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Los cuerpos que llegaron al refugio La Cortina

<em><strong>Los cuerpos que llegaron al refugio La Cortina</strong></em> www.latercera.cl
Una pieza amarilla de unos 18 metros cuadrados fue el lugar escogido para reunir los cuerpos que, poco a poco, iban siendo rescatados de la montaña y trasladados hasta el refugio La Cortina.

Por ese lugar pasaron los cadáveres de los 45 soldados que el 18 de mayo comenzaron a marchar desde el refugio Los Barros y que quedaron congelados en algún punto de los cerca de 24 kilómetros que separan ambos asilos.

En la habitación de madera, habilitada como morgue, se colocaron una junto a otra las bolsas con los restos de los 44 reclutas y un suboficial segundo que perdieron la vida en la campaña. Allí se realizaron las primeras revisiones de los cuerpos de los soldados muertos por hipotermia y se identificó preliminarmente a los cadáveres que luego serían bajados en camiones hasta el Regimiento Reforzado Nº 17 de Los Angeles, desde donde unos días antes había partido el batallón de infantería.

La búsqueda de los soldados desaparecidos -que el Ejército catalogó inicialmente de dispersos- duró 49 días e incluyó brigadistas militares y civiles que recorrían en filas la zona clavando en la nieve sondas de más de dos metros de largo. En la labor también se utilizaron detectores de metales, retroexcavadoras y perros entrenados.

Cada mañana partían entre 90 y 180 efectivos a rastrear cuerpos, pero fue común que tuvieran que interrumpir casi de inmediato las faenas debido a las malas condiciones del tiempo.

El 6 de julio, la Fuerza de Tarea Antuco Nº 4 encontró los restos de Silverio Avendaño Huilipán, bajo más de un metro de nieve. Se hallaba próximo al sector del Valle de La Luna y, según el comandante en jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, el rostro del último de los soldados perdidos en la tragedia "estaba sereno".

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