Las redes de la orden del pendrive
Piñera se desmarcó de los partidos y conformó un gabinete a su pinta: gerencial. Los pergaminos de la corte del pendrive, dispositivo informático que entregó a cada uno con la pega que se viene en los respectivos ministerios, incluyen posgrados en prestigiosas universidades extranjeras. Muchos no creen en tanto brillo, no sólo debido a que el éxito en el mundo privado no garantiza un buen desempeño en el ámbito público, sino también porque en los currículos figuran importantes cargos de confianza en poderosos grupos económicos, entre ellos Luksic, Angelini, Solari, Paulmann e Ibáñez. Esos vínculos, como los del colegio o la universidad, no se dejan tan fácilmente.
El Museo Histórico Nacional por una tarde pareció CasaPiedra, el centro de eventos de Vitacura donde Icare suele organizar desayunos, exposiciones y seminarios. Quienes participan en estos encuentros empresariales suelen llevarse regalos de bancos, multitiendas y aseguradoras. Alfredo Moreno, Felipe Larraín, Juan Andrés Fontaine, Laurence Golborne y Carolina Schmidt podrían llenar cada uno un carro de supermercado con todos los souvenirs que han recibido de amables promotoras en los últimos años, desde paletas de playa hasta bandejas para servir quesos. Esta vez, los flamantes ministros, recién designados por Sebastián Piñera, abandonaron la Plaza de Armas sólo con un pendrive y una sencilla carpeta con las tareas que tendrán en sus respectivas carteras a contar del 11 de marzo. Se despidieron con la familiaridad que otorgan los años compartiendo colegios, universidades y directorios.
El brillo de los currículos de los próximos inquilinos de La Moneda es indiscutible. Todos han lucido exitosamente sus habilidades en el mundo privado. Nadie duda de ello. En algunos casos también han demostrado vocación de servicio público. Sin embargo, esta semana, tanto del mundo concertacionista como de esferas independientes, han surgido aprensiones respecto a si estas competencias, refrendadas en su mayoría con posgrados en prestigiosas universidades extranjeras, bastan para tomar las riendas del Estado, una actividad muy distinta a los negocios. En el afán de defender su autonomía en relación a la UDI y RN, Sebastián Piñera optó por un equipo ministerial que tuviera una supremacía gerencial, de perfil independiente pero sintonizado con la doctrina de derecha. En este reclutamiento, el futuro Mandatario recurrió mayoritariamente al ámbito que más conoce: la empresa.
En la lista no hay novatos. Han compartido su conocimiento con empresarios de la talla de Andrónico Luksic, Guillermo Luksic, Roberto Angelini, Horst Paulmann, Reinaldo Solari, Juan Cuneo, Álvaro Saieh, Nicolás Ibáñez y José Luis del Río, líderes de los más importantes grupos económicos del país. Desde las mesas directivas de empresas como Banco de Chile, Falabella, D&S o Cencosud, los ministros han cultivado una relación estrecha con los big boss de Chile.
Dirigentes como Fulvio Rossi (PS) o Jorge Burgos (DC) han expuesto su inquietud sobre si existen cortapisas suficientes para que estos vínculos no contaminen la nueva administración con conflictos de interés. Aunque la futura vocera, Ena von Baer, ha garantizado que a contar de marzo los ministros no tendrán ninguna incompatibilidad con las decisiones que tomen en sus carteras, al interior de la Concertación persisten las suspicacias sobre el traspaso de información que pudiera producirse entre el gabinete y sus antiguos jefes o socios.
Las nuevas autoridades han asegurado que zanjarán su estado de situación comercial, liberándose antes del 11 de marzo -como instruyó el Presidente electo- de las acciones y directorios donde buena parte del gabinete tiene participación. Ya empezó Joaquín Lavín, futuro ministro de Educación, quien ya renunció a la Universidad del Desarrollo, de la cual es accionista y fundador. El propio Piñera rematará el martes en bolsa el 9,7% que posee en Clínica Las Condes y el próximo ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, anunció que venderá el estudio de abogados -uno de los más grandes del país- que tiene hace dos décadas, su participación en otros dos bufetes y se desligará del directorio de empresas como Casa&Ideas.
Pero con una legislación precaria y aún en discusión parlamentaria en este ámbito -lobby, fideicomiso ciego, enajenación de bienes, inhabilidades, incompatibilidades-, en el actual oficialismo dudan si estos hombres y mujeres de negocios resistirán la tentación de abstenerse ante el acceso que tendrán a información privilegiada en áreas que no sean de su competencia ministerial, pero sí de sus intereses personales.
La mayoría se conoce hace mucho. Estudiaron juntos en Chile o en alguno de sus postgrados en Estados Unidos, principalmente en Harvard y Chicago. Profesionalmente han rotado en varias sillas de directorios de empresas, sentándose al lado o al frente, según la ocasión.
La teoría de los seis grados de separación se basa en la máxima de que el mundo es un pañuelo. La cadena entre un ser humano y otro no tendría más de cinco intermediarios. Incluso en Facebook, una de las redes sociales más masivas en internet, se han hecho experimentos para demostrar esta hipótesis. En el gabinete de Piñera incluso podría haber menos intervalos. Se conocen entre ellos y la distancia con la cúpula empresarial del país también es mínima. Eso explica que el chiste planteado seriamente por Carlos Peña en su última columna en El Mercurio se haya difundido tanto en los últimos días: Chile es como un restorán de provincia: administrado por sus propios dueños.
Según el sociólogo Manuel Antonio Garretón, el gabinete sorprende por el hecho de ser la expresión de un determinado grupo social con prácticamente ninguna excepción. Esto podría ser la portada de una revista de la gente exitosa. Responde básicamente a la idea de un gobierno de derecha, tecnocrático, de un cierto medio social, muy poco representativo del país. No es el electorado que votó por Piñera, sino que representa sólo a un sector de éste.
Trayectorias cruzadas
El futuro canciller Alfredo Moreno ha sido por años director de Falabella, empresa controlada por el grupo Solari-Del Río. Su relación con Reinaldo Solari y Juan Cuneo se fortaleció en 2001, cuando, como accionistas del Banco de Chile, decidieron vender al grupo Luksic. Dos años más tarde, sirvió de nexo entre los Solari y los Del Río para que se fusionaran Falabella y Sodimac. El mismo rol cumplió, esta vez dialogando con la familia Ibáñez, en la frustrada unión entre Falabella y D&S en 2007, rechazada por el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. Así se ganó el apodo de gran negociador, del que con modestia ha tratado de despegarse. Además, el título perdió valor luego de que su contraparte en las conversaciones con D&S, Hans Eben, ex vicepresidente de la cadena de supermercados que hoy controla Wal Mart, fuera sancionado por la Superintendencia de Valores y Seguros por no cumplir con el deber de reserva de información privilegiada. El castigo a Eben fue un duro golpe para el directorio de D&S, en el que también participaba Felipe Larraín, próximo ministro de Hacienda.
El abogado Felipe Bulnes, futuro ministro de Justicia, también ha velado por los intereses de Falabella. Admirado por sus colegas por su oratoria y la solidez con que expresa sus argumentos, Bulnes llegó hasta la Corte Suprema para impedir que la compañía fuera sancionada por boicotear un evento tecnológico del Banco de Chile, en el marco del caso conocido como La Guerra del Plasma. El 2006, antes de que empezara el Mundial de Fútbol, la entidad financiera de los Luksic organizó una feria en CasaPiedra en que vendería televisores con precios más bajos que los que en ese tiempo ofrecían las multitiendas. Los ejecutivos de Falabella y Paris, indignados por los privilegios concedidos a una firma cuyo giro no eran los electrodomésticos, presionaron a los proveedores -entre ellos LG y Sharp- para que se bajaran del ofertón en Vitacura. Así arruinaron el evento de los Luksic y, de paso, impidieron que los consumidores accedieran a los bienes a un menor precio. Falabella y Paris perdieron en el máximo tribunal y recibieron millonarias multas, que en conjunto superaron los US$7 millones. Laurence Golborne, quien asumirá en Minería, también vivió de cerca este episodio como gerente general de Cencosud, holding al que pertenece Paris. En tanto, en el directorio de Banco de Chile participa hasta hoy el próximo ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine. El mismo cargo tiene en Quiñenco, brazo industrial y financiero del grupo Luksic del que se desprende CCU, cuya división de alimentos ha estado encabezada en los últimos años por la piropeada Carolina Schmidt, quien asumirá en el Sernam.
Dedos para el piano
La fórmula aplicada por Piñera para conformar su gabinete no es nueva. El 2000, el otrora Presidente de México Vicente Fox, cuya elección acabó con 70 años de supremacía del PRI, optó por privados para su equipo de gobierno con el deseo de ofrecer eficiencia en base a la gestión gerencial. Sin embargo, a poco andar, el staff sufrió modificaciones dada la falta de experiencia política de algunos, viéndose obligado a recurrir a los cuadros políticos con más trayectoria del derechista Partido Acción Nacional.
Sobre la apuesta de Piñera, el sociólogo Garretón advierte que es cierto que las personas designadas son muy competentes en sus ámbitos específicos, pero no significa que sean las adecuadas para una construcción política. Eso habrá que verlo. Uno no puede decir que la excelencia que se les atribuye en los marcos académicos o técnicos garantice que el gabinete sea bueno. Eso no garantiza nada.
Uno de los puntos en discusión estos días es cómo actuará Fontaine desde Economía, especialmente ante las Pymes, dada su trayectoria en dos entidades bancarias -Banco de Chile y Banco Santander- que en plena crisis internacional se demoraron todo lo posible en traspasar la rebaja de tasas impuesta por el Banco Central a los créditos. El integrante de la Confederación Nacional de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa de Chile (Conapyme) y presidente del Comercio Detallista, Rafael Cumsille, cuenta que en su sector estamos a la expectativa. Los anuncios nos parecen bien y conozco de nombre a Fontaine. Queremos ver en la práctica cómo se va a relacionar el ministro con nosotros. Con Hugo Lavados hemos tenido un contacto y línea directa. Somos pragmáticos: queremos ver cuando tome posesión y espero que nos invite rápidamente a una reunión. La primera señal es ver de qué manera se relaciona con los gremios verdaderamente representativos de las pymes para conocer nuestras aspiraciones y preocupaciones.
Felipe Larraín, a pesar del alto cargo que tuvo en D&S, jamás se pronunció -al menos públicamente- por el hecho de encabezar una de las empresas con mayor cantidad de demandas laborales a nivel nacional. Esa arista genera preocupación, considerando que desde Hacienda será el responsable de cumplir la promesa de Piñera de generar un millón de empleos.
El dirigente de la CUT Cristian Cuevas precisó que no tenemos una mirada positiva. Esto ratifica lo que planteamos sobre el gabinete de Piñera: ministros desde y para la clase empresarial. Todos sabemos las conductas inadecuadas de D&S con los derechos de los trabajadores. Vamos a observar cómo se generará la idea del millón de empleos, con garantías políticas y sociales, con protección real, o serán empleos precarios de una noche que generarán mayor angustia.
El diputado DC Pablo Lorenzini, integrante de la Comisión de Hacienda de la Cámara Baja, no descarta dificultades con Larraín, pero recuerda que también las han tenido -desde el prisma parlamentario- con varios de sus antecesores de la Concertación.
Nos interesa tener al frente a alguien que comparta nuestro lenguaje. Larraín me parece una persona adecuada. De su vinculación con D&S, evidentemente todos los ministros van a tener que dejar de lado todas sus vinculaciones empresariales. Uno tiene que meterse de lleno en esto sin contradicciones vitales. El ministro de Hacienda es una garantía por cuatro años y tiene que construir con el Parlamento, plantea.
En cuanto al papel del próximo canciller, el parlamentario dice que conoce a Moreno hace muchos años y va a tener que pensar que esto no es un sistema empresarial. Lorenzini reconoce sus habilidades como director de empresas y experto negociador, pero critica su casi nula experiencia en la diplomacia, donde la tradición y la carrera son clave, especialmente en el abordaje de circunstancias tan complejas como la aspiración marítima de Bolivia, la demanda de Perú en la Corte de La Haya y la relación con Venezuela, todos casos que requerirán una fina muñeca diplomática para no crear ruidos en el concierto regional.
Muchos ministros de este gabinete son un poco inexpertos. No pueden dejar la relación con los partidos de lado. Por mucho que digan que al chileno no le gusta, no se puede gobernar como si Chile fuera una empresa. Algunos van a tener que dejar de lado su excelencia académica, porque en las empresas los adulan y adoran, pero aquí en el Estado es distinto y es importante que lo entiendan, precisa Lorenzini.
En Salud también existen aprensiones con el futuro desempeño de Jaime Mañalich. Para el diputado PPD Marco Antonio Núñez, médico de profesión, es una mala señal que sea accionista de Clínica Las Condes. Es probable que comiencen las cuentas de ahorro y la privatización de hospitales. Ya hemos comentado con varios colegas la necesidad de recibir a Mañalich el primer martes después de que asuma (16 de marzo) en la Comisión Salud para escuchar sobre sus planes y que nos pueda responder directamente respecto de su agenda y de cómo ha resuelto los conflictos de interés que tiene. A esas alturas, esperamos que haya vendido las acciones de Clínica Las Condes y que podamos escuchar directamente de él y de su equipo cuál es la agenda a implementar desde el punto de vista de políticas públicas y legislación.
En todo caso, el nombramiento del próximo gabinete no sólo inquietó a la Concertación o al 48% que no votó por Piñera en el balotaje del 17 de enero. Desde la UDI, por más que en público aseguren lo contrario, se sintieron dejados de lado por este club de amigos que llegará a La Moneda. No por nada, 48 horas después de los anuncios y algunas señales contundentes, el senador Pablo Longueira fue invitado a la oficina de Apoquindo donde funcionó el comando de Piñera para conversar y revisar la lista de subsecretarios que se dará a conocer en los próximos días. Fue un gesto claro para descomprimir la molestia que causó el gabinete en el gremialismo, que contará desde marzo con una bancada de 40 diputados, la más grande del hemiciclo. Para muchos, el criterio que aplicó Piñera para escoger su gabinete se centró en dejar clara su autonomía de los partidos de la Coalición por el Cambio, especialmente del gremialismo militante de calle Suecia, algo propio del estilo político que ha caracterizado al Mandatario electo en estos veinte años, más cargado a lo personal que al colectivo partidista.
No me hagan el cuento de que es de unidad nacional, no me hagan el cuento de que es independiente. Díganme se trata de la mejor gente de la visión de derecha que pude encontrar para impedir que los políticos de la UDI me coparan el gabinete. Creo que el temor principal de Piñera era que la Fundación Jaime Guzmán se impusiera al grupo Tantauco, y que la UDI se impusiera sobre RN, destaca Garretón.
Club cota mil
Hace justo un año, el sacerdote Felipe Berríos asestó un duro golpe al corazón de la oligarquía nacional a través de una de sus columnas sabatinas en El Mercurio, acuñando el concepto de cota mil para graficar lo cerrado y exclusivo de las redes y relaciones de los miembros del sector ABC1. En ese texto, el cura jesuita relató su trayecto desde el centro de Santiago a una de las tres universidades privadas ubicadas en el barrio alto. A su juicio, al estar enclavadas en un sector tan alejado de la realidad socioeconómica del país, estas casas de estudio difícilmente pueden cumplir con el criterio de universalidad y sus egresados obtienen una visión incompleta de su entorno.
La crítica de Berríos distó mucho del resentimiento barato que algunos arengaron en ese minuto al fragor de la polémica o del reclamo liviano ante la opulencia de las ventajas de este centro de estudios privado. Su intención fue dar una voz de alerta.
¿Bastará mirar la ciudad desde lo alto y luego enterarse de lo sucedido en ella por las noticias? ¿Será ése el lugar más adecuado para que se forme un universitario? ¿Cómo se llegará a una universidad así sin automóvil?, se preguntó el cura.
Lo único que diferencia a una universidad cota mil y un Club de Cachagua, como ha sido tildado el gabinete de Piñera, es la edad. Varios de sus ministros tienen casa en este selecto balneario: Felipe Morandé (Transportes), Felipe Bulnes, Felipe Larraín y Carolina Schmidt. Nueve de los veintidós miembros del futuro gabinete estudiaron en colegios como Sagrado Corazón de Manquehue, San Ignacio del Bosque, Verbo Divino y Tabancura, mientras que dieciséis tienen su cuna profesional en la Pontificia Universidad Católica, donde el propio Piñera se graduó. Magdalena Matte, quien asumirá en Vivienda, no sólo es la esposa del senador UDI Hernán Larraín, sino que además tiene una relación personal de larga data con la señora de Piñera, Cecilia Morel, pues fueron compañeras de colegio en el Jean DArc de Providencia. El hijo mayor del matrimonio Larraín-Matte se integrará a la Secretaría de Comunicaciones de La Moneda en marzo.
Desde el martes, más de un analista -incluso los vinculados con la derecha- ha dejado traslucir sus aprensiones en este punto, dada la falta de diversidad, calificando al staff ministerial incluso de pituco.
Sebastián Piñera tiene el desafío de acallar las críticas, legítimas en una democracia. También debe demostrar que la selección de su equipo ministerial no responde a un club de amigos con intereses cruzados. Un antiguo refrán dice que más vale tener amigos que plata. En la cota mil, se tienen ambos. // LND
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