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Centros Chilenos en el Exterior

¡¡¡Abran la champaña!!!

¡¡¡Abran la champaña!!!

 Por Manuel Salazar Salvo / La Nación

El 1 de septiembre de 1988 los dos bandos en pugna ingresaron al tramo final de la carrera que definiría el destino del país.

El 1 de septiembre de 1988 los dos bandos en pugna ingresaron al tramo final de la carrera que definiría el destino del país. El Comando por el No había percibido en los primeros meses del año que la gran batalla se daría en las comunas, en las poblaciones, en los barrios, donde el pinochetismo mantenía férreos controles e influencias. Se crearon entonces los comandos comunales por el No, para desde ellos acumular fuerzas e iniciar luego los "puerta a puerta" con miles de voluntarios.

Ese trabajo llegaría a su punto culminante con una Marcha de la Alegría que partiría desde Arica y Punta Arenas, convocando a 50 mítines en los últimos diez días de la campaña, para llegar a Santiago el 1 de octubre a la concentración final.

La segunda gran preocupación era evitar el fraude y para ello se recurrió a los consejos de expertos internacionales. Todos coincidieron en que se debía proteger el escrutinio de las mesas, garantizar que el recuento en cada una de ellas fuera el mismo que llegaba a los centros de acopio. Se le pidió a Renovación Nacional que instruyera a sus apoderados para que contrastaran las minutas de las mesas con los apoderados del No.

La tercera tarea relevante fue la franja de propaganda televisiva, donde debían emitirse 27 programas de 15 minutos cada uno, entre el 5 de septiembre y el 1 de octubre, de las 22:45 a las 23:15 horas cada día (sábado y domingo se transmitiría a las 11.30 horas). Los partidos de la Concertación querían aparecer en ella, pero los dos coordinadores políticos, Juan Gabriel Valdés y Patricio Silva Echeñique, lograron mantenerlos a raya. Tras largos debates se coincidió en dos conceptos claves para su realización: esperanza y seguridad. A ellos se les agregaron tres ingredientes vitales: frescura, alegría y paz. Eso significó, por ejemplo, que se optara por la guitarra eléctrica, los sintetizadores y la batería, por sobre los charangos, los bombos y las quenas. De allí surgieron las frases claves: "La alegría ya viene" y "Sin odio, sin violencia ", entre otras. El trabajo de producción contó con el aporte voluntario de cientos de personas provenientes de los ámbitos del arte y de la publicidad. La creatividad tanto tiempo censurada brotó en cada toma, en cada sonido, en cada secuencia. Muchos coincidirían en los años siguientes que sin la franja del No, el Sí habría ganado

Los dirigentes de la Concertación, en tanto, establecieron los más sorprendentes contactos para garantizar la normalidad del proceso plebiscitario. Se habló con el mundo diplomático, con las iglesias, con las Fuerzas Armadas, con los empresarios, con los medios de comunicación, con los representantes de los partidarios del Sí y con integrantes del gobierno. Ningún detalle podía quedar al azar, todos los escenarios debían preverse.

Velando las armas

El 18 de septiembre, el general Jorge Zincke, comandante de la Guarnición de Santiago, señaló a Mónica Jiménez, coordinadora de la Cruzada Cívica, entidad que enseñaba a votar a la ciudadanía, que numerosas armas habían sido entregadas en los suburbios de Santiago y que los militares temían una asonada comunista. Un mensaje similar entregó en La Moneda el subsecretario de Interior, Alberto Cardemil, a Sergio Molina y José Miguel Barros, coordinadores del Comité por las Elecciones Libres (CEL). En los días siguientes un oficial de Carabineros informó que varios buses semejantes a los que usaba la policía habían sido robados en los últimos meses. En el Comando del No cundió el nerviosismo, pero la tranquilidad se mantuvo casi inalterable hasta la víspera de la tan esperada fecha.

En la noche del 4 de octubre varios atentados explosivos contra torres de alta tensión provocaron un nuevo apagón en Santiago. En varias comunas metropolitanas se escucharon fuertes detonaciones. Muchos chilenos dormían sobresaltados, entre ellos varios cientos de militantes de partidos de izquierda que, convencidos de un fraude o un nuevo golpe, permanecían acuartelados y armados en casas de seguridad. Su misión era iniciar en la noche siguiente -consumado el fraude que consideraban inminente- una sublevación armada en diversas poblaciones de Santiago.

Otros cientos de hombres armados también trataban de conciliar el sueño en la Escuela Militar. Pertenecían a la llamada "reserva del comandante", una fuerza de despliegue rápido que dependía directamente de Pinochet y que en esa ocasión constaba de casi un millar de soldados, carros de combate, tanques y helicópteros, al mando del brigadier general Jorge Ballerino, director del Comando de Institutos Militares. Ellos podrían estar en escasos minutos en el centro de la capital o atacar cualquier blanco en la ciudad.

A las siete de la mañana del miércoles 5, cuando los soldados recién abrían los locales de votación, los chilenos acudieron masivamente a las urnas provocando inesperadas aglomeraciones. En el Comando del No se inquietaron. Si la espera era excesiva, muchas personas podrían devolverse a sus casas. Los llamados al general Zincke se repitieron una y otra vez. Al mediodía la situación se normalizó.

Pinochet se instaló con algunos familiares a las 11 horas en el Salón Prieto, ubicado en los subterráneos de La Moneda. Sólo tenían acceso expedito los miembros de su núcleo más cercano: los generales Santiago Sinclair, Sergio Valenzuela y Hugo Salas Wenzel, director de la CNI; el coronel Claudio Collao, jefe de la Casa Militar; y el ministro Sergio Fernández.

El ánimo no era bueno. Los efectos de la franja del No habían sido devastadores, lo que se reflejó en un rápido vuelco en las encuestas. Orlando Poblete, ministro secretario general de Gobierno, había asegurado que nadie la vería, a esa hora, a las 22:45 horas, pero la franja había conseguido un rating histórico. Cuando intentaron modificarla, no sólo era demasiado tarde, sino que además los nuevos encargados -Carlos Alberto Délano, Joaquín Lavín, Manfredo Mayol y Jovino Novoa- cometieron nuevos errores, como la entrevista a la ex esposa de Ricardo Lagos, Carmen Weber, decisión que bordeó en la perfidia.

En las últimas semanas de septiembre diversas encuestas pedidas por La Moneda indicaron que el No superaba al Sí en casi todo Chile, pero el círculo de hierro del dictador siguió insistiéndole en que ganaría. Veinte años después, varios de los más fervientes partidarios de Pinochet han tratado de desligar sus responsabilidades en aquella derrota.

Carlos Cáceres, a cargo de conseguir financiamiento para la campaña oficialista, también percibió muchas dudas en el empresariado; Luis Cordero, al frente de las Casas del Sí, decidió incorporar a ellas sólo a miembros de la UDI, marginando a Renovación Nacional.

Lo mismo ocurrió el día del plebiscito. Ningún dirigente de RN fue invitado a La Moneda. El ministro Poblete, incluso, organizó un concurrido almuerzo con dirigentes de la UDI.

A las 19 horas, el conteo rápido del CEL ya tenía una cifra decidora: para el Sí, 32%; para el No, 58%. A esa misma hora el subsecretario Cardemil entregó el primer cómputo oficial en el edificio Diego Portales: sobre un total de 79 mesas escrutadas (¡79 mesas!), el 0,36% del total, señalaba: para el Sí, 57,36%, para el No, 40,54%. El segundo recuento se anunció para las 20 horas.

Los técnicos electorales del No advirtieron en ese instante la inminencia de un fraude. El Ministerio del Interior estaba intentando manipular los resultados.

En La Moneda, Sergio Fernández pidió a los ministros Miguel Ángel Poduje y Alfonso Márquez de la Plata que se contactaran con las Casas del Sí para organizar festejos en el barrio alto. Los canales de televisión, mientras, mostraban recuentos en mesas de locales escogidos donde el Sí ganaba por amplio margen

A las 21 horas, ante el retraso del segundo escrutinio, y el riesgo de que partidarios de Pinochet llegaran al centro a celebrar el supuesto triunfo, el Comando del No decidió entregar sus cifras. Genaro Arriagada leyó: para el Sí, 43,3%; para el No, 54,7%.

¡Usted no se me va!

De allí en adelante, cualquier cosa podría pasar. El riesgo asumido por la disidencia indicaba la convicción de que no estaba dispuesta a dejarse arrebatar una victoria legítima dentro de la propia institucionalidad que se había dado el régimen militar.

Y para ese fraude tampoco estaban disponibles la mayoría de los mandos de las Fuerzas Armadas y Carabineros, ni tampoco la derecha que encabezaban Sergio Onofre Jarpa y Andrés Allamand.

Cardemil entregó el segundo cómputo a las 22 horas: sobre un total de 667 mesas escrutadas, para el Sí, 51,3%; para el No, 46,5%.

En ese preciso momento, en los principales centros del poder político y militar, salvo en La Moneda, pareció claro que Pinochet había optado por el dramático camino de un nuevo golpe militar.

Provistos de pistolas y revólveres, algunos con capuchas y rostros cubiertos, decenas de hombres que se habían preparado desde la noche anterior para ese minuto, salieron a las calles de las poblaciones elegidas en los cuatro costados de Santiago, y empezaron a convocar a los vecinos para iniciar la sublevación armada. Gritaron una y otra vez, pero nadie o casi nadie les hicieron caso. Todos estaban en sus casas, pegados a las radios, frente a sus televisores, anotando aún los escrutinios parciales que seguían emitiéndose minuto a minuto. La lucha estaba ahí, en las urnas, en los votos.

Los principales dirigentes de la Concertación, a través de vínculos preestablecidos, se contactaron con los comandantes en jefe de la Armada, de la FACh y de Carabineros. Ellos tenían claro que el No estaba ganando.

Sergio Onofre Jarpa llamó a La Moneda y pidió hablar con Cardemil.

-Usted no se prestará para una lesera ¿No? -le preguntó.

A las 23 horas el subsecretario del Interior informó a Pinochet que el No superaba el 53%. La diferencia agregó- era irremontable.

Los gritos del general se escucharon en los pasillos del palacio. Sergio Fernández balbuceó su renuncia.

-¡Nooo, mi amigo, por ningún motivo! ¡Usted no se me va ahora de aquí! ¡Usted es el responsable de lo que ha pasado ! ¡Llame a todos los ministros !

Pinochet quedó solo. Quizás en ese instante por su mente cruzó la imagen de José Piñera. ¿Hubiera sido el mismo el resultado con Piñera en el Ministerio del Interior? Muchos en los años siguientes se preguntaron lo mismo.

Pocos minutos después de las 24 horas horas, los ministros estaban frente al general. Varios de ellos tenían los ojos enrojecidos; otros lucían demacrados.

-¡Señores, el plebiscito se ha perdido! Quiero sus renuncias de inmediato. Es todo.

A las 0:30 horas del día jueves 6, los comandantes en jefe de la FACh, la Armada y Carabineros cruzaron caminando desde el edificio de las Fuerzas Armadas hacia La Moneda. Ya en los patios, los periodistas corrieron hacia ellos. El general Matthei se apartó un poco y casi cubierto por los micrófonos y las cámaras, expresó:

-Tengo bastante claro que ganó el No, pero estamos tranquilos.

En el Comando del No, al ver las imágenes por la televisión, se escuchó el esperado grito de Genaro Arriagada:

-¡¡¡Abran la champaña!!!

 

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