemateca Nacional es como decir que Chile tendrá memoria asegurada. La información que leí continúa explicando que en esta Cinemateca se ha reunido un importante material audiovisual chileno. En el futuro, allí se resguardará gran parte de la cinematografía nacional (imagino que también algunos clásicos extranjeros), al mismo tiempo que se rescatará aquella que aún está dispersa. Pero quizás más importante todavía es el hecho que ese material podrá ser visto y utilizado por el público en general, además de especialistas interesados. Todo eso representa nada menos que un esfuerzo por preservar la memoria audiovisual chilena.
Como sabemos, la memoria y el olvido, son temas recurrentes en Chile, evidenciados en la actualidad por el empeño contumaz de quienes pretenden que olvidemos a Pinochet y su banda de forajidos. Aunque no es lo único que se quiere olvidar. Al respecto tenemos una suerte de tendencia cultural histórica, pareciera ser parte de nuestra idiosincrasia.
Mi amigo, el loco Mayo, dice que los chilenos somos como los perros porque cada vez que la embarramos, algo nos impulsa a echarle tierra “al asunto” para seguir moviendo la cola: -“Y eso te lo digo en micro y en macro”, me agrega el loco moviendo significativamente las cejas. Y enseguida, mi amigo me recuerda una larga lista de “asuntos” que han sido tapados por el olvido oficial a lo largo de nuestra historia.
Puede ser… Puede ser, ¿verdad? Pero, “¡hasta aquí nomás llegamos!”, dijo don Ignacio Aliaga, director de la Cinemateca. Y aunque imagino que llegar a la concreción de dicho organismo no debió ser fácil ni para Ignacio ni para quienes le han acompañado en el empeño, lo que ahora importa es que ¡tendremos memoria!: memoria audiovisual, memoria colectiva, expresada artísticamente además, que es la más imperecedera. Tendremos testimonio de nuestra memoria propia que es la mejor para develar las potencialidades y debilidades como pueblo (no solamente memoria coyuntural). Memoria nacional que no solamente habla y hablará de nuestras dichas y desgracias sino sobre todo del “cómo somos”, peculiaridad que, resuelta cinematográficamente, seguiremos compartiendo entre nosotros y con los otros.
¿Quiénes fueron los primeros cineastas en nuestro país? Es asunto que todavía se discute. Unos dicen que la cosa comenzó en el extremo sur, otros, que fue en Antofagasta. En el pueblo de Porvenir, allá en Tierra del Fuego, se afirma que un magallánico de apellido croata (desgraciadamente olvidé el nombre preciso, ¿ven?) filmó la primera película chilena. Si mal no recuerdo el argumento del pequeño film giraba en torno a un billete de lotería. Y allí mismo en Porvenir, todavía en el año 1999, existía la que habría sido la primera sala de cine construida en el país para dicho fin por el pionero cineasta aludido (primeros años del S. XX). Cuando filmábamos la película “Tierra del Fuego” allá en Magallanes en 1999, recuerdo que promoví una carta que firmó todo el elenco artístico y técnico que participaba en el film, solicitando a Claudio Di Girólamo en aquellos años que gestionara ante las esferas gubernamentales la necesidad de velar por aquél local. ¿Habrá hoy alguna institución capaz de rescatar y renovar esa construcción (de madera) si aún existe? ¿O quizás ya se habrá renovado o habrá pasado al olvido en alguna chimenea o brasero?
Precisamente por eso, por nuestros descuidos con el pasado, por esa actitud intelectual pretenciosa que tenemos los chilenos de pensar que la historia comienza solamente a partir de cada uno de nosotros, sin duda que la creación de esta Cinemateca Nacional es un hito cultural y de la mayor importancia. Luego de la excelente labor que hiciera por años la desaparecida cinemateca pionera de “Cine Experimental”, dependiente de la Universidad de Chile, esta inauguración del 7 de marzo es un paso sólido para construir futuro cultural, que obviamente jamás lo tendríamos con la cultura del olvido.
E insisto, abrir la actividad de la cinemateca al público en general –no sólo las salas de proyección- es una magnífica iniciativa.
Como sabemos, varios países cuentan con Cinematecas de carácter nacional (es justo decir que en nuestro país algunas universidades han creado su cinemateca cumpliendo una magnífica labor), que al igual que ésta que se inaugura en Chile, entre otras actividades preserva y difunde el cine con significación artística. Cine que a veces no interesa a las distribuidoras comerciales. Y a propósito, quizás éste sea el caso de varias películas producidas en Chile y en el exterior que el espectador nacional no ha tenido oportunidad de conocer.
Muchos documentalistas chilenos por ejemplo no han podido confrontar sus creaciones con el público y/o no han difundido sus materiales con la masividad merecida. Aunque en mi opinión – dicho sea de paso - los documentalistas cinematográficos chilenos, tradicionalmente y hasta el día de hoy, han sabido calar más hondo y de manera más sostenida estéticamente en el “cómo somos”, que nuestros largometrajistas de ficción. Lo digo sin la intención de arrastrarle el poncho a nadie. Estoy consciente que el documental y la ficción cinematográfica tienen lenguajes distintos para resolverse artísticamente: al primero le presta su fuerza la realidad directa, y el segundo debe buscar la fuerza en su capacidad alusiva. Sin embargo mi opinión de espectador queda dicha.
Pero para el caso que nos ocupa, hay también un número no despreciable de largometrajes de ficción que tampoco han logrado exhibirse en el país. Muchos de esos largometrajes se produjeron en el exterior, precisamente intentando contrarrestar las dificultades que tenían los cineastas que pudieron quedarse en Chile durante la dictadura. Pienso que todas esas películas aparte de sus valores estéticos tienen un valor testimonial innegable. Unas y otras, tanto las que lograron producirse en Chile en aquellos años, como aquellas que en el exterior contaron con la solidaridad de diversos países para su producción, forman parte sustancial de la historia cinematográfica nacional.
Entonces me pregunto, toda esta producción fílmica ¿podrá verse en la Cinemateca Nacional? Aunque quizás la famosa “transición chilena” por fin habrá madurado lo suficiente como para gestar una acción cultural – o de marketing, según corren los tiempos - que permita exhibir dichas películas documentales y de ficción en las cadenas de distribución comerciales.
Tal vez una acción coordinada entre la Cinemateca y el Consejo Nacional de Cultura - organismo este último que será dirigido en breve tiempo por una personalidad artística que da garantías de excelencia -, pudiera organizar un ciclo de ficción y documentales filmados en el país y el exterior durante la dictadura. Mirado desde la distancia un ciclo de ese tipo aparece atractivo cultural y comercialmente. Y puedo afirmar que es tal la cantidad de documentales y de ficción rodados en el período aludido que fácilmente habría material para un par de ciclos. Finalmente un programa cinematográfico con dichos contenidos no dejaría de tener interés en circuitos de distribuciones internacionales, culturales y/o comerciales.
Nos guste o no, la obra cinematográfica registrada durante los 17 años de dictadura en Chile colaboró significativamente en el retorno a la democracia. Lo que digo es cosa sabida pero no está demás recordarlo. Muchos de esos films – documentales y ficción - dieron la vuelta al mundo sensibilizando el espíritu solidario de ciudadanos, gobiernos y organismos internacionales. Y aunque entre esas películas algunas son un testimonio trágico y vergonzante de nuestro país porque nos devuelven la imagen de víctimas y victimarios, de luchadores y represores, nos devuelven también al mismo tiempo y por sobre todo, una imagen estética e integradora de ese complejo ente que es el “ser chileno”.
Deseándoles éxito a quienes estarán a cargo del mencionado organismo, celebro desde la distancia la inauguración de la Cinemateca Nacional porque es un aporte para derrotar la cultura del olvido. No hay árbol que tenga futuro sin raíces, aunque podridas algunas, otras se conservan sanas. En el bosque hay de todo. Y cada cierto tiempo en Chile, debido a la mentalidad de encomendero de nuestra “élite”, a pesar del hacha del verdugo, el bosque echa a caminar.
Nelson Villagra es actor. Reside en Montréal, P.Q.
Por Nelson Villagra www.elmostrodor.cl
En Chile tendremos Cinemateca Nacional. El 7 de marzo, según las informaciones oficiales, se inaugura ese organismo con sede en el Centro Cultural Palacio de La Moneda. El 7 de marzo, un día antes que las mujeres celebren el Día Internacional de la Mujer -aunque quién sabe, tal y como están las cosas, a las mujeres chilenas “les puede dar” por celebrar su día durante cuatro años, que harta falta les hace.Pero en fin, volvamos al 7 (¡bonito número!). Tener Cinemateca Nacional es como decir que Chile tendrá memoria asegurada. La información que leí continúa explicando que en esta Cinemateca se ha reunido un importante material audiovisual chileno. En el futuro, allí se resguardará gran parte de la cinematografía nacional (imagino que también algunos clásicos extranjeros), al mismo tiempo que se rescatará aquella que aún está dispersa. Pero quizás más importante todavía es el hecho que ese material podrá ser visto y utilizado por el público en general, además de especialistas interesados. Todo eso representa nada menos que un esfuerzo por preservar la memoria audiovisual chilena.
Como sabemos, la memoria y el olvido, son temas recurrentes en Chile, evidenciados en la actualidad por el empeño contumaz de quienes pretenden que olvidemos a Pinochet y su banda de forajidos. Aunque no es lo único que se quiere olvidar. Al respecto tenemos una suerte de tendencia cultural histórica, pareciera ser parte de nuestra idiosincrasia.
Mi amigo, el loco Mayo, dice que los chilenos somos como los perros porque cada vez que la embarramos, algo nos impulsa a echarle tierra “al asunto” para seguir moviendo la cola: -“Y eso te lo digo en micro y en macro”, me agrega el loco moviendo significativamente las cejas. Y enseguida, mi amigo me recuerda una larga lista de “asuntos” que han sido tapados por el olvido oficial a lo largo de nuestra historia.
Puede ser… Puede ser, ¿verdad? Pero, “¡hasta aquí nomás llegamos!”, dijo don Ignacio Aliaga, director de la Cinemateca. Y aunque imagino que llegar a la concreción de dicho organismo no debió ser fácil ni para Ignacio ni para quienes le han acompañado en el empeño, lo que ahora importa es que ¡tendremos memoria!: memoria audiovisual, memoria colectiva, expresada artísticamente además, que es la más imperecedera. Tendremos testimonio de nuestra memoria propia que es la mejor para develar las potencialidades y debilidades como pueblo (no solamente memoria coyuntural). Memoria nacional que no solamente habla y hablará de nuestras dichas y desgracias sino sobre todo del “cómo somos”, peculiaridad que, resuelta cinematográficamente, seguiremos compartiendo entre nosotros y con los otros.
¿Quiénes fueron los primeros cineastas en nuestro país? Es asunto que todavía se discute. Unos dicen que la cosa comenzó en el extremo sur, otros, que fue en Antofagasta. En el pueblo de Porvenir, allá en Tierra del Fuego, se afirma que un magallánico de apellido croata (desgraciadamente olvidé el nombre preciso, ¿ven?) filmó la primera película chilena. Si mal no recuerdo el argumento del pequeño film giraba en torno a un billete de lotería. Y allí mismo en Porvenir, todavía en el año 1999, existía la que habría sido la primera sala de cine construida en el país para dicho fin por el pionero cineasta aludido (primeros años del S. XX). Cuando filmábamos la película “Tierra del Fuego” allá en Magallanes en 1999, recuerdo que promoví una carta que firmó todo el elenco artístico y técnico que participaba en el film, solicitando a Claudio Di Girólamo en aquellos años que gestionara ante las esferas gubernamentales la necesidad de velar por aquél local. ¿Habrá hoy alguna institución capaz de rescatar y renovar esa construcción (de madera) si aún existe? ¿O quizás ya se habrá renovado o habrá pasado al olvido en alguna chimenea o brasero?
Precisamente por eso, por nuestros descuidos con el pasado, por esa actitud intelectual pretenciosa que tenemos los chilenos de pensar que la historia comienza solamente a partir de cada uno de nosotros, sin duda que la creación de esta Cinemateca Nacional es un hito cultural y de la mayor importancia. Luego de la excelente labor que hiciera por años la desaparecida cinemateca pionera de “Cine Experimental”, dependiente de la Universidad de Chile, esta inauguración del 7 de marzo es un paso sólido para construir futuro cultural, que obviamente jamás lo tendríamos con la cultura del olvido.
E insisto, abrir la actividad de la cinemateca al público en general –no sólo las salas de proyección- es una magnífica iniciativa.
Como sabemos, varios países cuentan con Cinematecas de carácter nacional (es justo decir que en nuestro país algunas universidades han creado su cinemateca cumpliendo una magnífica labor), que al igual que ésta que se inaugura en Chile, entre otras actividades preserva y difunde el cine con significación artística. Cine que a veces no interesa a las distribuidoras comerciales. Y a propósito, quizás éste sea el caso de varias películas producidas en Chile y en el exterior que el espectador nacional no ha tenido oportunidad de conocer.
Muchos documentalistas chilenos por ejemplo no han podido confrontar sus creaciones con el público y/o no han difundido sus materiales con la masividad merecida. Aunque en mi opinión – dicho sea de paso - los documentalistas cinematográficos chilenos, tradicionalmente y hasta el día de hoy, han sabido calar más hondo y de manera más sostenida estéticamente en el “cómo somos”, que nuestros largometrajistas de ficción. Lo digo sin la intención de arrastrarle el poncho a nadie. Estoy consciente que el documental y la ficción cinematográfica tienen lenguajes distintos para resolverse artísticamente: al primero le presta su fuerza la realidad directa, y el segundo debe buscar la fuerza en su capacidad alusiva. Sin embargo mi opinión de espectador queda dicha.
Pero para el caso que nos ocupa, hay también un número no despreciable de largometrajes de ficción que tampoco han logrado exhibirse en el país. Muchos de esos largometrajes se produjeron en el exterior, precisamente intentando contrarrestar las dificultades que tenían los cineastas que pudieron quedarse en Chile durante la dictadura. Pienso que todas esas películas aparte de sus valores estéticos tienen un valor testimonial innegable. Unas y otras, tanto las que lograron producirse en Chile en aquellos años, como aquellas que en el exterior contaron con la solidaridad de diversos países para su producción, forman parte sustancial de la historia cinematográfica nacional.
Entonces me pregunto, toda esta producción fílmica ¿podrá verse en la Cinemateca Nacional? Aunque quizás la famosa “transición chilena” por fin habrá madurado lo suficiente como para gestar una acción cultural – o de marketing, según corren los tiempos - que permita exhibir dichas películas documentales y de ficción en las cadenas de distribución comerciales.
Tal vez una acción coordinada entre la Cinemateca y el Consejo Nacional de Cultura - organismo este último que será dirigido en breve tiempo por una personalidad artística que da garantías de excelencia -, pudiera organizar un ciclo de ficción y documentales filmados en el país y el exterior durante la dictadura. Mirado desde la distancia un ciclo de ese tipo aparece atractivo cultural y comercialmente. Y puedo afirmar que es tal la cantidad de documentales y de ficción rodados en el período aludido que fácilmente habría material para un par de ciclos. Finalmente un programa cinematográfico con dichos contenidos no dejaría de tener interés en circuitos de distribuciones internacionales, culturales y/o comerciales.
Nos guste o no, la obra cinematográfica registrada durante los 17 años de dictadura en Chile colaboró significativamente en el retorno a la democracia. Lo que digo es cosa sabida pero no está demás recordarlo. Muchos de esos films – documentales y ficción - dieron la vuelta al mundo sensibilizando el espíritu solidario de ciudadanos, gobiernos y organismos internacionales. Y aunque entre esas películas algunas son un testimonio trágico y vergonzante de nuestro país porque nos devuelven la imagen de víctimas y victimarios, de luchadores y represores, nos devuelven también al mismo tiempo y por sobre todo, una imagen estética e integradora de ese complejo ente que es el “ser chileno”.
Deseándoles éxito a quienes estarán a cargo del mencionado organismo, celebro desde la distancia la inauguración de la Cinemateca Nacional porque es un aporte para derrotar la cultura del olvido. No hay árbol que tenga futuro sin raíces, aunque podridas algunas, otras se conservan sanas. En el bosque hay de todo. Y cada cierto tiempo en Chile, debido a la mentalidad de encomendero de nuestra “élite”, a pesar del hacha del verdugo, el bosque echa a caminar.
Nelson Villagra es actor. Reside en Montréal, P.Q.
0 comentarios