*76 aniversario de la fundación del Partido Socialista de Chile*
*París, Sede del Partido Socialista francés, 18 abril 2009*
*Alocución de Armando Uribe Echeverría*
*Presidente del Comunal Francia del PSCh*
Queridos amigos, queridos compañeros,
La celebración del aniversario de la fundación del Partido Socialista de Chile, el 19 de abril de 1933, es una tradición, escrupulosamente respetada por todos los Comunales del PS chileno, del norte al sur de esta país de 4.300 kilómetros de largo, así como en todos los sitios en donde hay militantes socialistas organizados. Generalmente sirve para recordar, evocando la historia del partido, las luchas a las cuales estuvo confrontado y los principios que han guiado a sus dirigentes.
Esta evocación anual nos permite rendir homenaje a las destacadas personalidades que lucharon por sus principios y sus ideales. Como todos los partidos de la izquierda chilena, el Partido Socialista cuenta numerosos muertos de muerte violenta y muchos desaparecidos en la noche y en la bruma de la dictadura militar.
También permite rendir homenaje a los sobrevivientes, a aquellos que frecuentemente sufrieron la tortura y la prisión antes del exilio, que no es la ventajosa residencia en el extranjero que algunos de nuestros compatriotas quisieran creer.
El exilio que hace que hasta hoy seamos privados, entre otros, del derecho a voto -y me temo que será una vez más el caso este año, para las elecciones legislativas y presidenciales de diciembre próximo, a pesar de la reciente adopción de la ley sobre la inscripción automática en los registros electorales.
Esta celebración es, por otra parte, la ocasión de recordar cierto número de principios sobre los cuales se construyó la identidad de este partido. Permítanme algunas palabras al respecto.
El Partido Socialista de Chile fue precedido por una serie de pequeños partidos, movimientos y grupos de origen generalmente anarquista que surgieron hacia fines de los años 1890 : los Obreros socialistas Francisco Bilbao; la Unión Obrera, que llegara a ser el Partido Socialista de Punta Arenas; la Unión Socialista o aun las Sociedades de Resistencia anarquistas, en donde se difundían las ideas de Malatesta, de Louis Blanc, de Proudhon y de Elisée Reclus.
Nuestro Partido Socialista fue sobre todo precedido por el Partido Obrero Socialista, fundado en 1912 por Luis Emilio Recabarren, que se transformará en 1923 en el Partido Comunista de Chile.
En el curso de los años veinte se vio el desarrollo de Asociaciones Socialistas y de pequeños partidos que tenían por nombre Orden Socialista, Partido Socialista Marxista, Nueva Acción Pública y Acción Revolucionaria Socialista.
Estos cuatro pequeños partidos participaron en la muy efímera experiencia de la República Socialista instaurada durante doce días en 1932, a fin de responder a la inquietud y al endeudamiento popular debido a la crisis de 1929 en Chile - 12 días durante los cuales el gobierno, entre otras acciones, liberó todas las personas condenadas por delito de opinión, creó por decreto el Banco Central, le devolvió a sus propietarios los objetos empeñados en el banco de Crédito Popular, nacionalizó las riquezas básicas...
El programa de gobierno era, "Alimentar al pueblo, vestir al pueblo, darle vivienda al pueblo, entendiendo por pueblo al conjunto de ciudadanos, sin distinción de clase ni de partidos".
Acusados por los militares de querer imponer el comunismo a Chile, un golpe de Estado militar puso fin a esa experiencia y relegó a sus responsables a la Isla de Pascua. Es sin duda allá, en la deportación, que surgió la idea de formar un solo partido que reagruparía a todas las pequeñas formaciones políticas que compartían los mismos ideales. Esos cuatro partidos firmaron el Acta de nacimiento del Partido Socialista de Chile.
Los principios de la izquierda chilena remontan a los años 1850 y a la Sociedad de la Igualdad, fundada por Francisco Bilbao y Santiago Arcos siguiendo el modelo francés, recientemente puesto al día por la revolución de 1848 y la instauración de la Segunda República en Francia con el lema "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Desde su fundación, el Partido Socialista de Chile puso los principios de libertad, de igualdad y de fraternidad en el campo de aplicación que debe ser el suyo: el económico. No hay ni igualdad, ni fraternidad y aun menos libertad sin una mejor repartición de las riquezas que produce la Nación toda.
Estos principios se unen a otra regla esencial, que se tiende a olvidar en estos días: el Partido Socialista es un partido de clase y pretende representar en el seno de la nación a las clases desfavorecidas.
Salvador Allende, en un discurso de 1939 ante el Parlamento, definía la naturaleza del socialismo chileno del siguiente modo:
"El Partido Socialista pretende que mientras existan clases sociales antagonistas, es decir de una parte una oligarquía explotadora aliada al imperialismo y servidora de sus intereses, y de la otra las masas trabajadoras oprimidas, y mientras el Estado sea utilizado por la fracción dominante como instrumento de represión, la verdadera democracia política seguirá siendo una utopía y no se logrará ofrecer ninguna seguridad económica a las clases laboriosas. Es por eso que el Partido Socialista lucha contra los dos pilares del régimen dominante: la inmensa propiedad terrateniente y su complicidad con el imperialismo. Vencer estas dos supervivencias semicoloniales en nuestra economía es el primer paso hacia una democracia legítima y un progreso cierto en el camino hacia el socialismo".
Finalmente, y no es el menor de los principios fundamentales del socialismo chileno, el Partido Socialista afirmó desde su nacimiento su independencia absoluta respecto a todo partido o a toda internacional, lo que lo distinguió fundamentalmente del Partido Comunista chileno.
Esta voluntad de acordar la prioridad a las realidades nacionales, el respeto de las condiciones políticas, económicas y sociales de Chile, es lo que hace una de sus grandes originalidades.
También es el fundamento del constitucionalismo de Salvador Allende y el zócalo de esta experiencia que fue llamada "la vía chilena al socialismo", es decir la vía pacífica y democrática de las urnas.
Permítanme volver al aspecto económico del socialismo, que es sin duda uno de sus aspectos esenciales.
Salvador Allende le rindió cuenta al Partido de la salida de los ministros socialistas del gobierno de Frente Popular explicando su decepción por no haber podido intervenir en la realidad económica del país:
"Nosotros socialistas dejamos el gobierno cuando nos encontramos en la imposibilidad de desarrollar una política positiva en favor del país. Dejamos el Ejecutivo cuando nos dimos cuenta de que nuestros esfuerzos eran vanos y malinterpretados, y que nuestras iniciativas eran rechazadas por la derecha económica que aun controla el crédito y las finanzas".
Esta evocación me parece tanto más importante hoy día, cuando la crisis financiera golpea todos los países del mundo, más rápido que la de 1929, y que Chile se ve confrontado a una grave realidad política y económica.
Después de la dictadura militar, los gobiernos de la Concertación continuaron administrando un régimen político emanado directamente del régimen militar, y un sistema económico que, ciertamente produce crecimiento (una media envidiable de un 8% al año) pero en provecho exclusivo de un grupo extraordinariamente reducido de personas.
"Uno siempre se sorprende en Chile -cuenta David Rothkopf, ex director de la firma de consultores fundada por Henry Kissinger- por la rígida estratificación de la sociedad. Abajo se encuentran los pobres y la clase obrera, más arriba una clase próspera y educada que está en el origen del ‘milagro chileno'. En fin, en la cima, en la cumbre del mundo de los negocios, algunos recogen lo esencial de los beneficios del éxito del país. A pesar de sus progresos, Chile se parece a la mayor parte de los países en desarrollo del mundo. Aquí también, es un puñado de individuos y de grandes familias. Uno de mis amigos, que pertenece él mismo a la élite local, me dijo un día que Chile no es realmente un país, sino más bien un Club privado. Solo algunas grandes familias forman parte, los Angelini, Matte, Piñera, Luksic, Saieh, Claro, Edwards y algunas otras. Es el primer círculo. Si Ud quiere hacer algo aquí, más vale que los tenga de su lado".
Y el autor describe las desigualdades sociales en Chile, de "una amplitud inédita en el curso de su historia moderna. El 20% más rico de los chilenos obtiene casi el 67% del ingreso nacional, mientras que el 20% más modesto recibe apenas algo más del 3%. La separación entre chilenos ricos y pobres es aun peor hoy día que en los tiempos de Pinochet. Y es al mismo tiempo una de las más grandes del mundo".
Si yo cito así Rothkopf -lo he sacado de un libro publicado el año pasado bajo el título "Superclass" y que acaba de aparecer en francés bajo el título "La Casta: las nuevas élites y el mundo que nos preparan"-, es por varias razones.
Primero, porque él no puede ser acusado de ingenuidad ni de anti capitalismo ni de izquierdismo: es un hombre de derechas, que estudia las élites mundiales con admiración.
Segundo, porque lo que él constata en nuestro país -y que nosotros también constatamos-, es la realidad política y económica objetiva del Chile actual.
Es evidente que el poder económico se impuso -en Chile como en otros sitios-, sobre toda otra forma de dominación: política, religiosa, militar.
Está claro que es gracias a la tranquilidad política y social impuesta por la larga dictadura militar de Pinochet que prosperó el sistema ideológico que prevalece hoy en Chile.
La ideología del neoliberalismo de mercado desregulado ha logrado incluso apoderarse de los espíritus mejor preparados en Chile para defenderse de ella. Y no veo mejor ejemplo de lo que afirmo que el de una militante histórica del Partido Socialista como lo es la presidente de la República Michelle Bachelet.
Al terminarse la "Cumbre Progresista" que se realizó hace algunas semanas en Viña del Mar, cuando un periodista le preguntó cuál era su definición de "progresismo", eufemismo por el cual reemplazaron el término "izquierda", Michelle Bachelet respondió: "La libertad de los mercados".
Eso nos muestra simplemente que los principios enunciados en la Declaración de Principios fundacional del Partido Socialista, que las palabras que Salvador Allende pronunciara en el Parlamento y ante su partido, palabras que definen la naturaleza de su compromiso, pertenecen a un universo mental y político que no es el de los gobernantes -sean ellos socialistas- del Chile actual.
La diferencia entre estos dos universos mentales no puede en ningún caso ser reducida al debate simplista y engañador socialdemocracia contra socialismo, libertad de empresa contra estatismo.
La cuestión es más profunda, mas grave. La frase del amigo chileno de David Rothkopf la resume perfectamente: "Chile no es realmente un país, sino más bien un Club privado".
El debate entre estos dos universos mentales es el debate de la desaparición de las naciones en provecho de las élites multinacionales, a costa de todos aquellos, la inmensa mayoría, que no pertenecemos a la élite. Es el debate entre aquellos que defienden la existencia de las naciones y aquellos que cesaron de defenderla.
Chile ha servido, desde hace tres décadas, a las experimentaciones más brutales en materia de gestión económica, política y social.
Nosotros formamos parte de aquellos que creen que gobernar significa estar al servicio del pueblo. Que creen que es el pueblo, y no los mercados, la fuente de la legitimidad democrática. Que creen que la economía es un instrumento al servicio del Hombre, y no una religión abstracta a la que hay que rendirle un culto cotidiano.
nosotros formamos parte de aquellos que creen que Chile es una Nación, y que esa Nación es nuestra, de todos, y que no tenemos porqué aceptar que quien quiera que sea, -individuos, grupos, familias o clanes-, se apodere de ella y la transforme, como dicen ellos mismos, en un Club privado.
He dicho.
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