¡Atención!: El Padre Hurtado aún respira
sábado, 22 de octubre de 2005
Este domingo 23 de octubre el Padre Alberto Hurtado Cruchaga será canonizado en Roma, lo que lo transformará en el segundo Santo nacional después de Teresa de los Andes. La ceremonia se realizará en la Plaza San Pietro, en ciudad del Vaticano, lugar donde se hará una Santa Misa, presidida por el nuevo Papa Benedicto XVI quién por primera vez realizará este rito desde que llegó a la cumbre de la carrera eclesiástica. Además, en esta oportunidad, se santificaran a los religiosos de Ucrania Josef Bilczewski y Zygmunt Gorazdowski, como también a los italianos Gaetano Catanoso y Felice de Nicosia. Para algunos el estatuto de Santo no significa gran cosa, sin embargo, la figura del Padre Hurtado trasciende la esfera de la Iglesia: es un Santo en el sentido amplio del término, no sólo como lo piensa el clero o por su cantidad de milagros.
El Padre Hurtado dejó una obra indiscutible en el país, no sólo el Hogar de Cristo que administra la caridad de los chilenos y que sirve para que “pecadores” sientan su conciencia tranquila con un par de pesos en el vuelto del supermercado. Pero la frase del religioso que dice que la “injusticia social trae más males que los que puede reparar la caridad" deja a esta caridad en una prioridad de segundo plano, una solución parche para resolver la pobreza y la miseria; sin embargo, la injusticia social fue para Hurtado la directriz de su apostolado, la razón por la cual su figura trasciende en el tiempo y las paredes de la Iglesia.
La vigencia y el consenso de su obra es gracias (o mejor dicho desgracia) a que ahora Chile está peor, con menos equidad con respecto al país que conoció el sacerdote hace 50 años.
No sólo un testigo
Para entender al Padre Hurtado desde afuera de la Iglesia, o de adentro, hay que evitar ver el lucro que se ha hecho con su imagen; hay que borrarse de la cabeza a los empresarios explotadores que le rezan todos los domingos y que ahora compran souvenirs en la exclusivas Via Condotti, o Via Borgognona en Roma. También hay que olvidarse del aparente buen negocio de su obra máxima: el Hogar de Cristo, que hasta el minuto tiene las más confortables limousinas para trasladar los ataúdes de los ricos y de los que simulan serlo.
Como a muchos, al sacerdote le causó dolor la situación de los obreros del país, los que desde los inicios de la industrialización en Chile trabajan en condiciones precarias, reciben sueldos miserables y sin protección social, carecen de leyes que los protejan.
Para el Padre Hurtado la lejanía de los obreros con la Iglesia lo incita a propagar con fuerza las encíclicas sociales que protejen a los trabajadores. El cristianismo es considerado para el sacerdote como el único pensamiento apolítico cimentado en el amor de Cristo con la capacidad para terminar con las injusticias sociales, en tanto el capitalismo y el comunismo, para él no hacen más que resguardar sus intereses unilaterales.
En su libro “¿Es Chile un país Católico?”, que para muchos es un diagnóstico crítico de la realidad económica y social de Chile, en la última etapa de la administración del Frente Popular del Presidente Pedro Aguirre Cerda, (1938-1941) podemos ver el grado de estremecimiento con que observa los males que aquejan a los trabajadores.
“El mobiliario del obrero es lo más reducido: una mesa, una, dos o tres sillas, un par de camas…¡si camas puede llamarse! En las cuales viven tres, cuatro, hasta siete personas en cada una de ellas en la mayor promiscuidad de sexos, edad…Los padres, muchachos de 17 años, los hermanos...a veces el vecino que acaba de ser desalojado de la pieza insalubre cuyos tiestos han sido echados a la calle, va también a pedir asilo en esa pieza, y la caridad inmensa del pobre no se la niega…y extraños duermen en la misma cama. ¿Podrá haber moralidad? ¿Qué no habrán visto esos niños habituados a esa comunidad absoluta desde tan temprano? ¿Qué moral puede haber en esa amalgama de personas extrañas que pasan la mayor parte del día juntos en ese mismo ambiente íntimo?”.
Su compromiso con los trabajadores
En su carta al Papa Pío S. Pío XII, en Roma, el religioso presenta la realidad devota, social y política de Chile, recalcando argumentos tan urgentes como trasladar la doctrina social de la Iglesia al mundo sindical para introducirle el espíritu cristiano a los trabajadores. Pero lo que más llama la atención de la misiva es la manera con que retrata la mitad del Chile del siglo XX, siglo que recién pasó y que actualizando datos estaríamos en presencia de los mismos males que aquejan a nuestro país en la actualidad:
“Ante todo, se nota una diversidad muy grande en las condiciones económicas y humanas. La aristocracia y la nueva plutocracia llevan una vida fácil. Sobre todo es propietaria del campo: el 50% del terreno agrícola es propiedad de menos de 1.000 personas. El pueblo, en general, está en condiciones de subproletario. Los ranchos en que viven son espantosos. El R. P. Lebret, O.P., Director de Economía y Humanismo, en una visita reciente a Chile, declaró que no había visto en parte alguna del mundo habitaciones semejantes. Es muy frecuente encontrar un promedio de ocho personas en piezas de 9 mt. cuadrados; ¡y a veces se encuentran hasta 7 personas en una cama!.
En el campo, el régimen es casi feudal: grandes fundos en los que trabajan obreros que en su mayor parte no tienen ninguna probabilidad de llegar a ser propietarios. Los salarios son muy bajos”.
Las injusticia y la desprotección lo llevó a crear la Acción Sindical y Económica Chilena (ASICH) en 1947, que se preocupó de formar dirigentes desde una perspectiva cristiana, de guiar obreros y de planificar las defensas jurídicas y sociales de sus derechos. Bajo su dirección en la ASICH logró redactar el proyecto de ley del Código del Trabajo y consiguió la afiliación de este organismo a la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos, como también la incorporación a entidades internacionales como la ONU, UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Un sueldo justo era para el Padre Hurtado una condición indispensable para una buena relación entre empleados y patrones; el religioso planteó que los católicos deberían ceñirse a esta reivindicación. En su carta al Papa, narra muy bien la posición de los católicos en ese entonces:
“Las actitudes sociales de los católicos parecen orientadas más bien a impedir el avance comunista que a desproletarizar a las masas. De ningún modo se ve un esfuerzo para hacer pasar al terreno de las realizaciones las enseñanzas de las encíclicas, y hasta en la exposición de esta doctrina se es demasiado “prudente”, a fin de no alienarse las clases dirigentes”.
Para el Santo, la huelga, el derecho a pataleo era un recurso legítimo, genuino y ineludible para que los trabajadores pudieran manifestar y obtener sus quejas, hoy, en el 2005 los ministros y el Presidente de izquierda pierden el la razón cuando escuchan la palabra paro o cuando ven que algún gremio pueda armar un sindicato, sin embargo no ponen ningún problema para financiar las fastuosas comitivas al Vaticano y sus respectivos banquetes.
Última modificación ( sábado, 22 de octubre de 2005 )
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